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Prólogo

Bernie Jones y Everett la Muda

 

Bernie Jones era el segundo hijo del Conde Ambard, un renombrado noble del Reino de Ridill.

 

En la sociedad aristocrática, cualquier hijo después del primero era tratado como un hijo desechable. Y ya que el hermano mayor de Bernie podía haber sido incompetente, sería el heredero de la cabeza de la familia.

 

Eso, sin embargo, no era razón para que Bernie se molestara y dejara sus estudios. Si un segundo hijo no podía suceder a su padre, entonces solo necesita hacerse de un nombre de otras formas. Así que Bernie había estudiado como loco, eventualmente inscribiéndose en Minerva, la mejor institución para magos sobresalientes, a la edad de diez.

 

Su objetivo era convertirse en un gran mago— y no cualquier gran mago. Quería ser uno de los Siete Sabios, los más grandes magos en el reino. Convertirse en un Sabio le ganaría el título de conde de magia, igual rango a un conde normal. Y conde de magia, sin embargo, tenía más influencia; se decía que servían como ayudantes del mismo rey. Eso pondría a su hermano mayor en vergüenza.

 

Su feroz estudio dio frutos y a medio año de su inscripción, sus notas sobresalían en la cima del cuerpo estudiantil.

 

No soy como mi hermano. Yo tengo talento.

 

Incluso un segundo hijo tenía formas de moverse en el mundo. En ese entonces, nunca dudaría por un momento que el camino en la vida podía ser abierto por el puro esfuerzo.

 

Cuando Bernie tenía trece, algo pasó.

 

Había regresado a su clase luego de asistir a una lección realizada en un cuarto separado cuando notó a unos cuantos chicos parados en un rincón, rodeados por alguien.

 

En medio del grupo estaba una pequeña estudiante quien recientemente se había transferido. Su nombre era Monica Everett; le apodaban Everett la Muda.

Era una chica sombría, simple y aburrida quien siempre tenía sus ojos pegados a sus pies. Casi nunca hablaba en frente de otras personas e incluso cuando se le llamaba en clases, solo murmuraría, incapaz de responder. Básicamente, era el tipo que rápidamente se quedaría atrás y se vendría abajo.

 

Parecía que los chicos estaban jugando un juego para ver quién podría hablarle. Uno de ellos recogió una araña de la ventana y lo llevo al rostro de Monica.

 

[¡Hey, alguien abrió la boca!] Dijo. [¡Entraremos esto! ¡Hará que grite!] Otro chico forzó que la boca de Monica se abriera mientras el primero acercaba más la araña.

 

Bernie ya no pudo soportar observarlo. Apuntó su dedo índice al grupo y soltó un pequeño cantico. Su hechizo creó una pequeña llama, cerca del tamaño de una uña, el cual incinero la manga de uno de los chicos molestando a Monica.

 

[¡Gyah!] El chico gritó en sorpresa. [¡Caliente!]

 

[¡¿Qué está pasando?!] Otro exclamó. [¿Quién hizo eso?]

 

[¿Qué están haciendo todos?] Barnie preguntó. Los chicos lo miraron con evidente desdén en sus rostros.

 

[Estábamos llegando a la mejor parte.] Uno dijo. [Quédate fuera, niño genio.]

 

La mayoría de estudiantes asistiendo a Minerva pertenecían a la aristocracia. Esos chicos no eran la excepción— eran nobles. El sujeto de su tortura, por otra parte, era una plebeya. En esta academia, personas como ella tenían dos elecciones; obedecer a los nobles o soportar su acoso.

 

Bernie, sin embargo, tenía creencias diferentes, y lo llevaron a hablar con frialdad a los estudiantes. [¿Infringiendo violencia en el débil? Son una vergüenza para la nobleza. Es una desgracia.]

 

Sus mordaces palabras enfadaron a los chicos. Bernie les resopló, luego empezó a recitar con rapidez mientras empujaba sus lentes. Flechas de fuego se alzaron de los matones cerca, rodeándolos.

Se dice que recitar con rapidez era una técnica difícil es un requerimiento para convertirse en un gran mago. Bernie era el único en su grado que podía hacerlo. Lo que es más, casi nadie de los estudiantes en la escuela— en todos los grados— era capaz de realizarlo sin el uso de un báculo como él.

 

Mientras los chicos se alejaban de su abrumador poder, Bernie dijo. [¿Creen que son rivales para mí?] Declaró. [¿Recuerdan? Tengo las mejores notas en práctica en la escuela.]

 

Los chicos se tragaron sus objeciones. Miradas amargas en sus rostros, pasaron a Bernie y dejaron la clase.

 

Bernie chasqueó sus dedos para cancelar sus flechas de fuego, luego miró a Monica, quien estaba sentándose en el suelo.

 

[¿Puedes pararte?] Preguntó.

 

No le respondió; en cambio, solo miró al suelo a través de sus despeinados flequillos. Sus ojos estaban en la araña que los chicos hicieron a un lado hace un momento. Eventualmente, se deslizó por la ventana y escapó.

 

Con incomodidad, Monica miró a Bernie y murmuró. [Um, g-gracias…]

 

Su hablar era forzado, pero al parecer Everett la Muda no era muda. Sorprendido para sí, escuchó mientras estaba por decir algo que llamó su atención.

 

[P-Por salvar, um, a esa a-araña.]

 

[Aguarda.] Bernie dijo. No había ayudado a la araña— había ayudado a Monica. ¿Por qué sentía la necesidad de agradecerle por salvar a un insecto? Frunció sus ojos detrás de sus lentes mientras miraba a la chica.

 

[Por desgracia.] Dijo. [Odio a los insectos. No salvé a esa araña. Te salvé.] Monica pestañeó mientras inclinaba su cabeza a un lado en asombro. Por un momento, parecía perdida en pensamientos, buscando las palabras adecuadas hasta que eventualmente empezó— con mucha calma— a hablar.

 

[Yo no, er, le tengo miedo, um, a las arañas.] Dijo.

 

[¿Qué?] Preguntó, estupefacto.

 

Los hombros de Monica saltaron. Miró abajo y empezó a jugar con sus dedos.

 

Lo más que Bernie la miraba, lo más impasible se veía. Sus gestos eran simples y sinceros, y ya que probablemente sería tan encantadora como cualquier otra si sonreía, su rostro se mantenía como una piedra, salvo por su lento y ocasional pestañeo.

 

Monica se mantuvo en silencio y sin expresiones por unos momentos, pero eventualmente empezó a murmurar otra vez, apenas moviendo sus labios. [Pero si la araña se hubiera metido en mi boca, um, me habría sentido mal por ello… Estoy feliz que tú, um, la salvaras antes que e-eso pasara.]

 

[¿Qué tipo de lógica es esa?] Bernie preguntó, rascando su mejilla. Luego le preguntó algo que había estado en su mente. [Y la forma en la que hablas es bastante rara. ¿Viniste a este reino de otra parte?]

 

Monica agitó su cabeza de arriaba hacia abajo, su rostro aún sin expresiones. Al parecer, no era una extranjera.

 

[Lo siento…] Murmuró. [Yo, um, practiqué hablar, pero…] Se detuvo, luego tomo un aire antes de exhalarlo otra vez. Sonaba a que de alguna manera había olvidado respirar. [Hubo largo, um, período de tiempo cuando… bueno, no le hablaba a nadie… así que yo no, er, soy buena en ello…]

 

Había pasado un largo tiempo sin hablar con nadie. Así que tiene una razón, Bernie pensó. Juzgando por lo delgada que era— demasiado para alguien de trece años— y su horrible complexión, podía hacer una suposición que sus circunstancias habían sido menos que ideales.

 

Bernie se agachó ante ella y extendió una mano. [¿Puedes pararte?]

 

Los ojos de Monica se abrieron mientras miraba a su extendida palma. Luego, abruptamente, apretó el bolsillo de su uniforme. [Um, yo no… tengo mucho, um, dinero…]

No había esperado eso. Su boca se retorció.

 

[Espero que pienses mejor de mí que eso.] Dijo. [Soy un orgulloso miembro de la Casa Ambard. Nunca te sonsacaría dinero.] Tomó su mano y la puso de pie.

 

Incluso entonces, se veía algo distraída— como una marioneta siendo jalada por un titiritero. Bernie saco algo de polvo en su uniforme, y sus ojos se abrieron un poco más. El cambio en su expresión fue infinitesimal, pero lo hizo raramente feliz saber que había causado algún cambio.

 

[Eres todo un problema, ¿verdad?]

 

[Yo, um, lo siento…]

 

[¿No deberías decir gracias en cambio?]

 

Los labios de Monica se apretaron un poco. Fue un movimiento tan minúsculo para ser considerada una sonrisa, pero las esquinas de su boca se levantaron.

 

[Gracias…]

 

Cuando oyó esas palabras, Bernie sintió un leve sentimiento de satisfacción en su corazón.

 

✽✽✽✽✽

 

[¡Bernie! ¡Bernie, ayúdameee!]

 

[¿Hoy qué es?]

 

[Esta pregunta de nuestra tarea de historia— no lo entiendo nada.] Monica dijo, mostrándole la página en su cuaderno.

 

Desde su rescate, Bernie había empezado a ayudarla más frecuentemente y ella había llegado a apoyarse en él. Después de todo, ella era una chica tonta y simplona que se tropezaría con la nada, cuyo cabello era un constante desastre, y quien siempre perdía sus pertenencias. Ciertamente había muchas cosas con las que ayudarla.

 

Aunque las notas de Monica rivalizaban con las de Bernie en fórmulas mágicas y matemáticas, sus notas generales eran terribles— historia y lingüística en particular le causaban muchos problemas.

 

[¿Qué haré contigo?] Suspiró mientras abría su cuaderno y empezaba su explicación.

 

Una vez terminaba, Monica murmuró. [Bernie, eres increíble.]

 

[Esto es básico.] Respondió casualmente, aunque le gustaba que Monica lo mirara con tal respeto.

 

Últimamente, el hablado de Monica parecía estar siendo más fluido y su rostro más expresivo. Cuando estaba en problemas, vendría llorando a él, y siempre que le enseñaba algo, una pequeña sonrisa como una flor florecía en su rostro.

 

Hacía sentir a Bernie bien consigo mismo. Él había llevado el cambio en ella.

 

[Gracias, Bernie.] Dijo.

 

[De nada.]

 

Pequeños cambios como esos nunca fallaban en llenarlo con orgullo. Pero la verdad era… él sabía qué pasaba. Levemente.

 

Sabía que el cabello de Monica era un desastre porque sus compañeros de clase lo cortaban contra su voluntad. Sabía que perdía cosas tan a menudo porque se las robaban y ocultaban.

 

Bernie pretendía no ver nada de ello, aunque, seguía ayudándola. Inconscientemente, quizás, quería que esté aislada. Entre más aislada esté, más se apoyaría en él.

 

Y mientras se apoyase en él, podría mantener al siempre confiable estudiante de honor en sus ojos.

 

Como una escuela para magos en entrenamiento, era lógico que Minerva enseñara magia práctica. Sin embargo, se les prohibía a los estudiantes probarla hasta seis meses después que se inscribieran. Cuando se usaba o manejaba mal, una poderosa arte como la magia podría ser desastrosa y llevar a todo tipo de tragedias. Por ello, los estudiantes, estudiarían las bases por medio año antes de moverse a la práctica. Bernie había estado en Minerva por tres años; podía usar la mayoría de hechizos de nivel intermedio e incluso unos de alto nivel. Más importante, era el único en su grado que había aprendido a recitar rápido. Debido a eso, sus notas en práctica no tenían rival.

 

Monica, por otro lado, era un estudiante relativamente nuevo y recién había empezado a practicar sus bases. Su entendimiento de la fórmula mágica era bastante alto y Bernie estaba convencido que mientras pudiera controlar su maná, podría alcanzarlo en un pestañeo.

 

Pero en el primer día de práctica, Monica se paró frente al atril y no dijo nada.

 

[¿Cuándo empezarás?]

 

[Ah… Um… Ummm…]

 

Macragan la apresuró, pero los labios de Monica temblaron. Parecía que estaba a punto de desmayarse.

 

Bernie le había ayudado a practicar antes de clase. Su construcción de fórmula era perfecta y tenía un sólido entendimiento de los fundamentos del control de maná. No había forma que un hechizo de principiante como ese fuera mejor que sus habilidades.

 

Y la clase terminó antes que ella lograra decir una sola palabra, mucho menos lanzar el hechizo.

 

Mientras su descanso empezaba, Bernie se acercó a Monica. [¡¿Qué fue eso?!] Demandó. [¡Tu teoría era perfecta antes!]

 

Monica, al borde de las lágrimas, se agachó y jugo con sus dedos. [P-Pero había tantas personas alrededor, y, um, me da miedo… hablar…]

 

Al final, Bernie se dio cuenta. Mientras Monica había mejorado al hablar con él, apenas decía una palabra a los demás.

 

[Yo… de verdad me da miedo hablar… frente a las personas. Me da miedo que todos me miren al momento que digo algo… Me da miedo sus ojos…]

 

[Aunque a este paso, nunca serás capaz de usar magia.]

 

Monica estornudo y bajó su cabeza. Debió haber estado frustrada, justo como él. Había visto de cerca cuán en serio se había devotado a sus estudios.

 

Desearía poder hacer algo por ella, pensó— y luego un plan empezó a formarse en su cabeza. [Ya sé.] Dijo. [Si no eres buena hablando frente a personas, solo tienes que reducir tus cánticos.]

 

[¿Huh?]

 

[Te enseñaré cómo hacer el rápido recitar. Si lo aprendes, solo necesitarás decir la mitad de todo. Será fácil para ti, ¿cierto?]

 

La mirada de Monica empezó a vagar y jugó con sus dedos más. [P-Pero… recitar rápido… es algo usado por grandes magos, ¿cierto? ¿Sería yo… capaz de hacerlo?]

 

[Sé que puedes.] Insistió. [Porque sé cuán duro has estado estudiando las bases.]

 

Ella era tratada como una pendeja por sus compañeros, pero su entendimiento de fórmula mágica era la mejor que había visto. Con su intelecto, debería ser capaz de comprender incluso fórmulas usadas por grandes magos en un pestañeo. Su talento podría rivalizar con el suyo. NT; Se usa la palabra pendeja por el dialecto que se usa.

 

[Estoy seguro que entenderás el rápido recitar en un instante.] Bernie continuó, su tono más apasionado de lo usual.

Monica pestañeó. Luego sonrió y dijo. [Bien… yo, um, daré lo mejor. Eh-heh-heh. Siempre sabes qué hacer, Bernie.]

 

[Hmph. Claro que sí.] Respondió, hinchando su pecho. [Seré un Sabio un día.]

 

Monica sonrió y asintió. [Sí. Sé que lo serás. Eres increíble.]

 

El honesto alabo de Monica tocó el corazón de Bernie.

 

Bernie ni una vez había dudado que tendría un futuro brillante por delante.

 

No de ninguna manera…

 

 ✽✽✽✽✽

 

[¡Bien! Siguiente. Monica Everett, por favor empieza.]

 

Era el segundo día de Monica en práctica de magia. Los otros estudiantes se rieron, diciendo que la clase probablemente terminaría antes que la pendeja pudiera hacer algo.

 

Bernie observó a los otros en anticipación. ¡Todos van a estar sorprendidos cuando vieran a la chica que llaman pendeja desvelar sus habilidades de rápido recitar!

 

Luego de hacerla pararse frente al atril, los ojos de Monica se mantuvieron fijados en el fuego de una candela frente a ella. La primera prueba era apagar la llama sin usar magia de viento. Pero incluso si no podías extinguirla, solo hacerla parpadear era suficiente.

 

Cerró sus ojos y apuntó su dedo a la llama de la candela. Bernie observó con el aliento contenido por el cantico acortado a salir de sus labios.

 

Pero Monica no movió su boca.

 

¿La dificultad del cantico rápido la había dejado más nerviosa que antes? Por un momento, se preguntó si se había desmayado parada— pero entonces, oyó un resoplido de viento.

 

La punta de la candela al final del dedo de Monica se desprendió, cortada por una cuchilla invisible. La misma llama, sin embargo, cayó a la base del candelero y continuó quemándose.

 

Mientras todos estaban tratando de entender lo que había pasado, los ojos de Monica se abrieron un poco y señaló a la llama en la base del candelero.

 

Un momento después, cerca de una taza de agua se formó arriba del candelero, envolviéndose alrededor de la llama y apagándola. Pero plan no terminó allí— el agua quedaba, una esfera ahora flotando en medio del aire. Sin palabra, Monica ondeó su dedo y la esfera se convirtió en una pequeña serpiente.

 

Para ese punto, todos sabía lo que había pasado. Monica estaba usando magia sin recitar.

 

Estaban sin habla, sus ojos grabaron la escena frente a ellos— para la escena sin precedentes de magia sin cantico, algo que nadie había visto antes.

 

Y quien lo había dominado era la pendeja que apenas podía hablar frente a otros— Everrett la Muda.

 

Bernie observó en asombro.

 

Esto es absurdo. Absurdo… 

 

Solo le había enseñado a Monica el rápido recitar. Nunca lo había visto— nunca había oído de magia sin cántico.

 

¡No le enseñé nada de eso!

 

Toda la magia, desde los hechizos principiantes como aquel que produce un poco de viento, requería que el lanzador calculara una fórmula, luego recitar para sostener su maná. Sin seguir este proceso, un hechizo no se activaría.

 

Quizás algo pudo encontrar la solución optima para tal compleja fórmula, serían capaces de dejar el recitar. Pero esa solo era una teoría. Ningún mago, en ningún punto de la historia, había poseído tal mente.

 

Pero… ¡Pero ella…!

 

La comprensión de esa teoría— una espectacular hazaña que dejaría su marca en la historia— estaba pasando justo ante sus ojos.

 

[Es in milagro.] Alguien murmuró.

 

Tenían razón. Era un milagro. Y quien lo realiza era una chica que había empezado a aprender magia solo hace seis meses: Everett la Muda— Monica Everett. Ella era un verdadero genio, más allá de lo que cualquiera podría esperar alcanzar con esfuerzo y trabajo duro.

 

Mientras Bernie se daba cuenta de eso, fue superado con la desesperanza.

 

Observó a Monica, vio a todos en sus ojos, y sintió envidia y una oscura ira.

 

¡Si no hubiera estado aquí, había estado sola en esta clase! ¡Sin él, no pudo haber hecho nada!

 

Bernie apretó sus dientes. Se sintió traicionado y detrás de las lentillas de sus lentes, celos ardieron en sus ojos.

 

  ✽✽✽✽✽

 

El ambiente de Monica cambió drásticamente luego que su habilidad fuera revelada. Se convirtió en una estudiante becada y fue asignada al laboratorio del Profesor Gideon Rutherford; el hombre era la máxima autoridad en Minerva y les había enseñado a varios estudiantes que habían pasado a ser seleccionados como Sabios. La palabra en los labios de todos era que Monica eventualmente se uniría a sus números.

 

El Profesor Rutherford empezó a darle clases directa y personalizadas, y Monica dejó de aparecer en las clases normales. Naturalmente, significaba que tenía menos oportunidad de ver a Bernie también.

 

No le había dicho nada desde el día que había usado magia sin cántico. Había tratado de hablarle varias veces, pero siempre la ignoraba. Fue en ese punto que la idea de Bernie de su perfecto futuro empezó a retorcerse y distorsionarse.

 

Incluso si la ignoraba, aún oiría de sus hazañas ya sea que le gustara o no— acerca de su desarrollo de una nueva fórmula mágica, o de exitosamente invocar a un Rey Espiritual o así. Una de las más populares historias era de cómo había usado magia sin cántico durante el combate de entrenamiento contra el chico más problemático de la escuela y lo supero en cuestión de segundos. Ese incidente provo que sus increíbles talentos podían ser usados en batalla también.

 

Bernie empezó a entrenar con sin descanso, tratando de alguna manera cerrar la brecha entre sus habilidades y su genio. Pero como resultado, contrajo envenenamiento de maná y tuvo que ser enviado a la enfermería.

 

Retorciéndose del dolor mientras el maná acaba con su cuerpo, la maldijo. Ella había causado todo su sufrimiento. Era la razón que las cosas le salieran mal. Todo— todo era su culpa.

 

¡Si no fuera por Monica, mi vida habría sido perfecta!

 

✽✽✽✽✽

 

Dos años habían pasado desde que Monica y Bernie se conocieron. Ese invierno, mientras Bernie cumplía quince, Monica fue seleccionada como uno de los Siete Sabios.

 

Minerva entró en un frenesí al nombramiento del más joven Sabio en la historia— las cosas fueron especialmente animadas en el día de su ceremonia de inducción y desfile. Pero a oídos de Bernie, todos sus aplausos y admiración no eran nada más que in irritante sonido.

 

Incluso como un hijo de repuesto, Bernie había creído que si dominaba la magia y se convertía en un Sabio, los otros lo reconocerían. Y nunca había dudado que podría hacerlo.

 

Pero no lo había logrado— sino Monica. Bernie no había llegado ni a la competición de calificación.

 

Podía oír las voces alagando a Monica desde cada rincón de la escuela. Incapaz de tolerarlo, estaba en proceso de buscar un lugar lejos de las multitudes cuando alguien dijo su nombre desde atrás.

 

[¡Bernie!]

 

La joven voz no había cambiado en dos años. Nunca la confundiría. Apretando sus dients, Bernie se giró y vio a Monica correr hacia él.

 

Como uno de los Siete Sabios, ya no era un estudiante de Minerva. Usaba la hermosa túnica bordada en hilo de oro que solo los Sabios se les permitía usar. En su mano, tenía un largo báculo decorativo— otra vez, uno que solo los Sabios llevaban.

 

Apretó el báculo a su pecho y jugo con sus dedos. Sus acciones eran infantiles, era demasiado pequeña para su edad y su rostro era juvenil e inmaduro. Monica no era diferente a cuando Bernie la había conocido.

 

Excepto que ya no era Everett la Muda. Ella era uno de los Siete Sabios— La Bruja Silenciosa.

 

[Bernie, yo, im, siempre que querido, bueno, agradecerte—] Su rostro rojo mientras daba lo mejor para poner sus palabras en el orden correcto.

 

Bernie con frialdad la cortó. [¿Por qué? ¿Para burlarte de mí?] Preguntó.

 

[¿Huh…?] Monica se congeló.

 

Oh, qué bien se sintió. Sonrió. Quería ver su rostro retorcerse del dolor.

 

[¿Agradecerme?] Continuó. [Ha. ¿Estás tratando de ser sarcástica? Me has estado viendo bajo el hombro todo este tiempo, ¿verdad?]

 

[¿Q-Qué?] Balbuceó. [No… No, que no. Siempre te he considerado… un amigo cercano…]

 

[No eres mi amiga.]

 

Los ojos de Monica se abrieron y empezaron a formar lágrimas.

 

Lastímala más. Pensó. Lastímala tanto para que nunca se recupere. Hazla pedazos. ¡Llévala a la locura!

 

[¿Viniste a verme, vestida en tu túnica de Sabio? Estás siendo sarcástica. ¿Te hace sentir bien pensar de mí como un idiota? ¿Para menospreciarme? Quiero saber. Dime, o gran y poderoso Sabio.]

 

Lágrimas caían de los ojos de Monica y empezó a sollozar con un niño, la punta de su nariz se puso roja.

 

Su miserable expresión, el sonido de ella llorando— de alguna manera lo satisfacía.

 

[¿Oh? No creía que los Sabios podrían verse tan patéticos. Ciertamente no te ves como uno. Será mejor que vivas en una cabaña en la montaña en algún lugar lejos de todos.]

 

Se puso de rodillas en el lugar, enterrando su rostro en sus manos y llorando. Bernie rápidamente la pasó, su corto cabello rubio meneándose por el impulso. Sintió un pequeño sentido de satisfacción mientras escuchaba su miserable llanto.

 

Un rato luego de eso, Bernie no escuchó nada más de las hazañas de la Bruja Silenciosa. El rumor decía que estaba llevando una vida de ermitaño en una cabaña en la montaña en algún lugar. Ella y Bernie probablemente nunca se volverían a encontrar.

 

Será mejor de esa manera, pensó…

 

Así es cómo Bernie Jones finalmente recuperó la paz y calma en su corazón.

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