Capítulo 5
Soy Diablo Sith
Hablemos de mi pasado.
El pasado del aventurero que
actualmente se hace llamar día.
La vida de una chica llamada Diablo
Sith.
Tengo un nombre. Cuando se me trajo a
este mundo, mi madre me temía como a un demonio, así que nunca se me dio un
nombre.
Nací con un tremendo poder mágico. Mi
cuerpo también difería de las personas normales. Tenía pequeñas alas. Parecía
que no era un humano puro. ¿Y quién culparía a los padres humanos normales de
tal niño siendo temido por ello? Me entregaron a la iglesia.
Por fortuna, me trataron cálidamente
desde ese punto. El sacerdote me llamó “Apostlekin” y me veneraba. De acuerdo
con la religión principal de la tierra madre, la Iglesia de Levahn, el Apóstol
era considerado un divino agente y representante. El sacerdote de la villa
constantemente exponía la magnificencia de mi existencia y me crio con
amabilidad y respeto.
Para cuando cumplí 5 años, se me
conocía por toda la villa como una máquina de milagros. Entonces, en asociación
con las leyendas de la villa, se me hacía referencia como “Sith”. El legendario
Apóstol, Sith, se decía que ha bajado de los cielos como un enviado de Dios,
haciendo milagros para las personas sufriendo de la pobreza. Esas historias
culminaban con Sith casándose con el Héroe de Leyenda, y las personas de la
villa siendo sus descendientes. Apegándose a la parte de la historia de los
“milagros”, los aldeanos seguían llamándome “Sith”.
Fue alrededor de esos días que mis
padres dejaron de verme con miedo en sus ojos. Aunque no se relacionarían con
la chica de la villa adorada como una deidad y tampoco como sangre de su
sangre.
Realizaba los deberes esperados del
“Apostlekin”. El sacerdote me enseñó a cómo lanzar magia santa, y usaba ese
poder para curar a los aldeanos cuando se lastimaban. Con el fin de mantener
lejos a los monstruos que atacarían la aldea, usé mi fuerza de vida para
levantar barreras. Por el bien de los niños que estaban enfermos, pasé noches
en vela dominando mi magia. Mi poder en verdad era milagroso.
Quizás infantilmente creía que, si
ponía sangre, sudor y lágrimas, conseguiría que mis padres me reconocieran como
su hijo un día. En todo caso, no lo hice, en esos días, sin dudas me dediqué a
vivir como el “Apóstol” de la villa. Aunque todo ese esfuerzo o estudio lo hice
por mí, fue más razón para mi deificación. Los aldeanos empezaban a inclinar
sus cabezas ante mí. Tenían miedo de verme a los ojos. Así de misterioso fue
cómo mi poder había crecido. No tomó mucho tiempo para que mis propios padres empezaran
a inclinar sus cabezas ante mí. Y pronto, las noticias del renacimiento del
Apóstol Sith se hicieron sonar en cada nación.
Para cuando tenía 10 año, finalmente
empecé a tener un verdadero sentido de mi ser. Me di cuenta que perfeccionar mi
magia por el halago y placer de los otros me había aislado. Entendí que mi
poder mágico me había quitado a mis padres, mi forma de vivir, y las personas
alrededor de mí.
Fue cuando eso pasó. La consolidación
del poder conocido como el “estado” se movió para tomarme. Para el gobierno, mi
villa de nacimiento era demasiado pequeña. Usando una mala temporada de cosecha
como su excusa, se me entregó como tributo a ellos.
Viendo atrás, ese fue el inicio de
ello. El momento que finalmente me di cuenta que cuando las personas con poder
quieren algo, lo consiguen.
Desde entonces, me movía de lugar en
lugar. Algunas veces, esperaban que hiciera milagros con el señor de las
tierras. Otras veces, me pusieron a en exhibición para generarle beneficios a
los mercantes. Aunque otras veces, simplemente satisfacía la curiosidad de los
aristócratas. Al final, se me puso a dedicar plegarias para un cierto monarca
en persona. En efecto, los milagros dirigidos para los pobres y necesitados
fueron monopolizados por el poderoso para beneficiarse a sí mismos.
Me estaba amenazando con perder de
vista mis deberes de Apóstol. Ya no sabía por qué estaba viviendo, o qué quería
de la vida. Me encontré necesitando reconectar con mis origines, así que
exitosamente le pedí al estatus permitirme observar mi pueblo.
Allí estaba, mi viejo casco, desplegado
ante mis ojos. Pudo haber sido plano, pudo haber sido simple, pero irradiaba
calidez. Observé a los aldeanos una vez más— pobres, pero viviendo sus vidas
con la fuerza que poseían.
Fui a ver la cada en la que nacía.
Allí, vi a mis padres viviendo sus vidas con sonrisas que nunca antes había
visto en sus rostros. Estaban caminando con un niño, mano a mano. Mi hermano
menor. En algún punto desconocido para mí, había conseguido un hermano menor.
Ese extraño hermano no era mucho mejor que yo, aunque no lo sabía bien.
Mi hermano jugando afuera como el
pequeñín que era. Particularmente amaba cualquier juego que hiciera uso de la
espada, repetidamente proclamando sería un espadachín.
[¡Qué confiable!] Sonrió mi madre.
[¡Puedo enseñarte la espada!] Mi padre
sonrió.
Estaban sonriendo. Riendo.
[Estoy aliviada que tuviéramos un hijo
como tú.]
[¡Siempre quería ser el que le enseñara
a mi hijo la espada si resultaba ser un chico!]
[Eres un buen niño.]
[Eres un tipo fuerte, chico. Un día,
serás un espadachín que ni siquiera un adulto podrá vencer.]
[¡Eres nuestro orgullo y dicha, hijo!]
[Nuestro hijo.]
Algo en mi corazón crujió.
[¿Qué hay de mí?] Murmuré. [¿Qué hay de
mí? Yo trabajé duro. También amo los cuentos de hadas. También quería ser un
genial espadachín, sabes. Decían que el Apóstol puede hacer milagros con la
magia sagrada. Me desviví aprendiendo magia, saben. También díganmelo, mamá,
papá. Es por eso que yo… que yo…]
La villa tenía muchos libros,
particularmente libros contando epopeyas heroicas y cuentos de hadas para así
transmitir varias leyendas. Lo mismo iba para mi casa y para la iglesia. Leer
era mi única forma de entretenimiento entre todas mis obligaciones de Apóstol.
O más bien, era la única forma de entretenimiento que la villa tenía. Mi
hermano había leído las mismas historias y ganado la misma admiración por los
espadachines como yo.
[El mismo… Soy el mismo…]
Antes que lo supiera, me había
aparecido ante mis padres. Para el gobierno, les había asegurado que solo los
observaría de lejos, pero mi cuerpo se movió solo.
[¡¿S-Sith?!]
[¡¿Qué estás haciendo en un lugar como
este?!]
Al segundo que mis padres me vieron,
sus cabezas se vinieron abajo. Ese fue el momento que la emoción de mi corazón
se transformó en tristeza.
[Hey, ¿quién es esta hermosura?]
Mi hermano no me conocía.
Presuntamente, mi madre y padre se empeñaron que no lo supiera. Probablemente
lo criaron con afecto, insistiendo que era su único hijo.
[Yo… Bueno, soy tu—]
[Es Lady Sith…] Mi madre dijo,
interrumpiendo para que no pudiera pronunciar esas palabras. [Ella es el
Apóstol que bajo de los cielos.]
La tormenta de emociones fue tan turbia
que quería morir. Regresar toda la creación a leños y cenizas. Fue el final de
mi vida como el viejo yo, y el nacimiento como el nuevo yo.
Luego de eso, me distancié del estado,
ya que había aprendido que nunca hubo una razón por la que deberías servirles
desde el principio. No pensé acerca de lo que podía pasar a esa pequeña villa
debido a mi descontento, y no quería.
Ahora que sabía lo que quería. Quería
ser como mi hermanito. Renacer como un chico, para crecer leyendo historias de
héroes y aspirar la esgrima, perseguir mis sueños mientras me bañaba en el amor
de mi padre y madre. Quería convertirme en un habilidoso guerrero de la espada
y regresar a los brazos de mis padres como un galante héroe usuario de la
espada.
Era mi único deseo. Y sabía lo que
necesitaba para realizar ese sueño. Al final, solo las personas con poder
pueden tomarlo todo. Podían hacerse con dinero, autoridad, y todo lo que
desearan. Lo entendí a una temprana edad.
Al mismo tiempo, sabía que solo sería
cuestión de tiempo antes que el estado me retuviera otra vez. Sabían lo útil
que era para ellos. Había sido domesticado hasta ese punto, así que fui capaz
de esconderme sin mucho problema. Pero cualquier entidad con el dinero e
influencia que el gobierno pudiera y encontrara, me capturaría en cuestión de
nada.
Así que necesitaba reunir dinero y
poder antes que eso pasara. El dinero y poder que requeriría para resistirme.
Me embarqué en mi viaje, mis ojos en el plano de la historia que brilla más
deslumbrante entre todas las leyendas que había leído— el gigante Laberinto que
aparecía en la tierra madre. Los héroes quienes lo emprendían. Encontrar nuevos
compañeros y enviarles tristes adioses. Vislumbrando dificultades. El oro y
plata esperando más allá de esas dificultades. La gloria que podías ganar…
Toda la información que tenía era sesgada,
y escogí el Laberinto como mi sueño a perseguir. Me lo propuse no como el
Apóstol Sith, sino como un chico normal— y los chicos querían ser espadachines.
Quería olvidarme de la magia santa que me había robado lo que más me importaba.
Tenía el sueño fugaz que si hacía eso,
podría ser capaz de iniciar de nuevo. Caminé directo al Laberinto en la tierra
madre, yendo de forma directa.
Escapé de los bandidos. Me confundí en
los caminos. Fui engañado por mercantes que extendían una mano amiga solo para
terminar beneficiándose. Casi me comen los monstruos. Se me acabó el dinero y
la comida para comer. Y la nación a la que llegué al final de mi largo viaje
fue Vart.
Pensé que podía perder el corazón por
la intensidad de todo esto, pero rápidamente cambié de idea. Después de todo,
mi corazón había estado en pedazos desde hace mucho. Me di cuenta de lo
necrótico, podrido y disfuncional que era. Si de verdad quería dinero y poder,
habría tenido más sentido usar mi magia santa. Fijarme en el Laberinto no me estaba
ayudando con mi “sueño”. Mi alma había perdido todo sentido de balance. En mi
locura, quería que coexistieran.
Al final, me di cuenta que solo era un
niño. Un niño que quería esto y aquello, todo entre ello. Codicioso, centrado,
indulgente, y sobre todo lo demás, doloroso.
Entre este espiral revoltoso, mi cuerpo
se puso inmóvil. Me senté, incapaz de pararme otra vez. Nada tiene sentido. Me
encogí, y lágrimas brotaban de mis ojos. No podía permitirme llorar. No podía
permitirme llorar, pero…
Entonces lo conocí.
El chico con el cabello y ojos negros.
El chico con la quemadura en su cuello.
[Hey, ¿estás despierto?]
Levanté mi cabeza. Alguien estaba allí.
No podía permitirme llorar, porque no era una chica. Ese estúpido afecto tenía
mi espíritu al tope.
Eso tomó lugar un frío invierno, en una
mágica noche mientras nieve caía.
✽✽✽✽✽
El recuerdo se vino.
Había desafiado a un guardián, sin
conocer mi lugar, y mi brazo dominante estaba flojo desde el codo en adelante.
Sin embargo, la ahora espada mojada de sangre que era el brazo de Tida estaba
apuntando para decapitarme.
Por un momento, por un segundo, mis
ojos se centraron en los de Sieg. Él estaba al borde de las lágrimas.
[¡DIAAAAAA!]
Estaba todo herido, pero aun interceptó
la espada de Tida con el fin de protegerme. El flash del acero era filoso, como
las de los héroes que vi en mis sueños. El choque de sus espadas era demasiado
rápido para que mis ojos lo siguieran.
No era el tiempo o lugar, pero pensé
que era hermoso. Y estaba celoso.
Luego de tropezarme, volví a mis
sentidos y traté de arrastrarme para no meterme en el camino de Sieg, pero me
di cuenta de mi error— me faltaba uno de los brazos que necesitaba para
levantar mi cuerpo. Lejos en la distancia, vi mi brazo en el suelo, aún tomando
una espada. Centré mi visión en ello, y murmuré mientras reía.
Ahh… así que este es el fin para mí…
Que vida más falsa la mía. Primero fui
llamado “Diablo”, luego fui llamado el “Apóstol”. Es por eso que había tratado
de vivir como un nuevo yo. Pero la vida de ese nuevo yo fui un retorcido. Mi viejo
yo acabo así, y mi nuevo yo al contrario.
Aún en el suelo, miré en blanco a la
piscina que mi sangriente herida estaba haciendo. Un agudo dolor como un
infierno ardiente ardía en mi brazo derecho; estaba saliendo del carmesí como
una fuente. Con esta cantidad de sangre perdida, mis signos vitales estaban
empezando a quebrarse. Podía saberlo de las dos habilidades que tenía, Divida
Protección y Soporte de Vida, me estaba yendo, estaban ayudando, pero incluso
eso no era suficiente con una herida tan grave. No sería mucho antes que
muriera. Si no recibía tratamiento de emergencia, solo era natural.
Está bien. Está totalmente bien. No
importa. Pero me rehúso a dejar morir a Sieg.
Era el único que arrastró a un simple
empleado a esto. Y no importa cómo lo mirase, tenía que prevenir que muriera
por mi culpa. Sí hacía todo en mi poder para salvarlo, mi propia vida sería
maldecida. Pero mi vida era un precio demasiado barato para pagar; ¿realmente
podía ser suficiente?
Tenía una decisión que tomar. Mi sueño
era más importante que mi vida. Todo este tiempo, puse mi mente en ese ideal.
Pero ¿qué hay de Sieg? Él fue mi primer compañero. La primera persona que
aceptó al chico llamado Dia como ser. Nos habíamos conocido por unos pocos
días, pero me había dado mucho. Se tomó el tiempo de entenderme, y nos habíamos
vuelto amigos.
Así que en contras palabras…
Mi sueño era más importante que mi
vida, pero Sieg se había vuelto más importante que mi sueño. Como tal, lancé
magia sagrada que había jurado nunca usaría otra vez incluso si me mataba.
Realicé el hechizo santo. La luz que había llegado a odiar se generó desde el
interior de mi cuerpo.
El viejo yo se suponía estar muerto.
Aunque aquí estaba ella otra vez con su magia. Era nostálgico. Me tragué la
nostalgia de ello, la sensación de mi alma siendo arrebatada. Un sentimiento
que había probado decenas de miles de veces.
[Sagrado Hechizo.]
Todo lo que quedaba era acabar a este
monstruo “Tida”. Se decía que se especializaba en magia mental, pero su
verdadera fuerza yacía en su amorfo cuerpo. Y justo como la magia de hielo de
Sieg, tenía que hacerlo más sólido y vulnerable. Tenía variedad de hechizos
para eso. Si usaba la plétora de magias sagradas que había dominado desde la
infancia, podía poner la balanza a mi favor.
Estaba por desmayarme. Ser devorado por
la oscuridad era la realidad. Sin embargo, podía ver al enemigo.
Derrótalo, incluso si me mata. No pienses
nada más. Protege a Sieg. Protege a Sieg. Protege a Sieg.
Sentí magia formándose que empujaba mi
cuerpo pasado a sus límites. Mi sueño se acabó, pero lo que había sido
reemplazado me estaba dando la fuerza para llegar a más. Lo cual fue que el
viejo yo quería protegerlo a toda costa.
La siguiente habilidad
ha sido activada: Sobreprotección
Intensifica una
porción de su emoción a cambio de algo de tus emociones.
Ahora por todo lo que existo es por el
bien de Sieg.
No hay comentarios:
Publicar un comentario