Prólogo
[¡Oh, wow! ¡Mira, Tuna, una máquina de
vapor Leinster! ¡He leído de ellas en libros, pero nunca había visto una
máquina en pleno movimiento! ¡No puedo creerlo!] Un chico con cabello azul
gritó— mi hermanito, Niccolo Nitti. Se echó a correr mientras el tren se movía
por la parada en la frontera oeste de la Planicie Avasiek.
[¡D-Don Niccolo, con cuidado! ¡Don
Niche, si me disculpa!] Tuna lo persiguió en pánico. La hermosa asistente de mi
hermano, una hija de los Solevinos, fieles sirvientes de nuestra casa, tenía
sangre elfica en sus venas. Su padre adoptivo, Toni, nos había traicionado por
la Iglesia del Espíritu Santo. Perderlo en la batalla final por la ciudad del
agua debió haber sido una sorpresa, aunque no mostraba tristeza. Mi hermano no
la merecía.
Han sido tres meses que habían pasado
desde nuestra tregua con los Leinster. Incluso el Principado de Atlas, hacia el
sur del continente, estábamos empezando a oír la llegada del invierno. El
refugio de las colinas no podía evitar por completo el frío viento y sentía un
escalofrío incluso en plena luz del día.
Niccolo y Tuna se veían bien preparados
contra el viento en abrigos a juego, gorras de lana tejidas, bufandas y
guantes. Aunque, estarían viajando al sur del Reinado Wainwright y luego la
capital real en favor de la Casa de Nitti. Mejor les advierto que se cuiden
antes de partir. Y que se dirigían a la capital real porque la iglesia les
tenía de objetivo otra vez.
Niccolo no estaba solo en la emoción en
su primer viaje en tren; los otros niños yendo a estudiar a las capitales sur y
real compartían su entusiasmo. Mercantes y oficiales de Atlas también
observaban la maquinaria con interés. Les di una mirada antes de girarme a
chequear nuestros alrededores cercanos.
Hermoso cabello negro con motas de
plumas grises distinguía a la mujer que escoltaría al par a la capital real con
un grupo de maids Leinster. Había accedido a ser guardaespaldas. Supongo que no
podía permitir relajarme un poco hasta la ceremonia de partida.
[El frío no ha apagado el espíritu de
los pequeños.] Un repentino comentario salió.
Me giré para encontrar a un modesto
hombre con lentes y cabello castaño con tintes grises. Ojos rasgados y
complexión regordeta probablemente eran sus rasgos más remarcables.
[Marqués Atlas.] Dije. [No me di cuenta
que estaba asistiendo.]
Este hombre tenía el nombre de Ray
Atlas. El anterior Marqués Atlas había encontrado un inesperado final durante
la batalla por la ciudad del agua y su legítimo heredero, el general Robson
Atlas, había caído luchando con uno de los apóstoles de la iglesia, Io la “Flor
Negra” Lockfield, en el Fuerte de las Siete Torres. Como resultado, el tercer
hermano había asumido el título. No había apariciones públicas antes de su
sucesión, dejando su carácter y habilidad muy desconocidas. Oí que era de mi
edad— veinticinco— pero se veía más grande.
[Solo para llenar espacio en la
ceremonia.] El marqués respondió sin girar. [Y llámame Ray. Sabes que soy
marques solo de nombre. A como están las cosas, nadie en este principado te
supera en rango, Don Niche Nitti. Toca mi casa acepta eso. Al fin que, el
hombre que forjó un contrato con el dragón de agua te dio su sello de
aprobación.]
Sonreí, recordando la bizarra posición
en la que me había colocado. Un joven había repelido a la vampiresa Alicia
Coalfield, un dragón esquelético con mi hermano y Tuna en su núcleo y varios
apóstoles de la iglesia para salvar a la ciudad del agua, luego intercambio un
voto con el dragón de agua— Allen, el Cerebro de la Dama de la Espada. Sus
palabras en el consejo de los Leinster en la capital sur regresaron a mí:
[Niche, el Principado de Atlas está en
tus manos.]
Mientras decía una letanía de
maldiciones en mi cabeza undécima vez, los ojos del marqués se abrieron, aunque
se fruncieron.
[No hemos estado en paz en tres meses y
los Leinster ya han dejado huellas desde el centro de su viceducado hacia
nuestra frontera como si fuera nada. Durante la guerra, el Cielo Escarlata no
lanzó ni un solo hechizo en batalla y la Dama Ensangrentada solo movía su
espada un poco en Avasiek y algunas ciudades. La Dama Sonriente, quien dicen
que vino con los griffins, nunca dejo la capital del viceducado.] Se pausó.
[Supongo que nunca debimos entrar en batalla.]
[No podría contradecirte.] Dije.
Esta sucesión de batallas había dejado
profundas cicatrices en la Alianza de Principados. Atlas se había separado y
empezado su camino como nueva nación vasalla con el respaldo Leinster. Los
cuatro principados del norte restantes estaban luchando contra el parón
económico por los ataques griffins en puertos, puentes y carreteras. Tres de
los seis marqueses del sur habían caído ante los asesinos de la iglesia. Otro,
Fossi Folonto, se había convertido en un traidor y apóstol. Eso solo deja a la
anciana Marquesa Rondoiro, quien había perdido su brazo izquierdo y Carlyle
Carnien. Y en cuanto a la ciudad del agua…
[¿Seguro que no deberías ir a la
capital real?] El marqués preguntó.
Observando a mi hermano charlar
emocionado con Tuna frente al tren, agité mi cabeza. No tenía necesidad de
mantener a Ray Atlas en la oscuridad; compartíamos un deber y un entendimiento.
[Las demandas siguen acumulándose. Extender los caminos a la capital de Atlas,
enlistar griffins al mapeo, apoyar a esos que perdieron a su familia en la
guerra, reclutar agentes capaces… no puedo permitirme salir. Puedo apelar al
Cerebro de la Dama de la Espada, pero al final él tiene tanto en su propio
plato como yo. Ten en cuenta eso— honestamente cree que si puede hacer algo,
cualquier otro podrá. Dale una oportunidad y te encontrarás en mis zapatos.]
[Eso demuestra lo mucho que confía en
ti. Mr Allen escribió que deberíamos dejártelo todo a ti y él tomará toda la
responsabilidad. El rumor dice que el diabólico director de Allen&Co te
considera un rival.]
Resoplé. Allen&Co— el nombre común
de una alianza comercial lanzada por las casas ducales de Leinster y Howard— había
tomado un papel activo en reconstruir Atlas. Estaba ganando influencia con
rapidez en negocios de comida, licor, ropa y varios materiales en bruto y todo
lo demás que necesitábamos. Y no podía negar que cada carta que recibí de la
chica que fungía como su líder incluía las palabras. [¡Nunca me derrotarás,
¿entiendes?! ¡Allen confía más en mí!]
¿Cómo se había llegado a esto? Rasqué
mi cabello mientras recordaba lo que el joven y yo habíamos dicho cuando nos
habíamos reunido en la casa principal Leinster hace dos meses.
✽✽✽✽✽
[Estamos aquí para “ceder la Planicie
Avasiek, reconocer la independencia de Atlas, renunciar a los libros antiguos o
de hechizos que los representantes del reino solicitaron, castigar a esos
involucrados con la Iglesia del Espíritu Santo, repatriar a los prisioneros a
toda velocidad, mantener el estatus social de los residentes que huyeron al
territorio Leinster durante la guerra y restaurar el honor de Robson Atlas”.
Eso es más o menos y puedo aceptarlo. Pero…] Miré al joven con cabello castaño
sentado frente a mí. Allen, el Cerebro de la Dama de la Espada, usaba una
camisa blanca con pantalones negros. Sus manos estaban llenas de papeles, los
cuales había estado procesando mientras hablábamos.
En un sofá cercano, una mujer se
postraba bebiendo té, su largo cabello escarlata brillaba a la luz del sol que
pasaba por las ventanas. Lydia Leinster, la Dama de la Espada y la hija mayor
del duque.
[¿Qué significa esto?] Demandé.
[¿Hm? ¿De qué?] Allen detuvo su
bolígrafo para darme una mirada escéptica.
[¡No pretendas que no lo sabes!]
Respondí, apretando mis dientes a su insufrible actitud. [¡¿Qué está haciendo
mi nombre en un artículo suplementario para un tratado de paz internacional?!
¡Dice “Niche Nitti será inducido por la Casa Ducal de Leinster”!]
Mis palabras se quedaron en el aire por
un momento. [¿Quién sabe? P-Por qué tú—]
Tan pronto me había acercado a él con
ira que ardientes ascuas llenaron el aire. Me hice atrás y me congelé en seco.
El joven me dio una mirada mientras
esparcía las ascuas con un movimiento de su mano izquierda. [Lydia.] Dijo.
[Desearía que no lanzaras el Firebird en interiores.]
[¡¿Perdón?!]
[No veo por qué te enojas conmigo. ¿No
soy Tu Alteza?]
[¡Sin títulos!]
A mi pesar, la indignada Dama de la
Espada mostró su muñeca izquierda, girando una daga de fuego. Un golpe que
sería fatal. Aunque Allen lo desvaneció con un giro de su bolígrafo.
¡Idiota!
El autoproclamado “tutor privado” me
dio la espalda y dijo. [Niche, el Principado de Atlas está en tus manos. Las
noticias ya han llegado a los líderes de las casas relevantes al igual que a Su
Majestad Real, así que a esos a los que les interesa tienen los ojos en ti. Se
me dijo que nadie objetó. También he asegurado la aprobación del Dux Pirro
Pisani. Aunque tu padre, el anterior diputado Nieto Nitti, partió de la ciudad
del agua luego de tomar la responsabilidad pública por sus lazos con la
iglesia, también dio su bendición.]
[¡¿Qué?! ¡¿C-Cuándo hiciste…?!]
Poco tiempo había pasado desde que los
planes de la iglesia habían llevado a la ciudad del agua a casi la ruina. Lo
que es más, Allen y sus compañeros se habían quedado allí hasta hace unos días,
atendiendo la misteriosa enfermedad de la Marquesa Carlotta Carnien. No podía
imaginarlo encontrando el tiempo para hacer tales arreglos.
El joven puso sus brazos en el
escritorio, sin inmutarse por mi mirada: [No debería decirte lo mucho que los
apóstoles e inquisidores de la iglesia han estado involucrados en la rebelión
Algren y los conflictos que explotaron— llevando a cabo las órdenes de una
chica que se hace llamar la Santa. Lo que pasó en la ciudad del agua no deja
duda que no repararán en nada para alcanzar su fin. Ni el reinado o los
Leinster y las casas del sur pueden permitirse la mano de obra para reconstruir
Atlas.]
[Podemos con los gastos.] La Dama de la
Espada añadió, pasando atrás del escritorio y descansando una mano en la silla
de Allen. [Pero no podemos enviar personas. Y como probablemente has supuesto,
mi casa necesita resultados que atraerán a los otros cuatro principados.
Considerando que refugiaremos a Niccolo y Tuna por cualquier intento futuro de
la iglesia casi seguro en ellos, no diría que estás recibiendo un mal trato.
¿Verdad?]
[Estoy agradecido por eso y por
asegurar que mi padre o nuestros sirvientes no tendrán culpas.] Dije,
consciente de la mala cara que he estado haciendo. [¡Pero eso no me dice por
qué! ¡¿Por qué yo?! Puede haber otro capaz—]
[Nop, solo tú.] Allen habló con una
certeza que me dejó sin palabras. Dejando sus papeles en el escritorio, me miró
directo a los ojos. [Cuando Alicia lanzó el hechizo tabú Everlasting Scarlet
Deam y el dragón se manifestó, pensé que las cosas no podrían empeorar. No
tenía idea si siquiera teníamos una posibilidad. Aunque…] No pude alejar la
mirada. [Nunca te rendiste.]
Aunque, sentí la calidez fluir mi
pecho. ¡Este hombre— el compañero que envidiaba y me rehusé a darle una mano en
la Academia Real— estaba alabando a Niche Nitti desde el fondo de su corazón!
Allen sonrió mientras firmaba un
documento. [Firmaste y diste lo mejor por mantener tu palabra conmigo al
rescatar a los ciudadanos que no escaparon a tiempo. Resistiendo la
desesperación y miedo, peleaste hasta el amargo final.] Entregándole el papel a
la noble detrás de él, añadió un comentario que me hizo vacilar. [Mi padre me
enseñó cómo llamarle a personas así: Héroes.]
No sabía qué decir. Perdido, me giré a
la noble detrás de su silla. [¿Dama de la Espada?]
[Dice cada palabra en serio.] Declaró,
mirando el papel. [Deja de resistirte y acepta que tu suerte se te ha acabado.]
¡Nunca podré con estos monstruos!
[Humph. Supongo que me cedes la
autoridad a mí. ¿Te detuviste a pensar que puedo usarlo en tu contra?] Pregunté
de golpe, aunque no planeaba hacer tal cosa. [Carlyle puede ser manso en tus
manos ahora que tienes a su esposa, pero no yo.]
Las maquinaciones de Fossilo Folonto,
el marqués traidor, había dejado a Carlotta con una misteriosa y prolongada
enfermedad— el resultado de una maldición similar a la “fiebre de los diez
días” que una vez habían arrasado a la capital real. Ahora que la magia de
purificación de la Princesa Cheryl Wainwright y Lady Stella estaba acelerando
su recuperación. Una vez recuperara su fuerza, incluso podría visitar la
capital real. Y Carlyle, quien se había aliado con la iglesia para salvar a su
esposa, nunca iría contra el Reinado Wainwright otra vez. Claro, tampoco yo.
La Dama de la Espada le dio una
maliciosa mirada a mis palabras, pero el joven al que se las había dirigido
solo se veía asombrado.
[Bueno…] Dijo. [Me di cuenta que los
viejos rencores no son fáciles de eliminar, así que supongo que no puedo
culparte. ¡Hice la recomendación, así que mi reputación sufrirá su sale mal,
pero es todo! Los Leinsters no serían tan malos como para dañarte, Niccolo, o
Don Nieto Nitti solo porque no eres cooperativo.]
¿No se refiere a…? ¡¿Baso mi
recomendación con su gloria?! ¡Absurdo!
Mientras me paraba congelado, Allen no
hizo más que otro comentario de credulidad.
[He hablado con el Marqués Ray Atlas
también. ¡Lo que sea que hagas, lleva la paz a Atlas y los principados del
norte! Yo estaré en la capital real, trabajando reevaluando la fiebre de los
diez días, mejorando la sobre desarrollada afinidad a la luz de Stella,
descifrando las notas de la Duquesa Rosa Howard, y claro, haciendo mi trabajo,
enseñar. Estoy reclutando a un secretario capaz como tú mientras hablamos, así
que espero reunirme con ellos.]
¡¿Ya hice un trato con el nuevo
marqués?!
Miré a la joven de cabello escarlata,
pero solo gruñó. No debió haberlo sabido.
De cara al prospecto del salvador de la
ciudad del agua escogiendo incluso a mi secretario por mí, tomé un profundo,
aunque áspero respiro para calmarme, entonces enderecé mi formal traje azul y
mi espalda. [Entiendo todo. Yo, Niche Nitti, juro hacer todo a mi poder, por
poco que pueda ser. Pero ¿puedo señalar una última cosa?]
[Sí, claro.] Allen asintió.
Si las miradas pudieran matar, la
mirada que le lance a su sonrisa lo haría. Digo…
✽✽✽✽✽
Una risa se me escapó mientras
recordaba la asombrada expresión en su rostro. Incluso él podía sorprenderse.
El marqués me dio una mirada de
asombro, pero entonces un silbato de vapor sonó. Los chicos y las chicas
saltaron de alegría. Ray Atlas había perdido su oportunidad de hacer preguntas.
[Debe ser hora. Si me disculpan.] Dijo,
el borde de su desgastada túnica gris ondeaba mientras empezaba a caminar.
[¡Ray Atlas! Solo dime una cosa.] Llamé
el regordete marqués, aunque no quería. [¿Por qué cooperar conmigo? El asesino
que se aprovechó del caos en la ciudad del agua para matar a tu hermano—]
[¡Mi hermano mayor!] Ray Atlas se
detuvo y gritó antes de que pudiera terminar. Su predecesor había caído con el
resto de los bien posicionados aristócratas y senadores quienes “se interponían
en la restauración post guerra de la alianza,” de las manos de mi padre, Nieto.
Sin mirarme, el marqués dijo. [Mi
hermano mayor era un idiota. Cayó ante las adulaciones de los apóstoles, luego
abandonó su deber junto a sus soldados y súbditos cuando huyó a la ciudad del
agua. Hasta el amargo final, nunca reconoció a un bastardo como yo como su
hermano. Claro, lo mismo va para nuestro difunto padre y madrastra. Ni una vez
sentí amor familiar por ninguno de ellos. Pero…] Un fuerte viento sopló,
moviendo la túnica del hombre de lentes. [Mi hermano, Robson… Me amó desde que
fuimos pequeños.]
Entre muchas derrotas, ese tonto había
enfrentado a la enorme armada Leinster en el Fuerte de las Siete Torres. No
recuerdo intercambiar palabras con él, pero conocía su reputación por
adelantado. Algunos incluso habían dicho que tenía madera de un dux.
Mientras Ray Atlas apretaba sus mangas,
noté manchas en ellas. La túnica debió haberle pertenecido a Robson.
[Siempre se opuso a esta guerra. “No
tenemos oportunidad si el Cielo Escarlata, la Dama Ensangrentada y la Dama
Sonriente llegan al campo,” dijo. Verás, había estudiado las historias y a los
miembros de cada casa como pudo. Pero luego de la derrota en Avasiek, cuando
nuestro hermano mayor huyó a la ciudad del agua, él tomó el mando.] El marqués
se bajó de hombros exageradamente. [Originalmente planeaba defender el Fuerte
de las Siete Torres. Estábamos luchando contra los Leinsters. Las
probabilidades de sobrevivir eran pequeñas. Mirando a futuro, la vida de un
mediocre hijo bastado parecía un pequeño precio a pagar para salvar a mi
talentoso hermano. ¿No lo crees?]
No podía responder. Sabía lo que haría
si… si Niccolo intentase tal cosa.
Ray Atlas miró al cielo. [Pero Robson
apartó la puerta a la primera y se dirigió al fuerte— prácticamente rodeado.]
Dijo con un aire de burla. [Nunca antes había gritado así en mi vida. O
golpeado, claro.]
Otro soplido del silbato. La ceremonia
iniciaría pronto. Una chica de los hombres bestia en un traje de maid pasó por
mis ojos.
El marqués encontró mi mirada por
primera vez ese día. [Luego de la tregua, una vez las cosas se habían calmado—]
Dudó. [Recibí un visitante a media noche.]
[¿Quién?] Preguntó. Luego, lentamente.
[¿No me digas…?]
[Trajo a dos maids con él. Una llevaba
una guadaña de doble empuñadura. La otra tenía cabello escarlata. Nunca dejó de
sonreír. Las viajas manos la ponían como la “Cazadora” y un familiar Leinster.]
Allen. Las maids debieron haber sido
guardias. ¿Qué estaba pensando?
Ray Atlas liberó una leve sonrisa,
quizás previendo el evento. [Cuando me armé del coraje de preguntarle la razón
de su visita, respondió, “Espero me permita ofrecer flores en la tumba del gran
General Robson Atlas. La iglesia lo reconoció como una amenaza junto a la
Marquesa Carlotta Carnien.” ¿Puedes creerlo? ¡Eso fue todo! ¡Solo por eso,
entró al que había sido territorio enemigo solo hace unos días sin guardias!]
[Es el tipo de hombre que es.] Dije. Lo
vio como lo corrector por hacer y se rehusó a dejarse influenciar, incluso si
la mayoría de personas nunca podría seguir su ejemplo.
El marqués se quitó sus lentos y cubrió
sus ojos con sus manos. [Luego de darle sus respetos a Robson, dijo, “Tengo una
hermanita, aunque no de sangre, si hubiera estado en los zapatos de Robson,
habría hecho lo mismo que él hizo. Proteger a tu familiar no tiene que tener un
sentido lógico.” Es un gran hombre, la Estrella Fugaz que hizo un trato con el
dragón de agua. Las personas que contamos leyendas de ellos debemos ser como
él.]
[No es que él se dé cuenta de ello.
Llegarás a ver algunas caras graciosas si alguna vez se lo dices.] Expresar la
misma opinión en el recinto Leinster había provocado una rara mirada sincero
desprecio.
Ray Atlas se colocó sus lentes y dijo
una leve sonrisa. Luego se estiró. [Soy un hombre mediocre. Carezco de esgrima,
hechicería, estudios y semblante de un líder. Pero… ese joven se esforzó en
secreto para restaurar el honor de mi hermano a pesar que no ganaba nada de
ello. ¿Quién sabe cuántas veces debió haberse inclinado y suplicado ante los
líderes del reinado? Creo en él— y en ti, el hombre al que le confió absoluta
autoridad.] Los ojos detrás de los lentes se abrieron y encontró mi mirada.
[Ray Atlas tomará toda la responsabilidad. Por favor, dale rienda suelta a tu
talento.]
Me quedé boquiabierto por una respuesta
de cara a este directo comentario. [No tengo talento para hablar.] Dije. [Pero
prometo hacer lo que pueda.]
A eso, Ray frunció sus ojos y curvó sus
labios en una sonrisa. [Oh, casi lo olvidaba. El artículo adicional que le
propusiste al Dux Pisani añadir al tratado de paz en casi absoluto secreto
tiene todo mi apoyo. Le debemos a nuestro salvador una probadita de su propia
medicina.]
Una vez más, el valiente hombre caminó
hacia la estación, donde la ceremonia estaba por empezar. Esperaba trabajar con
él por un largo tiempo venidero. Entre más compañeros que sufren de la
intromisión de Allen, mejor.
Viendo al marqués partir, una chica del
clan comadreja salió detrás de una caja de madera y corrió hacia mí con su
cabello castaño del largo de sus hombros y su esponjosa cola. Jutta, la
secretaria que Allen había escogido para mí, usaba un uniforme de maid cortesía
de los Leinsters. Al parecer la había encontrado vendiendo frutas en la capital
sur. Pero ¿en qué estaba pensando al no usar al menos una túnica en este frío
viento?
Tan pronto me había alcanzado fue que
apretó sus puños y saltó en el lugar, gritando. [¡M-Mestro, creo que es hora!
¡Por favor, de prisa!]
[Deja de llamarme así.] Dije. [Llama
malentendidos.]
[P-Por favor perdo—]
Claro, la disculpa de Jutta terminó
abruptamente en un lindo estornudo, el cual dejo su mirada a sus pies en
vergüenza.
Santo Dios.
Masajeé mi frente, luego envolví mi
túnica sobre la chica.
[¡¿D-Don Niche?!]
[Usa esto y ven.] Dije, empezando a
caminar antes de que pudiera decir otra palabra rara. Podía ver a un emocionado
Niccolo con Tuna siguiéndolo de cerca.
Bien. Como quieras. Dejaste Atlas y los
principados norte a mi cuidado, así que me encargaré de ellos incluso si es la
última cosa que haga.
De pronto, llegué a una parada y miré
al cielo del norte. ¿Qué estaba haciendo nuestro salvador en la capital real?
No descansando. Claro que estaba seguro. Cómo reaccionaría cuando oyera la
clausula que le había propuesto al Dux:
“¿El santuario en la isla central de la
ciudad de agua debe ser cedida a Allen personalmente?”
Una sonrisa se me escapó mientras me
imagina el rostro del autoproclamado “tutor privado” quien había salvado mi
patria.
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