Capítulo 13
“El Chico Sin Talento”
Mientras mis ojos observaban la
<Pequeña Llama> frente a mí, mi mente empezó a recordar una historia que
había oído. Una anécdota dicha en las escuelas de entrenamiento de la capital
real, acerca de un chico sin talento.
Los instructores la contarían de vez en
vez, y el chico en cuestión era cercano a lo legendario por ahora, pero todos
se lo tomaban como un cuento de hadas— aunque uno para subirte la moral.
Después de todo, escucharlo era suficiente para convencer a cualquiera que tal
persona no podía existir realmente.
De acuerdo a los instructores, esto era
lo que había pasado:
Aunque las escuelas de entrenamiento de
la capital real eran famosas por la dureza de su currículo, hubo solo una
persona que había conquistado todas las seis; pasando por todos sus totales
términos, ni más ni menos. Y quien había logrado este logro meritorio hace
quince años no había sido otro que un joven que simplemente había aparecido en
la capital un día sin mayor pompa.
Sin embargo, esta historia no le sentaba
bien a cualquiera que la escuchara. Tal chico no podía existir realmente. Todos
quienes estaban familiarizados con las escuelas de entrenamiento estaban
convencidos de ello.
Su currículo, ideado por los Seis
Soberanos— expertos en sus respectivas clases— con el propósito de promocionar
el desarrollo de tus habilidades, era impecable. Entrenamiento infernal, como
se le llamaba, era tan severo que era raro que una persona sea capaz de durar
tres días, ni pensar una semana. Aunque la mayoría no llegaba tan lejos y se
iban antes, su breve período era suficiente para que se fueran con una o dos
habilidades.
Después de todo, como una esperaría, la
gran dureza conllevaba grandes recompensas. La mayoría de asistentes se irían
en el momento que desarrollarían una habilidad útil. Pero nadie quien pasara la
experiencia consideraría la idea de volver una segunda vez. Las escuelas de
entrenamiento no era un lugar que uno— o incluso poder— debería quedarse por
mucho tiempo. Luego de una semana, el currículo se convertiría en un continuo
juego de todo tipo de exámenes estresantes con el propósito de desencadenar el
desarrollo de las habilidades.
Era un proceso incluso más severo por
el bien de las personas que deseaban obtener habilidades de clase más alta; una
prueba donde la mira era descubrir qué tanto uno podía durar bajo las más
extremas condiciones. Desde su concepción, nunca había sido establecida para
que alguien sea capaz de superarlo y terminarlo.
Aunque yo, había sido bastante
persistente, dos semanas habían sido mi límite. A pesar de mi estatus real
habiéndome permitido la especial ventaja de recibir lecciones de los
instructores a una joven edad, a pesar del hecho que había entrado con
conocimiento anterior, había sido lo más que pude soportar. Así de duras eran
las escuelas de entrenamiento.
¿Durar tres meses enteros allí? Y como
un niño, para más. Tal persona no podría existir. Todos quienes había pasado el
entrenamiento allí estaban convencidos de ello. Yo incluida, quizás más.
No podía imaginarlo. El chico en la
historia había asistido a su primera escuela de entrenamiento a la misma edad
que yo: doce años. Al parecer, ese chico había, sin fallar, completado el
currículo de tres meses para las seis clases.
Era imposible. Cualquiera lo habría
pensado.
Pero entre todos los cuentos del chico
que eran imposible, estaba el último de ellos. Por sorpresa, a pesar de pasar
por todo ese entrenamiento, él no había sido capaz de aprender una sola
habilidad útil para su objetivo de volverse en un aventurero. Luego que se le
hubiera dicho por cada escuela de entrenamiento que no tenía la “aptitud” para
sus respectivas clases, el chico había partido a la final, la escuela de
entrenamiento de clérigo, y había sido la última en la que alguien hubiera oído
de él. Nadie había sido capaz de rastrearlo.
Eso era, claro, inconcebible.
No hay noticias que el chico hubiera estado
allí ya que también era un misterio. El Instructor Carew, el Soberano de las
Sombras y el maestro de la clase ladrón, podía extender su <Detección de
Persona> para cubrir todo el reino si lo deseara. Una vez tenía su mente
puesta en ello, no había nadie en el continente que no pudiera encontrar. Y aun
así, no había sido capaz de encontrar al chico. ¿Qué significaba esto?
¿Era algo posible siquiera?
Nada de la historia parecía real. Los
instructores, que se decían ser algunos de los más fuertes y más habilidosos
individuos en el mundo, se preocuparon por el chico luego que supieron de su
partida y usaron medios concebibles a su disposición para encontrarlo. No se
gastaron esfuerzos y se fueron por todo, pero no importaba cuántos años
pasaran, nunca encontraron ningún rastro de él.
En primer lugar, era difícil creer en
la existencia de alguien capaz de ganarse suficiente reconocimiento de cada uno
de esos idiosincráticos instructores para que ellos lo buscaran expresamente.
Aunque yo, había sido alabada por los seis como una estudiante brillante, era
de la realeza; no me sorprendería descubrir que hubo algo de clemencia en su
evaluación de mí. Mis logros eran fáciles de entender; simplemente había
adquirido más habilidades que nadie más.
Pero el chico en la historia había sido
diferente. Después de todo su desesperado entrenamiento, no había sido capaz de
desarrollar una útil habilidad. Aunque quería quedarse luego que los tres meses
hubieran pasado, los instructores lo expulsaron, declarando que no tenía
talento. En resumen, aunque esos instructores de elite inicialmente se habían
rendido con el chico, terminaron tratando de encontrarlo después. Era probable
que no hubieran sido capaces de dejar ir a alguien tan capaz.
Como iba, la historia se volvía menos
creíble.
Había demasiadas inconsistencias.
Aunque cada uno de los instructores clamaron que el chico realmente existía—
que había salido de la nada en la capital real un día, y se había desvanecido
en el aire al otro día.
Aunque no habría sido extraño si una
persona así tuviera historias tejiéndose acerca de él en alguna parte, no había
creíbles avistamientos de él. Todo lo que había era ocasionales recuerdos vagos
o rumores, corazonadas que quizás un chico había estado por allí. Al final, no
era más que una vieja historia contada— y no contada a menudo— por los
instructores, quienes solo habían visto al chico por un corto tiempo. Y cuando
le había insistido al Instructor Sain, el Soberano de la Salvación, me contara
más, había dicho:
“Nosotros, también, lo encontramos
difícil de creer. Pero sí que existe. Estuvo justo aquí en la capital real.”
Había sentido un toque de
arrepentimiento en sus palabras, pero había rechazado dar más detalles. Ninguno
de los otros instructores hablaría de más. Como tal, nadie había conocido más
detalles del chico; ni de dónde venía, o su nombre, nada.
Es por eso que había sido inevitable
que el chico sin talento llegara a ser pensando como un personaje ficticio. Así
había sido la conclusión de todos; ni una sola persona había tomado la historia
como la verdad. Al final, casi todos nosotros la habíamos entendido como un
cuento de hadas con una moraleja en ella, creada en colaboración por los
instructores para enseñarle a los estudiantes a no cegarse por su propio
talento, y enseñarse a sí mismos a no pasar por alto el talento de sus
estudiantes.
Compartía esa creencia, pero ahora
estaba empezando a pensar de otra manera— quizás la historia había sido cierta.
Porque ante mis ojos había una persona que era tan inconcebible como el chico
sin talento.
Sir Noor me había mostrado una
<Pequeña Llama> más grande de lo normal. Era un hechizo que el Instructor
Oken, el Soberano del Hechizo— también llamado Oken de los Nueve Hechizos— me
había mostrado cuando era joven, cuando había sido mi tutor para la magia. El
Instructor Oken, con una llama danzando sobre la punta de su dedo, había dicho
esto:
“Con suficiente entrenamiento, incluso
una habilidad de clase inferior <Pequeña Llama>, solo capaz de
transformar tu dedo en una candela, puede creer para ser grande.”
Aunque se había reído y me dijo que era
prácticamente inútil, y que solo un apostador como él quien vivió por
doscientos años tenía el tiempo para usarlo en tal inútil práctica.
El recuerdo aún estaba vivido en mi
mente. Había sido capaz de usar <Pequeña Llama> en ese momento también,
así que luego de nuestra lección, lo había intentado en mi propia mano. Sin
embargo, no importa cómo lo hiciera, no podía hacer mi llama más grande. El
resultado final de mi prueba y error había sido que yo— a pesar de mi edad—
llegara al entendimiento que no era algo que pudiera hacerse en uno día y me
rendí. Me había convencido que requeriría un abrumador período de dedicación,
igual al que el Instructor Oken había atravesado.
Era por eso que ahora estaba sin
palabras de la impresión. El espectáculo ante mí me hizo dudar de mis ojos. La
<Pequeña Llama> de Sir Noor era varias veces más grande que la del
Instructor Oken. Podía significar que había llegado a una que ni siquiera Oken,
el Soberano del Hechizo— el más grande mago en el mundo— había logrado. Y esa
era la misma persona cuya esgrima había sido lo suficiente hábil para cortar a
un Minotauro del Abismo con una simple espada larga de una mano.
¿Cuánto entrenamiento había pasado para
ser capaz de tanto a su edad? No podía ni imaginarlo. Pero su habilidad saltaba
a la vista, parpadeando frente a mí en forma de una <Pequeña Llama>. En
sí, este joven tenía una capacidad para la magia que superaba incluso al gran
Oken de los Nueve Hechizos.
Mientras me paraba allí, temblando de
la impresión, Sir Noor habló, <Pequeña Llama> aún se encendía en su dedo.
[No debería tener que decirte que
significa esto, ¿cierto?]
Estaba asombrada al darme cuenta de lo que
había hecho. La exhibición que le había dado no era más que yo alardeando una
baraja de habilidades de alta clase que había aprendido. Estaba avergonzada de
mí. Pero entonces, el hombre frente a mí habló otra vez.
[¿Ves? Esto es a lo que me refiero cuando
digo que no hay nada que pueda hacer por ti.]
Al instante, lo entendí todo. Con unas
breves palabras y una sola acción, Sir Noor había corregido un fundamental
malentendido mío. Otra vez, estaba asombrada al darme cuenta de lo idiota que
había sido. Pero al instante, también entendí que lo había encontrado— la
persona a quien tenía que seguir; el siguiente paso en mi viaje.
Cerca del inicio de mi tiempo en la
escuela de entrenamiento de espadachín, después de haber adquirido todas las
habilidades de su currículo en tres días, mi instructor, Sig, el Soberano de la
Espada, me dijo:
“Cualquiera admitiría que tiene el
talento. En ese aspecto, no hay ni una sola alma en la capital real que esté a
tu igual. Pero en este mundo nuestro existen individuos que, aunque muy
inferiores a ti en términos de talento, han superado esa diferencia a través
del buen entrenamiento. Esos individuos son unos poco… pero un día, puedes
encontrar a uno. Es de ellos de quienes debes aprender. Ten esto en mente
mientras te forjas. Nunca te la creas.”
En el momento, había tomado sus
palabras como nada más que aliento por mis esfuerzos… pero ahora, sabía que el
hombre frente a mí era la persona exacta de quien el Instructor Sig había
estado hablando. Había visto la extraordinaria fuerza de Sir Noor con mis
propios ojos.
Él había rechazado cada ataque que el
Minotauro— enviado para atacarme por algún plan extranjero— le había lanzado y
cortado. No solo eso, había rechazado todas las sugerencias de pago, desde
tesoros a estatus, a honores; no importaba lo que le ofreciéramos, no tenía
necesidad para ello. Cuando me pregunté por qué, mi padre me lo dijo.
“En una palabra, es porque es fuerte—
de cuerpo y voluntad. No tiene necesidad de nada porque ya posee la fuerza
requerida para vivir la vida solo.”
Sin más advertencia, mi padre le había
dado a Sir Noor la reliquia del calabozo que ninguna vez había dejado su lado—
la Espada Negra. No sabía que era lo que mi padre vio en él, ero confiaba en mi
intuición. En el futuro, mi hermano y yo dirigiríamos nuestro reino. La familia
real de Clays tenía una sola regla para sus miembros: ser fuerte. Lo que
necesitaba hacer ahora, sobre todo lo demás, era aprender de la fuerza de Sir
Noor.
Nunca había visto a nadie a quien
pudiera llamar su igual. Las palabras del Instructor Sig habían sido ciertas—
como era ahora, era el hombre frente a mí del que necesitaba aprender.
Por fin lo entendí.
[Sí.] Dije. [Estoy consciente… de mi
propio orgullo e inmadurez.]
Sir Noor tenía que aprobarme. En su mente,
podía parecer solo una chica mimada. Tenía sentido, considerando mis palabras y
acciones hasta hace solo unos momentos. Pero no retrocedería— no hasta que
hubiera ganado su reconocimiento y entendimiento de su fuerza.
No podía garantizar que sería capaz de
hacerle ver mi resolución. Pero aun así—
[En efecto, es exactamente como dice.]
Le dije. [Alguien tan desvergonzado como yo, pidiendo ser tu discípulo es el
peso de mi atrevimiento. Es correcto que no me mires digna como soy ahora, por
lo cual—]
Aun así, no importa qué, tenía que
seguir a este hombre. Mi corazón estaba puesto en ello.
[Algún día, haré que me reconozcas como
tu discípula, Sir Noor. No, Instructor Noor. Hasta entonces, caminaré detrás de
usted, a donde sea que vaya.]
Porque la respuesta que había estado
buscando— el verdadero significado de la fuerza, buscada por la familia real de
Clays por generaciones— yace dentro del hombre que se para frente a mis ojos.
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