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 Prólogo

 

El desierto, expuesto al abrazador sol, está cubierto por varios gritos que se unen. El lugar donde maldiciones, decapitaciones, y jinetes rugen es un campo de batalla de mezcla de emociones. Con cada cruce de espadas, incontables cadáveres son creados, y venganza sale.

 

Los nublados ojos de la muerte, que miran al vivir con resentimiento, son como el Dios de la Muerte, invitándolos al otro mundo. En el medio de tal infernal escena de guerra, hay un lugar donde una atmósfera diferente está flotando. Es como si existiese en un lugar diferente, separado del ruido alrededor.

 

En tal tensa atmósfera— dos hombres estaban confrontándose entre sí.

 

Uno es un chico usando un parche con una plateada espada blanca, y el otro es un hombre con una piel purpura pálida y una gran espada.

 

[Hemos llegados tan lejos, ¿y ahora alguien va a interrumpirnos otra vez…?]

 

El hombre se quitó el sudor en su flequillo. Su frente, la cual había sido escondida, apareció y exponiéndose un pequeño cristal purpura incrustado en ello al mundo exterior.

 

[Parece que el mismo hombre no me está siguiendo, no.]

 

Fuera de la vista del hombre, el chico parado en una posición tan abierta que alguien pensaría podía ser atrapado con la guardia baja. Pero el hombre lo sintió. Podía sentir el poderoso espíritu de lucha que el chico tenía.

 

No es algo que podía ser alcanzado incluso si has pasado por varias batallas, y los únicos que han desarrollado más sus habilidades pueden obtenerlo— el hecho que este joven chico lo libere está más allá de lo increíble.

 

[Kuku, haha… ¡Es un talento natural!]

El hombre no pudo suprimir la risa al hecho que tal fiero guerrero fuera mucho más joven que él.

 

[Vamos y matémonos entre sí hasta el amargo final— Hey ¡Dragón de un Ojo! ¡El último en pie es el ganador! Tan simple para entender, ¿cierto?]

 

El hombre torció su cuerpo luego de formar sus labios en una sonrisa. Luego el extremo de la gran espada, la cual era tan alto como él, fue enterrada en la arena. El chico quien le dio una vista a ello bajo sus hombros, y—

 

[Sí que estoy asombrado por la raza demoniaca. Verás, no me interesa el matarnos.]

 

Pero a pesar de las palabras, el chico tenía una fiera sonrisa en su cara. Una apariencia que era desproporcionada a la edad del chico— y el hombre sintió un escalofrío al verlo.

 

[Pero me siento un poco irritado ahora. Tendrás que estar preparado para una cierta porción de heridas.]

 

La nada supero al chico. Se hunde en el abismo y removió toda emoción…

 

El chico también levantó su brazo derecho a su pecho y señaló a la punta de su plateada espada blanca al hombre.

 

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