Sueños de la Muerte
Finalmente se dio cuenta que estaba en un insomne
sueño.
Nunca había habido alguien para confiar. Al fin que,
eso era lo que su madre, como matriarca de la casa, había decidido por ella. En
ese Clan, ni una sola alma se atrevía a objetar la decisión de la matriarca. Ni
su padre. Ni sus abuelos. Ni su hermano. Ni su hermana. Todos ellos sonrieron,
asistieron y obedecieron a su madre.
Buen trabajo. Ahora puedes ser feliz. Esas palabras
de coraje salieron de los labios de los miembros de su familia. Al final, este
era un matrimonio por conveniencia entre una chica de 7 años y un chico de 10
años.
Los brazos y piernas de la chica estaban cubiertas con
un denso cabello peludo. Tenía dos delicadas orejas triangulares arriba de su
cráneo y seis discretos bigotes en su cara. Un incompleto Ayrantrobos, una
mestiza— con un hocico plano y pequeños ojos, ella no era un Hombre Bestia,
aunque estaba lejos de ser una Sin Marcas.
Ella llevo una solitaria vida desde el momento de su
nacimiento. Al nacer sin ser Sin Marcas o Hombre Bestia en una familia Sin
Marcas con un largo e ilustro linaje de no conocer el amor. Por siete años
había sido rechazada y tratada como un bien peligroso. Ya que no podía ser
amada, su matrimonio era uno solo de conveniencia.
Claro, una chica como ella no tenía idea lo que
significaba. Ni siquiera se le dio los detalles. Todo lo que sabía era que estaba
por reunirse con un extraño ese día y sería forzada a vivir con él por un
tiempo.
Estaba asustada. Estaba resentida. Al fin que,
cualquiera que la viera estaba disgustado por ella. Dependiendo en su humor,
algunas veces era golpeada o pateada.
Siempre había tratado de ocultarlo en las sombras debido a eso. Era lo
mejor— si nadie la veía, no harían nada. ¿Y por qué estaba siendo llevada al
centro de atención? ¿Por quién estaba siendo arrastrada?
Llevando esas preocupaciones en su corazón y sin una
sola chispa de coraje a la que aferrarse, caminaba más cerca a su matrimonio. Siendo
así, conoció a cierto chico.
Yendo al grano, ella se enamoró de él a primera vista.
El chico mantuvo su compostura muy bien. Desde su
perspectiva, estaba mirando a un Sin Marcas que no parecía un Sin Marcas, un
Hombre Bestia que no era un Hombre Bestia. Aun así, no mostró su desdén o
desprecio. Tampoco mostro la más pequeña pinta de curiosidad, tratándola como
cualquier otra chica de su edad.
Eso fue suficiente. O quizás— solo era lo que
necesitaba. Por primera vez en su vida, podía reír, llorar, y confiar en
alguien más como una chica normal. Estaba feliz solo por saber que podía ser
así.
Su madre también estaba feliz de escuchar que se
llevaron bien. Compromisos, por lo tanto, eran compromisos para comprometerse
para siempre estar juntos. La infantil compresión de un niño.
Es verdad, la familia de la chica deseó descargar con
tacto la problemática carga al “darle” su hija a la familia al chico, ya que la
familia del chico quería establecer conexiones con ellos con un matrimonio. En
resumen, una transacción de mutuo beneficio usando a la chica como una moneda
de cambio.
Sin embargo, a los niños no les importaban los asuntos
de los adultos. Para la chica, lo importante era que pudiera encontrarse con el
chico una vez por semana a gusto. Su familia (a pesar de sus sentimientos) al
menos reconoció eso, e incluso le dio su apoyo.
Era un chico amable quien le permitió decir lo que la
hacía feliz y aceptó todas sus rabietas con una sonrisa. Se sabía todo tipo de
trivias casuales y le enseñaría sus más nuevas y excitantes vivencias cada que
se reunieran. Pensó que si estaba junto a alguien como él, podía tener una
increíble y afortunada vida, o algo así. Por una vez, las nubes de su vida se habían
ido para dejar a los rayos de la esperanza brillar en ella. Ese era el inicio
de un buen momento para ella.
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Una vez más, se dio cuenta que se había quedado
dormida. Estaba parada en un esplendido mirador rodeada por bellas flores a la
par de un hermoso lago que reflejaba la luz del sol. Este lugar ya no existía
en el mundo. Y una vez más vio ese escenario.
Definitivamente este es un sueño. Lo de siempre.
Bajo el mirador estaban dos niñas. Una era una chica
cerca de los 8 años. Se quito el cárdigan de capa, dejando que el sol golpeara
en sus brazos expuestos. Casi era como una Ayrantrobos excepto por sus orejas y
brazos, cubiertos por cabello más que pelaje. El otro era un chico de cabello
plateado que parecía ser tres años mayor— 11 años. Sus ojos aparentemente
sinceros eran purpura y cortos, y sus otras características eran, como le había
informado, típico de los renombrados mentirosos conocidos como Imps. Sería lo
mejor ser precavido con él.
Fue cuando… cuando él me dijo eso. Reí y lo llamé
mentiroso… Creo. Recuerdo cómo se veía en ese entonces.
Entonces y ahora, tenía una expresión compleja como
una mezcla de frustración y alivio al mismo tiempo, típico de un Imp con algo
de orgullo en sí mismo. Con una cara de poker, nunca había sido capaz de decir
una mentira y salirse con la suya.
Desde el punto donde se paró, solo podía ver el perfil
del chico. Estaban sentados uno frente al otro del otro lado de una mesa de
piedra. En la mesa había piezas de shogi alineadas.
Ah, qué nostálgico.
Era un juego que simulaba los campos de batalla de
leyendas. Había clamado que era “bastante bueno” en eso y quería jugar con
ella. Queriendo pasar un poco más de tiempo juntos, había accedido y escucharle
explicar todas las reglas, estudiándolas minuciosamente para hacerlo feliz. Poco
a poco, su tasa de victorias cercanas a cero lentamente escalaba hasta que
eventualmente estaban iguales. Antes de saberlo, sus habilidades habían
superado las suyas.
Ese día había jugado excepcionalmente bien y aplasto a
su oponente con facilidad, asegurando una abrumadora victoria. Llena de energía
al inicio, luego se puso un poco avergonzada y se disculpó con él. El chico se
hizo atrás en sorpresa, entonces río de pronto. Estaba alegre de ver sus
habilidades en el juego. Claro, debido a su orgullo, no quería perder otra vez.
Se prometió hacerse más fuerte y arrebatarle la victoria—
Sí. Eso es lo que son los mentirosos llamados Imps.
Mintió una y otra vez.
Nunca tuvo la oportunidad de ganar otra vez.
Poco después ese día, su tiempo juntos terminó cuando
el Incidente de Elphis ocurrió. Esa terrible Bestia, el Materno o como sea que
se llamara, abruptamente acabo con el futuro que deseaba.
El chico que vivió en ese entonces rio, y la chica
también rio. Brillaron como el sol.
No puedo acercarme a esos dos. Mis piernas no llevaran
más cerca. Esos recuerdos son tan brillantes para mí. Quiero que se queden
brillantes para siempre. No debo alcanzarle o acercarme. No puedo dejar que se
acerquen a mí. No debo mancharles.
El chico levantó su cabeza y miró alrededor como si
hubiera notado algo.
Está mirando hacia acá.
Tenía una cara de asombro en su cara. Abrió su boca.
Dijo su nombre—
————————————————
El dolor volvió.
Margo Medicis abrió lentamente sus ojos. Había una luz
deslumbrándole.
[Este lugar…]
Su propio sueño la había despertado. Estaba en un
cuarto te metal y piedra, características de la arquitectura de Lyell. Cuando
lo peor empeoró, ese era el último escondite que tenía disponible. A penas
había logrado escapar, pasando por callejones mientras esquivaba a sus
perseguidores antes de finalmente perder la consciencia.
El costado de Margo se contrajo del dolor. Ella apretó
su rostro, convenciéndose. [¿Aún… estoy viva?]
Miró su herida. Ya que no podía hacer nada más que
básicos primeros auxilios, al menos, pudo detener el sangrado. No siendo más,
no parecía amenazar su vida así. Se movió a la ventana y miro entre las
cortinas. Usualmente había algunas personas afuera, así era difícil de decir,
pero ahora todo parecía estar calmado y tranquilo. Al menos, no había señales
de esa terrible sombra negra por ninguna parte.
[La Botella ciertamente se rompió…]
La esfera de cristal conteniendo a la 11va Bestia se
había destrozado y fue liberada. Lo peor había ocurrido. No podía hacerse nada
para contenerlo. Era imposible.
[¿Quizás… la Guardia Alada hizo algo?]
No podía pensar en nada más. Sacudió su cabeza,
tratando de disipar la ansiedad en su corazón.
No esperaba que fuera verdad, ni siquiera había
pensado que fuera posible. Al fin que, la Guardia Alada había fallado en salvar
a la 39va Isla Flotante. Fallaron en salvar las cosas y las personas que se
suponían ser salvadas.
No se puede evitar. Eso era lo que había creído
entonces. No hay manera concebible existente para repeler a las Bestias. Ya sea
que fuera la Guardia Alada o alguien más, nadie podía haber prevenido esa
tragedia.
Pero…
Quizás no era cierto.
Si la Guardia Alada ya tenía una forma de pelear con
el Croyance, entonces quizás— solo quizás— ¿significaba que habían abandonado a
toda la isla? El mero pensamiento de tal posibilidad encendió su furia,
ardiendo como una brasa humeante.
…Vamos a detenerlo. No hay nada más que desquitarse.
Margo suspiro, alejándose de la venta. Recogió una máscara
de la mesa cercana. Era de madera y pintada de blanco, del Undead… Lunarlight…
el Festival de la Conmemoración. Una herramienta para juntar a los vivos y los
muertos. Usar la máscara le permitió ser alguien más. Al estar ni muerto o
vivo, era una existencia que no era ni de aquí o allá. Pero ser algo
significaba que podías encontrar a alguien que deseabas encontrar, o así iba la
leyenda.
Aunque solo había servido como una conveniente
herramienta que le permitió ocultarlo en la ciudad, justo ahora estaba alegre
que la leyenda existiera.
El sueño de más antes volvió a ella.
Se había encontrado con la persona que quería
encontrarse con tantas ganas. Había olvidado ver la cara de su prometido una
vez más y ver la sonrisa de ese chico que tanto amo, quien trágicamente había
perdido su vida en ese día.
[…Gracias, Feodor.] Margó murmuró. Se puso su máscara,
bajo su capa y salió del cuarto.
Aún estoy viva. Mientras aún esté viva, hay algo que
tengo que hacer.
[Incluso si fue un sueño, me alegra de haberte visto otra vez…]
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