Prólogo
Luz blanca bañaba al moribundo
caballero tumbado en el frío altar. Esta vieja iglesia yace dentro de los muros
de una santa ciudadela, el centro del poder en el Reinado del Espíritu Santo. A
la par del altar, una mano se levantó, se encontraba nadie más que nuestra
Santa de túnica y capucha blanca. Me colocaba como el más nuevo de los
apóstoles de la Iglesia del Espíritu Santo, pero incluso yo apenas podía
imaginar la escala del maná de Su Santidad mientras curaba las heridas mortales
del caballero.
¡Es un milagro!
Me sentí tan conmovido que quería
llorar, manteniendo mi encubierta guardia desde atrás de un pilar. Un
escalofrío pasó por las orejas furras escondidas por mi capucha. Con tanto sangre
del clan lobo y demonio en mis venas, no tenía lugar en la cosmovisión de la
iglesia. Ni siquiera sabía cómo se veían mis padres. Para el momento que agarre
consciencia del mundo alrededor de mí, ya había sido esclavizado como un
soldado de los oficiales curiales quienes vigilaban el espionaje y asesinatos.
Mi evaluación había sido simple.
“Con
el vasto maná de un demonio y la fuerte carne de una bestia, el sujeto debería
probar ser útil en experimentos con magia más allá de cualquier caballero
decente o creyente común. Aunque con cuernos, no debería estar sujeto a botarlo
inmediatamente.”
No me habían tratado como una persona.
Aunque, Su Santidad había tomado mis manos manchadas de sangre y concedido la
túnica y puesto de un apóstol— ¡Todo a pesar de tener sangre humana! Incluso
había liberado a muchos más soldados esclavos, dándoles comida cálida y camas.
Sobre todo, me había mostrado la luz de crear “un mundo sin tiranos, donde
ningún niño llora.”
¡Nadie más puede llevarnos a la
salvación!
Con más razón del por qué perder no
solo la túnica y daga que me había concedido, sino incluso un dragón santo en
Rostlay me llenaba de pura amargura. Un día, tendría mi venganza sobre la
despreciable Stella Howard y el Héroe. Cuando lo hiciera, puede resultar
divertido capturar a esa “llave defectiva” que la noble adora— Allen, pensé que
su nombre era— y—
Los jadeos de los caballeros y físicos
llenaron la vieja iglesia.
[¡Oh!]
[¿Puede ser?]
[Es un milagro.]
[¡Larga vida a Su Santidad! ¡Que sea la
gloria!]
El reinado compartía frontera con el reinado
de Wainwright, una barrera de no creyentes y no estábamos lejos. Aunque las
grandes batallas habían cesado hace tiempo, revueltas seguían muchas, y más
luchadores murieron o sufrieron heridas con el pasar de cada día. Las fuerzas
del Duque Alegren particularmente parecían querer luchar. Cuando Su Santidad
había declaro su intención de venir aquí, tuve la temeridad de objetar. Ahora,
sin embargo…
La siniestra radiación se detuvo y el
caballero cerca de la edad media se sentó, luciendo aturdido. Un caballero
femenino con cabello castaño recortado lanzó sus brazos alrededor de él,
llorando. Aquel al que servía nunca equivoco.
Mientras lamentaba mi falta de
prevención, Su Alteza lanzó una afectuosa mirada al par, luego se giró y dijo.
[Por favor, trae al siguiente herido. Mi poder es poco. Pero mientras tenga la
fortuna de pararme aquí hoy, desearía curar a tantos como pueda. Por favor,
préstenme su ayuda.]
Justo entonces, la luz del sol pasaba
por el vidrio manchado rajado detrás de ella. Su sin igual cabello de color
gris brilló con tal místico esplendor que todos nosotros los presentes miramos
con los ojos abiertos y contuvimos nuestro aliento. Me agite.
¡Su Santidad nos salvará— y a todo el
mundo también!
[¡Oímos y obedecemos!] Los caballeros y
físicos dijeron, corazones unidos como uno mientras saludaban y se echaban a
correr. El caballero en el altar derramó largas lágrimas mientras él y el
caballero femenino se inclinaban otra vez y otra vez, y dejaron la iglesia por
voluntad propia.
Su Santidad estaba observándolos irse
con una sonrisa cuando un caballero viejo de cabello y barba gris, lideraba a
muchos otros caballeros llevando una silla de madera entró al cuarto. El líder,
Comandante Dale de los Caballeros del Espíritu Santo, se puso de rodillas.
[Su Santidad, por favor tome este
asiento mientras espera al siguiente afligido.] Rogó.
[Oh no, solo no puedo.] Siempre
humilde, aquella a quien servía agitó su cabeza.
Los caballeros cayendo de rodillas y se
inclinaron tan abajo que sus frentes tocaron el piso. [Por favor, se lo ruego,
siéntese. No puedo negar que nosotros los Caballeros del Espíritu Santo hemos
encontrado la derrota en muchos campos de batalla. ¡No puedo soportar la culpa!
Aunque mortificado como odio admitirlo, no podemos pagarle su buena
misericordia en ninguna otra forma que esta.]
Los caballeros habían aprovechado la
rebelión Algren no solo tomo casi el control completo de la capital este del
reino, sino marcho también hacia su capital real. También habían enviado
fuerzas a la Alianza de Principados, donde oí que habían logrado sus objetivos
en la ciudad del agua. Aunque el hecho de sus derrotas en todos los frentes
seguía.
[Dale.] Su Santidad inclinó una rodilla
y tomó una arrugada mano con las dos suyas sin dudar un momento. No pude
ocultar mi impresión y los caballeros lucían igual de asombrados, pero al Santa
continuó. [No debes decir tales cosas. Los Caballeros del Espíritu Santo
lucharon valientemente en cada campo de batalla. Cierto, sacrificaron mucho y
quizás no lograron todo lo que podíamos esperar para las ciudades que atacaron.
Sin embargo…] Invisible maná llenó el cuarto.
Qué… Qué divino.
[Sus esfuerzos nos trajeron progreso.
Hemos ganado grandes logros, especialmente el retoño más antiguo del Gran Árbol
de la capital real y la tableta del principado de la ciudad del agua. Por
favor, no te rebajes; levanta tu cabeza en alto, como un caballero de cuentos.
Y si debes culpar a alguien, deja sea yo. En el día que el gran hechizo
Resurrection esté restaurado por completo y nuestro sueño se haga realidad,
aquellos que perecieron recibirán su recompensa.]
Los hombros del experimentado caballero
se agitaron mientras sus sollozos resonaban por la vieja iglesia. Al final,
secó sus ojos y se paró, murmurando. [Mil gracias. Sus palabras llegaron a lo
profundo de mí.]
[¡Por la Santa y el Espíritu Santo!]
Los caballeros vociferaron, golpeando sus pecheras y vainas antes de salir de
la iglesia.
¡Por Su Santidad la Santa!
Aún estaba rezando por aquella que
servía, quien se había sentado en una silla, cuando oí un estornudo.
[Otra trasparente táctica. Veo que no
has cambiado nada.] Dijo la voz de un joven. Sentí una molestia grande, aunque
no lo mostraría. El nuevo no me había dejado detectarlo con al menos una pizca
de su presencia.
¡No negaré su habilidad, pero ¿cómo se
atreve a insultar a Su Santidad?!
Suprimiendo mis más oscuros impulsos,
me forcé calmadamente de lanzar barreras de silencio y bloqueo de percepción.
[Apóstol Io.] Dije sobre mi hombro. [¿No debería estar manteniendo la guardia
alrededor de esta santa ciudadela?]
Arriba de una pila de cajas, piernas
moviéndose, se sentaba un pequeño hechicero espiritual. Su largo cabello blanco
encajaba con sus ojos dorados. Una blanca túnica cubría sus extremidades al
igual que la delicada chica y un sobrero de bruja del mismo color adornado con
una flor negra de ocho pétalos metida sobre su cabeza. Su báculo de mental
flotaba en medio del aire.
Io la “Flor Negra” Lockfield, el
segundo de los apóstoles, había aplastado el corazón del impenetrable Fuerte de
las Siete Torres solo y asesinó a su querido comandante Robson Atlas, quien
había maldecido a Su Santidad. En la ciudad del agua, había detenido a algunos
de los más poderosos hechiceros del reino. Pero por todas sus proezas mágicas,
lo encontraba insufrible, sin mencionar arrogante. Había perdido la cuenta de
cuántas veces había pensado en matarlo.
[Idiota.] Io dijo, como es usual. [Ya
lo he rodeado con más barreras de las que puedes contar. Solo el Héroe, el
Señor Oscuro, o uno de esos apestosos dragones pueden penetrar esas defensas en
un ataque frontal. La Santa no necesita otra protección— ni esa repugnante
vampiresa, ni la espadachina Kokonoe enviada a Lalannoy con esa lancera
Atlasiana quien perdió su país con los humanos y ni esos otros cuatro apóstoles
dispersados en todo el mundo. ¿No fue claro para ti, el Menor de Nosotros?]
Me tomó un momento para forzar un
“ruego su perdón.”
La “repugnante vampiresa,” la
legendaria Alicia “Luna Creciente” Coalfield, estaba recuperándose en el
dominio del pontificio. El sirviente de Su Santidad, Viola Kokonoe; el tercer
apóstol, Levi Atlas; y los otros miembros de nuestra orden habían emprendido
cada uno misiones requiriendo el mayor secreto. Y siguiendo la derrota en
Rostlay, había sido juzgado como “protección insuficiente” si Su Santidad fuera
a entrar bajo ataque durante sus viajes.
Espero que Stella Howard se queme en el
infierno.
Mientras apretaba mis dientes, Io saltó
de su cajón. [¿No concuerdas?] Preguntó en un rincón oscuro. [Dime qué piensas,
poderoso Primer Apóstol y maestre de la Estrella Caída.]
Una sombra se disolvió para mostrar a
dos hombres. Uno lucía joven, usaba una túnica blanca adornado con azul y tenía
un báculo viejo de madera— el líder de nuestra orden, conocido como el “Sabio.”
Apenas había intercambiados dos palabras con él y no sabía cómo se veía bajo su
capucha, pero tenía la confianza de Su Santidad. El otro, un hombre alto, usaba
la túnica de apóstol adornada con un verde grisáceo.
¿Quién es este?
[Coincido, el niño problema de los
Glenbysidhes.] El Sabio respondió antes que pudiera llegar a una conclusión. Su
comentario toco su punto débil, juzgando por el disgustado resoplo de Io.
El hechicero espiritual no podía
soportar cualquier mención a sus origines. Bajó el borde de su sombrero de
bruja y cambió de tema. [¿Asumo que ese es tu reemplazo para tu lamentable e
incomprendido número cuatro quien dejó que la mascota de Lalannoy le superara?
No me importa el menor de nosotros, pero mejor que no se meta en mi camino.]
[¡¿Idris ha caído?!] Repetí.
Su Santidad personalmente nos había
escogido a los siete apóstoles y nuestros deberes bien podía incluir morir por
su gran visión. Aunque, mientras Idris, el cuarto de nuestro equipo, había sido
más arrogante y menos agradable que Io, su habilidad no se cuestionaba. El
antiguo vampiro de una tierra este había perdido su brazo derecho dominante,
dejándolo lejos de su máximo poder, pero nunca espere oír de su derrota.
El primer apóstol asintió sin reconocer
mi agitación. Sus labios se curvaron levemente. [Lo confirmaré con él. Después
de todo…] Sombras entraron en la iglesia. Una nube debió haber cubierto el sol.
[Este hombre mató a un demonio de cuatro alas con sus propias manos.]
Jadeé, sin palabras. Incluso Io se veía
impresionado.
[Muy bien.] Murmuré. [Un asesino de
demonios en este día y época.]
Demonios, enemigos impecables de la
humanidad, metidos entre los seres más poderosos en nuestro mundo sin dioses.
¿Y este hombre había matado a uno?
[Si lo que dices es cierto, puedo
entender darle nuestra vacante del cuarto asiento.] Io continuó. [Si debió
haber llevado una vida bastante inusual para— ¿Hm? ¿Qué es este maná?] El
segundo apóstol se silenció corriendo al misterioso hombre. ¿Qué había notado?
No podía negar su conocimiento o habilidad en tales asuntos.
Antes que pudiera darme cuenta, la leve
luz solar de invierno entró en la iglesia una vez más. Pequeñas aves pasaron
entre las brechas del vidrio roto y aterrizaron en Su Santidad. Pude haber
visto a una pintura.
[Bueno, no importa.] Io dijo, rascando
su frente. [Te tomaré la palabra. Así que, ¿a dónde enviarás a nuestro nuevo
número cuatro? Lalannoy otra vez, ¿supongo?]
[Esa decisión no es para que yo la
tome.]
Las palabras apenas habían dejado la
boca del primer apóstol cuando mis hechizos de silencio y bloque de percepción
se desvanecieron— junto con él y sus compañeros, dejando a Io y a mí los únicos
apóstoles en la iglesia. No podía ni imaginar cómo lo había hecho.
Estaba meditando en la diferencia entre
nuestros poderes cuando Su Santidad se giró a mí. [Edith, a mi lado.]
[E-En seguida.] Respondí. Su gentil voz
me hizo sentir como una inofensiva pequeña otra vez. Bajo su respiración, Io
murmuró un disgustado “Tonta,” pero lo ignoré, acercándome al altar y arrodillándose.
[Tu mano.] Dijo la Santa.
[C-Claro.]
Con duda, extendí una mano y delgados
la encerraron.
[¡¿S-Su Santidad?! Sus sagradas manos
están, er, esto es…] Dudé, muy impresionada por sus palabras.
Oh, qué honor.
[No necesitas temer.] Su Santidad
continuó, avisté amor bajo su capucha en sus ojos como preciosas joyas. [Nadie
aquí soñaría nunca en lastimarme.]
[S-Su Santidad.]
Tocó mi mejilla y todo mi cuerpo ardió.
No podía contener la repentina subida de calor. A mis ojos, Su Santidad parecía
más divina que cualquier dios.
[Espantarás a todos los heridos si
mantienes ese fiero ceño fruncido.] Ella dijo. [Trata de sonreír para mí. ¿Por
favor?]
[S-Sí, p-por favor, perdóneme.]
Respondí, consciente de mis ardientes mejillas y corazón acelerado. La rara
sonrisa que de alguna manera puse se ganó un “gracias” de Su Santidad. Cuerpo y
alma en éctasis, no podía decir nada en respuesta. Pensé oír Io murmurar algo
detrás de mí, pero ¿qué me importa?
“Increíble.”
[Vamos.] Dijo. [Como siempre, dejemos
salvar a tantas almas perdidas como sea posible. Me ayudarás, ¿verdad, Edith?]
✽✽✽✽✽
[Ahora, Su Santidad, si me disculpas.
Por favor, no temas que alguien te interrumpirá en tus oraciones— Io y yo mantendremos
la guardia.] La chica dijo, inclinándose ante mí con la misma expresión de
muñeca que había tenido desde que nos conocimos. Qué increíble contraste hacia
con la sonrisa de Io.
[Gracias, Edith.] Respondí en el tono
calmado de la Santa viviente de la iglesia. [No sé qué haría sin ti. O contigo,
claro, Io.]
[¡M-Me hace el honor!] La chica
exclamó, mientras Io solo resopló.
Las duras puertas de la iglesia se
cerraron detrás de ellos. Una barrera tan potente que podía verlo solo con mis
ojos se levantó alrededor de mí. Una vez me quité mi capucha y dispersé mi
bloqueo de percepción, las lámparas de maná y la luz de la una marcó mi silueta
en el muro— completada con orejas y cola de color gris.
La iglesia despreciaba a los hombres
bestias, aunque me reverenciaba como su Santa. No importa cuántos años pasaron,
lo absurdo nunca perdió su humor. Los caballeros que había salvado ese día
pueden tomar sus propias vidas si lo descubrieran. Sonreí, mi viejo colgante
girando mientras lo movía, jugando con la fantasía.
¡Si van a morir igual, mejor les
encuentro los campos de batalla más lindos para hacerlo!
[¿Y ha pasado algo que debería saber?]
Le pregunté a mi cómplice una vez había tenido mi tiempo de burla.
Sombras vacilaron y el autollamado
“Sabio” se reveló, báculo en mano. Hombre de pocas palabras, fue directo al
grano sin más mientras bajaba su capucha.
[El círculo de invocación que deje en
el Archivo Sellado hace once años se activó. Alguien en el reino debió haberse
dado cuenta de la fiebre de los diez días.]
Un dulce escalofrío paso por mis orejas
y cola.
Ha, nunca decepcionas.
[¿Quién más que mi Allen?] Me moví, manos
presionadas a mis ardientes mejillas. No podía contener mi dicha. La Serpiente
de Piedra debió haberlo compartido, porque mis alrededores se petrificaron
mientras mi animo se mejoraba. [Debió haber juntado las más escasas pistas para
llegar a la verdad. claro, dudo que entienda todo. Quizás trabajó junto a la
chica Walker. Ella es uno de sus estudiantes o eso oí. Y sus padres me dieron
buena pelea.]
Los Walkers habían mostrado una gran
fuerza en el Archivo Sellado hace once años. Mi cómplice, el “Sabio,” también
había perdido con ellos.
Al instante, el suelo se congeló.
[Luché con un Walker y un guardián del Gran Árbol en este mundo sin dioses.] El
hombre dijo con amargura. [Solo gané porque priorizaron detener el flujo de
maná hacia el altar. Pero al final, le compraron tiempo suficiente a Crom y
Gardner para el Juramento Estellar para cerrar el camino. Ni siquiera nosotros
encontraríamos fácil llegar al altar debajo del Árbol del Mundo que ahora es un
retoño.]
Mi cómplice no podía saborear el
recuerdo. Rara vez mostraba tal emoción. Si no es la ayuda de una joven yo y el
hecho que el altar secreto escondido por el Archivo Secreto había debilitado el
poder del retoño del Árbol del Mundo, habría muerto en esa batalla.
[¡Solo bromeo!] Dije, sonriendo.
[Fallaste en matar a Gardner o Crom y la maldición nunca cubrió toda la ciudad,
pero mataste a un guardián del Gran Árbol quien se habrían convertido en una
piedra en nuestro zapato y lograste llevar el maná de todos quienes murieron
por la fiebre de los diez días en el altar subterráneo. Considero eso uno de
tus éxitos.]
El hombre se molestó en silencio,
obviamente apagado. A pesar de nuestra larga relación, solo nos estábamos
usando uno al otro. Aunque nuestros deseos diferían, los mismos obstáculos se
mentían en nuestro camino. También le debía algo por rastrear a Rupert, el
asesino de mi hermana Atra, así que no se la tendría en cuenta por ahora.
[Allen llegando al Archivo Sellado es
cosa de celebración.] Continué. [Pero eres el hombre más intimidante vivo. No
veo por qué sentiste la necesidad de dejar tu trabajo descifrando esos viejos
libros y prohibir los libros que robaste o los registros del príncipe de
hechizos para alocar al Árbol del Mundo solo para reportarlo, a menos que— ¡Oh!
¿Querías darme una buena sor—?]
El hombre golpeó el suelo con la punta
de su báculo. [Un ángel se ha manifestado.] Dijo mientras el hielo se esparcía.
[Tres habilidosos peleadores superaron a mi serpiente, pero aún tiene
suficiente vida dentro para que sienta unas cosas. Dicho eso, se siente
mezclado, no una manifestación pura. El maná que canalizamos hacia el altar se
estancó, lo cual puede explicar la mezcla. Incluso el ritual más secreto del
Gran Árbol tiene sus límites.]
[Mi dios.] Puse una mano en mi boca.
Había esperado más resultados. De hecho, los había planeado. Pero… ¿un ángel?
No un demonio, ¿el fruto de la niña maldita de los Howard o Leinster perdiendo
el control?
[¿Dices que mi hermana no era la única
potencial Santa Cenicienta? ¿Hubo otra en tal corto tiempo?] Pregunté en serio,
quitando la impresión de mi rostro.
[Salgo a investigar esa pregunta.] El
hombre respondió. [Oí que una de las chicas Howard se ganó el apodo de “Santa”
en el frente norte, pero se ve poco relevante. La hermana menor es una niña
maldita y un recipiente para el Frigid Crane. Si la mayor fuera— No, no vale la
pena considerarlo. Tales cosas solo no sucenden.]
[Supongo que no.]
Sin dioses andando por nuestro mundo,
nunca podría atestiguarse un milagro genuino. Si, contra las probabilidades,
una hermana tiene los requerimientos de una Santa Cenicienta, portando el
potencial para convertirse en un ángel, mientras la otra heredo un gran
elemental a pesar de su estatus como chica maldita, esperaría que mi hermana
regrese a la vida en cualquier momento. Ese sí sería un milagro.to
[Considerando que entraron a las
profundidades selladas por el Árbol del Mundo…] El hombre dijo, cuyo
conocimiento databa de hace cinco siglos hacia la era de caos, frunciendo sus
ojos azules debajo de su capucho. [Entonces como usted dice, la llave defectuosa
y la chica Walker deben estar entre el trio que superaron a la serpiente. El
miembro restante tocó la santa espada y se convirtió en un ángel, al igual que
hace cien años. No puedo pensar en más en este momento.]
Ni siquiera el falso Sabio podía
observar cada desarrollo en la distante capital real. Los mortales no eran
dioses. Sosteniendo mi largo cabello gris para aclarar mis ojos, alcé la mirada
a la enorme insignia de la iglesia colgada en lo alto.
[De las siete imitaciones
de los grandes hechizos, tenemos al Radiant Shield, Resurrection y su Estrella
Fugaz.] Pensé, encontrando la mirada del hombre. Sus ojos azules poseían
inteligencia y una obsesión sin límites que rivaliza con la mía. [Y adquirimos
el Watery Grave de la ciudad del agua. Eso deja tres.]
[El Señor Oscuro aún tiene el Dividing
Wind.] Dijo. [Y aún no tenemos las de ganar contra aquel que comanda fuerzas de
la era de los dioses. En cuanto al resto, Blaze of Ruin yace en Lalannoy. El
culto de la Gran Luna escondió el Quake Array, pero creo que puedo encontrarlo.
Y…]
Sombras destellaron y un hombre alto en
túnica de apóstol apareció. Ojos rojos brillaban detrás de sus lentes. Tenía su
cabello blanco teñido con verde en una suelta cola de caballo y una vieja daga
colgaba de su cintura. Aquí estaba nuestro nuevo cuarto apóstol, mi regalo para
Allen.
Mi cómplice se giró. La luna colgándose
de su oreja izquierda se alumbró, reflejando ocho lunas crecientes que se
sobreponían para formar una flor. [Seis grandes hechizos y la suma total de mis
cinco siglos de investigación serán suficiente para matar al vil “Héroe.” Una
vez robemos el Thunderbolt, incluso los siete dragones serán nuestros para
matarlos. Los debilitados grandes elementales— excepto por su Gran Serpiente— y
el Señor Oscuro puede esperar hasta después.]
[Aster.] Llamé a la espalda del apóstol
desvaneciéndose.
Los ojos del cuarto apóstol cambiaron levemente. Veía arrepentimiento y lamento en ellos, aunque se suponía que se le habían quitado toda emoción. Bien, sentí mi espíritu emocionarse.
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