Prólogo
[¡Que molestia! ¡Cualquier atacante
respetable tendría la decencia de bajarle un poco!]
Yo, Regina Rondoiro, sonreí en
irritación mientras cada una de las Divine Water Spears que había puesto a lo
largo de la escalera espiral haciendo que el subterráneo se evaporara de cara a
la potente barrera de mi perseguidor. Los últimos rayos del Día del Rayo
entraron por una ventana en el rostro de mi atacante— una mujer atractiva en un
vestido negro usando un sombrero negro de amplio borde y llevando una sombrilla
negra.
A pesar de la furia que su cara
inspiraba, apreté mi agarre en mi báculo y bajé por las escaleras,
fortaleciendo mis extremidades con toda la magia que poseía mientras entraba
más en la tierra. El tiempo pasaba factura en mi cuerpo.
Goberné el Principado de Rondoiro en el
sur de la Aliaza de Principados. Esta acabada iglesia se alzaba arriba de una
pendiente en las afueras de mi capital. La alianza ahora estaba metida en una
inútil guerra con el Reino Wainwright, y los otros tres marqueses sureños
quienes deseaban la paz se habían reunido aquí conmigo en secreto para volver
al buen camino. Pero mientras discutíamos nuestro lado en la ciudad del agua,
la Iglesia del Espíritu Santo nos había atacado.
¡Nunca espere que nos ganarían la
partida antes que el Comité de los Trece se reúna en el Día de la Oscuridad!
Nuestros enemigos nos superaban por
dos. No deberían tener problemas. Aunque éramos viejos, habíamos luchado en dos
de las Guerras Sureñas, y confiábamos en nuestra fuerza para girar las tablas
en cualquier asesinato ordinario. Pero esa confianza se congeló en el momento
que pusimos nuestros ojos en la belleza de negro y su asistente— una chica en
la distintiva túnica gris de un inquisidor de la iglesia.
Los pendientes de luna de la mujer
habían brillado mientras transformaba el cabello plateado que caía en su
cintura y sus ojos plateados a un carmesí sangre.
[Soy Alicia la “Luna Creciente”
Coalfield, la única y sola teniente de la gran Estrella Fugaz.] Había anunciado
a nuestra asombrada asamblea. [Debo insistir que deben morir. La palabra de la
Santa es la ley.]
¡Luna Creciente! ¡Un monstruo que igual
a su compañera teniente, el Vendaval Esmeralda! ¡¿Quién habría imaginado que
trabajaría con la iglesia, convirtiéndose en un vampiro?!
Perforada por la mirada carmesí, de
inmediato lo habíamos entendido. Si nos manteníamos firmes, todos moriríamos. Y
si caíamos, la Iglesia del Espíritu Santo, jalando los hilos de nuestros
compañeros proguerra, también podrían destruir la alianza. Así que nuestras
unos de nuestros guardias arriesgaron sus vidas para detener a los atacantes,
los otros tres marqueses y yo nos habíamos separado y retirado de una vez. Por
eso, solo el temible vampiro me perseguía ahora.
Llegué al nivel más bajo, tomando el
techo de piedra, muros y escaleras con hechizos de agua a su paso. Los sentía
venir detrás de mí en rápida sucesión mientras me lanzaba al vacío salón
subterráneo sin ventanas donde cientos una vez se habían reunido en oración.
Una sacudida de arriba agitó las lámparas de maná en los muros y las siete
grandes columnas talladas en similitud al Gran Árbol y los siete dragones. Mis
tres compañeros estaban luchando contra la chica encapuchada en los niveles
superiores.
[La edad no pasa por nada.] Gruñí,
molesta. [Me oxidé en poco tiempo. Debí haber tejado mi título en Roa y
retirado antes.]
Pensando en mi nieta en la ciudad del
agua, levanté mi báculo y lancé un hechizo.
No puedo permitirme morir aquí. No
cuando tengo mucho por enseñarle.
Parte del techo se vino abajo y la
mujer de sombrilla negra entró al salón. Había plantado más de un centenar de
hechizos en su camino, aunque no la lastimaron. ¡Monstruo!
[¿Juegas a las traes?] Preguntó. [En
ese caso, supongo que no me importaría si te mato.]
[Habladora.] Dije. [¡Pero no lo
encontraras tan fácil!]
Tallajes cubrían uno de los muros. El
Árbol del Mundo esparce sus ramos a un solitario hombre. Vi una ballena alada
con el agua y las flores de dragón también. El mural cuenta el antiguo pasado
de la ciudad del agua. Mentalmente, recité una oración que la cabeza de mi caza
me había enseñado cuando era joven.
Que los elementales y dragones bendigan
mis viejos huesos. O Árbol del Mundo, dame el coraje para superar el último
principio.
[Te dejas muy descubierta para hacerte
llamar la Luna Creciente.] Me burle de la chica. [¿Crees que he estado solo
corriendo? ¿O que eres invencible? ¡Estás en un despertar forzado!]
[¿Yo, dejarme descubierta?] Los labios
de la mujer se retorcieron en una sonrisa, y levantó el borde de su sombrero.
Su mirada carmesí tenía maldad. [Creo que quieres decir que conozco mi propia
fuerza, Marquesa Regina Rondoiro, el Empalador. Ahora, ¿no mirarás en paz y
rápido? Eres una molestia.]
Los vampiros no tenían debilidades a
mencionar. El Héroe y el Señor Oscuro eran sus únicos enemigos naturales. Y
para empeorar, la noche estaba acercándose para maximizar su infinito maná. Sus
manos me partirían si no luchamos en combate cercano. Pero ¿qué hacer?
[No lo digas. Pero el Cielo Escarlata
no se molestaría en perseguirnos— habría acabado con nosotras con un Firebird
antes que supiéramos que nos golpeó.] Dije, apuntándole mi báculo. Necesitaba
comprar tiempo. [Y tu antigua compañera el Vendaval Esmeralda me habría quitado
la cabeza antes de dejar la cámara.]
La mujer se detuvo. [¿Qué dice?]
Preguntó fríamente mientras su carmesí maná fluía. Ningún hechizo ordinario la
perforaría sus defensas.
[Simple, Señorita “Leyenda Viviente”.]
Le di un giro a mi báculo, mis hechizos se completaron. [Tu maná, fuerza
fortalecimiento, y técnicas de combate todas dan miedo. Pero ningún guerrero
habilidoso, mucho menos un veterano de la Guerra del Señor Oscuro, bajaría su
guardia, ni por un momento. No me atacaste como alguien con dos siglos o más de
experiencia de combate. ¡¿Y qué eres?! Espero que no me digas, el “perro de la
Santa.”]
[So Alicia la “Luna Creciente”
Coalfield.] Respondió en tono igual a una congélate ventizca. [¿Terminaste
ahora? ¡Entonces muere!]
La belleza golpeó el suelo, la punta de
su sombrilla desató un tosco brillo.
Había mordido el anzuelo.
[¡Muere!] Grité, fortaleciendo mis
extremidades con todo el maná que podía juntar mientras movía mi báculo en un
amplio arco. ¡Un momento después, toda la magia que había tejido en el salón
subterráneo se activó de una vez! Más de veinte lanzamientos del hechizo
avanzado Ocean Orb rodearon a la vampiresa en todos los lados.
[¡Estás perdiendo tu tiempo!] Alicia
respondió. Debió haber colocado fe absoluta en su barrera porque continuaba su
ataque, ni siquiera tratando de esquivar o despeinando su bello cabello
plateado.
¡Te leí como a un libro!
Aplasté la contera de mi báculo en el
suelo de piedra y la vampira jadeó en sorpresa mientras cada orbe estallaba
antes de tocar sus defensas. Agua se esparcía por todas partes, llenando el
salón. La confusión atrasó al monstruo.
Curveé mis labios, le di a mi báculo
otro movimiento y rugí. [¡Considera esto una lección, vampiro sin nombre! ¡En
el campo de batalla, la indulgencia llama a la muerte!]
Tan pronto que los ojos de Alicia se
abrieron fue que el agua formó incontables filosas lanzas. Concentrándose en un
solo punto, finalmente atravesaron la poderosa barrera del monstruo y
atravesaron su corazón. Tosió sangre, pero no cedí.
[¡Hay más de donde eso vino!] Grité,
atravesando a la vampiresa con más de una doce de lanzas.
Siete elementos de magia se veían en el
uso común hoy en día: fuego, agua, tierra, viento, rayo, luz y oscuridad. La
adición del hielo completaba los ocho elementos clásicos. Aunque muchas más
habían existido en el mundo antiguo, y esta magia invocaba a uno de ellos— el
elemento de acero. Invoqué Sable de la Lanza de Acero. Había estudiado antiguos
libros de hechizos que se transmitían en mi casa para desarrollarlo y entonces
perfeccionar el hechizo compuesto, cuyo terrible poder penetrante me había ganado
el sobrenombre de la “Empaladora.”
Mi magia terminó y caí de rodillas,
jadeando por aire. Presionar tanto mi maná debió haberme quitado unos años.
Ante mí, la belleza de negro se quedó quieta y se apoya de mis lanzas, manchada
en su propia sangre.
[Parece que tu falta de experiencia de
combate te la jugo.] Dije, parándome con la ayuda de mi báculo. [Me gustaría
saber quién eras, pero ahora no es el momento.]
En algún punto de nuestro choque, los
rayos desde arriba se calmaron. Los otros tres marqueses no se rendirían tan
fácil. Aunque, fruncí el ceño y murmuré. [No puedo luchar contra otro asesino
de la iglesia en este estado. La advertencia del chico Nitti fue real— este no
es el momento de dudar en sí hacer las pasas con los Leinsters. Hablaré con
Pirro y Nieto pronto.]
Miré a la vampiresa, pero no se movía
nada. Solo sangre fresca se salía, pasando por mis lanzas en una creciente
piscina en el suelo.
¿No debería retirarme de una vez, o
regresar a ayudar a mis aliados? Reflexioné una fracción de segundo antes de
apretar mi agarre en mi báculo. ¡Regina Rondoiro nunca abandonaría a sus viejos
compañeros!
Caminé hacia la parcialmente colapsada
entrada, golpeando mis pesadas extremidades. La vampiresa no se movió. Entonces
sentí a alguien aterrizar detrás de mí. Me giré a ver a una chica en una túnica
gris con capucha, su mano derecha aprieta una espada larga del tipo que nunca
antes había visto. Siniestro maná maligno salía del borde carmesí de su espada
levemente curvada. Ninguna mano mortal podría blandir tal arma.
[Ya que estás aquí…] Dije, levantando
mi báculo y mirando. [Supongo que están muertos.]
[Sí. Lucharon valientemente.] La chica
respondió. Era más joven de lo que pensaba— quizás incluso más joven que mi
nieta. Y no podía leer el flujo de su maná.
Ella me señaló. [Pronto los
alcanzarás.]
[¡Ha! Para tu información, no—]
Un terrible escalofrío paso por mi
espalda. Me hice al costado, tratando de lanzar un hechizo. Pero mientras
apenas evitaba un golpe al cuello, un fuerte dolor en mi brazo izquierdo libero
un asombrado grito de mis labios. Mis defensas mágicas se rasgaron como el
papel, y mi delgado brazo salió por los aires, marchitándose ante mis ojos
mientras el maná era succionado. Sucumbí al suelo, entonces me puse a una
rodilla y lancé un hechizo de fuego, apretando mis dientes mientras cauterizaba
la herida. Los ataques vampíricos anulaban la magia de sanación.
Alicia tomó la sangre restante de mi
brazo izquierdo con una elegante sonrisa. Las lanzas aún incrustadas en ella
crujieron y sucumbieron. Maná carmesí fluyo en la vampiresa, cerrando los hoyos
en su pecho e intestinos. Incluso arreglando su negro vestido.
[Espléndido.] Dijo, aplaudiendo. [Disfrute
el combate en la Plaza de los Siete Dragones, pero luchar con una hechicera
veterana tiene su propio encanto. ¿No concuerdas, Viola?]
[Quizás milady podría tomar menos
placer en cada batalla.] La chica respondió.
[Oh, en serio. Qué horrible
sugerencia.] La vampiresa sonrió, entonces abrió su sombrilla y la retorció.
Por el amor de Dios que chica más horrible. Repugnante.
Me paré, recostándome en mi báculo, y
gruñí. [¿Te comiste mis lanzas y maná? Eres todo un monstruo.]
Antes que Alicia pudiera responder, la
chica llamada Viola lentamente agitó su cabeza. [Desplegaste una espléndida
técnica.] Dijo con respeto y lástima. [Sin duda habrías sobrevivido al
enfrentarte a nadie más que Lady Alicia y yo— Viola Kokonoe, sirviente de Su
Santidad la Santa. Aunque no compartes nuestra fe, no deseo hacerte sufrir. Por
favor, descansa en paz. Te daré una muerte indolora.]
La ridícula oferta se quedó en el aire
por un momento. Entonces estornudé y empecé a desplegar mi siguiente hechizo.
El dolor en mi brazo izquierdo se calmaba mientras mi magia analgésica
finalmente entraba.
¡Puedo hacerlo!
Golpeé el suelo con el báculo que había
estado conmigo por décadas de lucha. Sacando lo último de mi maná, sellé todo
el salón subterráneo. Un círculo mágico emergió.
[¿Qué tenemos aquí?] La belleza
preguntó, inclinando su cabeza.
La chica empezó. [¡¿Ataste esto en los
hechizos que lanzaste antes?!]
[¿Creías que tomar mi brazo izquierdo
sellaría tu victoria?] Dije. [¡No sabes con quién estás lidiando!]
Luego de matarme, planean hacer algo
horrible en la ciudad del agua. ¡Así que como marquesa de la alianza, tengo el
deber de detenerlos!
Mientras todo el maná que podía reunir
convergía, una imagen del rostro cortado de mi querida nieta pasó por mi mente,
aunque debía haber estado dando una buena batalla en la ciudad del agua.
Lo siento, Roa. Trata de asimilarlo
desde aquí.
[Soy Regina Rondoiro, gobernadora de
Rondoiro, un principado de la alianza. ¡No puedo permitir amenazas a mi tierra,
así que me asegurare de que mueran conmigo!]
Al siguiente instante, una luz como una
que nunca antes había experimentado engulló mi vista.
✽✽✽✽✽
El hechizo del anciano hechicero había
empezado a activarse cuando Lady Alicia tomó mi mano y me jalo atrás de su sombrilla
abierta. El hechicero debió haberse jugado la vida en este golpe final, pero la
barrera de Lady Alicia desafiaba toda comparación, así que su poder lo
atravesó.
Para cuando todo terminó, la mitad de
la antigua iglesia había colapsado. Incluso el salón subterráneo había perdido
la mayoría de su techo y piso, y podía oír las olas desde el océano que
llenaban la oscuridad debajo de nosotros. El viejo hechicero nunca pudo haber
sobrevivido a esa caída luego de perder un brazo.
[Pensé que me entretendría al luchar
hasta el amargo final.] Lady Alicia dijo, descansando su dedo índice en su
mejilla en asombro. [¿Me emocioné por nada? Quería disfrutarlo un poco más.
Pero por ahora…] Me dio una sonrisa tan gentil que difícilmente podría creer
que había estado molesta hace rato. [Muy bien, Viola, querida. Veo que has
mejorado otra vez.]
Asentí y envainé mi espada.
[Estoy tan gustoso de ver que odachi
brille otra vez luego de tanto tiempo.] Lady Alicia pensó, apaciguando la
nostalgia mientras su cabello y ojos regresaron a plateado. [Kokoku es una obra
maestra. La forma que brilla parece que me pega. Recuerdo lo cerca que estuvo
de matarme durante la Guerra del Señor Oscuro.]
No sabía cómo responder. El odachi
había estado en mi familia desde que los dioses caminaban por el mundo, pero no
conocía a mis propios padres, dejándome sola. Pero no tenía idea cómo Su
Santidad había llegado a poseerlo y entregármelo, pero no me importaba
descubrirlo. Simplemente defendería a la Santa y mataría a los enemigos de Su
Santidad, nada más.
[Ahora, nadie de la Alianza de
Principados se interpondrá.] Lady Alicia dijo. [Los únicos que pueden
intentarlo…]
[Son la llave defectiva y la Dama de la
Espada.] Dije.
[¡No puedo esperarlo!] La formidable
leyenda que subió a lo alto en la confianza de Su Santidad libero una risa de
encanto.
Habría preferido evitar luchar con
oponentes difíciles, pero me contenía. Había unido fuerzas con Lady Alicia por
órdenes directas de Su Santidad y no quería opacar a mi compañera.
Oí aleteos. Levantando la mirada, vi
una pequeña ave hecha de los pétalos de rosa negra aterrizar en el hombro de
Lady Alicia.
[Muy bien.] Murmuró.
[¿Qué dice Io?] Pregunté, sintiéndome
enfermo al decir su nombre. Su Santidad escogió a Io Lockfield como el apóstol
segundo al mando de la Iglesia del Espíritu Santo, aunque se autoproclamaba el
“más grande hechicero en el continente”, carecía de algo de reverencia.
Lady Alicia bajó el borde de su
sombrero negro y respondió. [Terminó con el mínimo esfuerzo esperado— matar a
Robson Atlas en el Fuerte de las Siete Torres. Habiendo perdido su apoyo, el
Principado de Atlas se separará de la alianza, como lo planeó. Ninguno de los
principados norte tiene la fuerza de sobra para interferir en la ciudad del
agua, y los Leinster estarán ocupados lidiando con ellos para usar tantas
tropas. Eso deja a Carnien, Pisani y Nitti, pero las fuerzas que pueden reunir
son muy pocas. El temible Héroe viejo y los dragones son lo que tenemos que
preocuparnos.]
Alicia la “Luna Creciente” Coalfield
era fuerte. En términos de pura fuerza de combate, incluso pudo haber sido la
más poderosa en el continente. Pero aun así, estaría presionada si el Héroe y
un dragón llegan al mismo tiempo.
Dejé el pensamiento y dije. [Hemos
logrado nuestro objetivo— eliminar a los cuatro marqueses del sur quienes
formaban el núcleo de la facción propaz. Ahora sus ayudantes no nos obstruirán
en el siguiente Día de la Oscuridad. Sugiero que volvamos a la ciudad del agua
y—]
Otra ave aterrizó en el hombro de Lady
Alicia— una gris esta vez.
[¿Oh?] Dijo.
¿Un ave de piedra? Me pregunté. ¡Ah!
Tan pronto mi cabeza llegó a la
respuesta fue que me puse a una rodilla y bajé mi cabeza. Mirar hacia arriba habría
sido blasfemo, así que espere allí mientras la voz de Lady Alicia vino a mí.
[Dice que visitará la ciudad del agua
también. Para liberar la puerta negra… y porque “quiere ver” su rostro.]
Levanté la mirada hacia la belleza de
negro con asombro. No podía entender lo que decía, pero no me preocupaba.
Defendería a Su Santidad— el salvador a quien le debo mi vida. ¡Nada más
importa!
Lady Alicia miró al cielo estrellado a
través de un hoyo en el techo.
Un comenta y una luna creciente parpadeaban arriba. [La nueva Estrella Fugaz y la Dama de la Espada ignoraron mi advertencia y se quedaron en la ciudad. ¡Qué niños malcriados! Como lo predijo. Aunque…] Intensa envidia cruzó el rostro de la belleza de negro mientras hablaba de esos que estaba destinada a matar. [No significarían lo suficiente para heredar el legado de un héroe. Vayamos a visitarlos y saldemos cuentas.]
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