Prólogo
[Caballeros, me honra con su presencia
hoy. Soy Grant Algren.]
El hombre sentado en la masiva mesa
redonda se tensó cuando anuncié mi nombre desde el asiento de honor. Hoy, en
esta cámara secreta debajo de mi casa en la villa de una montaña a las boscosas
afueras de la capital este, los más poderosos señores del este estaban
reunidos— condes, vizcondes, barones, y nuestros propios caballeros de Algren.
Cada noble disponible bajo nuestra bandera estaba asistiendo. La eminente
asamblea solo quería que Haag Harclay y nuestra aristocracia marcial se
convirtieran, sin duda, en la fuerza más poderosa en el reino… aunque
actualmente estaban pasando su tiempo en la capital bajo el pretexto de un
ejercicio militar— con nuestra elite de la Orden Violeta bajo su comando.
Solo cuando Greck, el mayor de mis
hermanos, puso sus dedos en la mesa desde su asiento a mi par fue que salí de
mis pensamientos.
Aclaré mi garganta antes de dirigirme a
mis compañeros. [Aprecio su respuesta a mi abrupta convocatoria. Estamos
reunidos aquí para discutir nada más que la Gran Causa.] Me detuve para más
emoción.
Suspenso recorrió el cuarto. La Gran
Causa— nuestra rebelión contra nuestra actual Dinastía Real, la cual había
estado arrancando sin cesar la aristocracia desde sus cimientos— era el fruto
de años de meticulosa planeación.
Al otro lado de Greck, el Conde Raymond
Despenser levantó una mano. Era el confiable confidente de mi hermano, y ambos estarían
abordando la capital real luego de la reunión de esta noche.
[Su Alteza, Duque Algren, ¿se refiere a
que está cancelando nuestros planes debido al incidente en la capital este?]
[No, claro que no. Greck.] Respondí.
[¡Sí, mi duque!] Mi hermano gritó,
levantándose a mi señal.
El uniforme color violeta oscuro que
Greck usaba acentuaba su cuerpo— delgado, aunque bien musculoso luego de sus
días de comandar tropas cerca de la capital real. No lo había visto en un
tiempo, y no podía más que maravillarme por la majestuosa figura que tenía. En
serio, parado aquí está un heredero legítimo de los Algren— muy por lejos de
nuestros hermanos menores Gregory y Gil, en cuyas venas hay menos sangre pura.
[¿Están escuchando?] Greck prolongó su
explicación en una clara voz portadora. [Gerard se rehúso a esperar nuestras
órdenes y se adelantó por su cuenta. ¡Cayó en las manos de los caballeros de la
guardia real y la Dama de la Espada!]
Pesimismo llenó el aire. Gerard
Wainwright, anteriormente el segundo príncipe de nuestro reino, había sido un
completo idiota. Aunque cuando mi estúpido padre, Guido Algren, había ordenado
confinar al príncipe en una casa cerca del Océano de los Cuatro Héroes,
esperaba que el bufón real probara ser útil. Incluso la más mínima excusa le
valía a un Wainwright.
Y así, habíamos llegado
clandestinamente a Gerard y buscado a su antiguo subordinado, el Caballero
Oscuro, para resguardarlo. El príncipe había accedido a ser nuestro rey
marioneta una vez nuestros planes llegaran a dar frutos. Para sellar el pacto,
le habíamos dado la Daga de las Fieras Serpientes y obtenido la fórmula del
gran hechizo Blazing Qilin, copiado del diario del Demonio de Fuego, la historia
de la hechicera más loca. Ambas reliquias, habíamos creído, que estaban más
allá para que sus habilidades pudieran manejar… pero Gerard había desafiado
nuestras expectativas al meterse en una salvajada y de alguna forma lanzar el
Blazing Qilin, con la destrucción del este y luego la capital real como su
objetivo directo. El hombre había estado totalmente molesto.
El único misterio era de dónde había sacado
los fondos para contratar a tantos mercenarios.
[Y con el fin de someter a Gerard,]
Greck continuo con su duro tono, [no solo la Dama de la Espada y el comandante
de la guardia real, sino el Archiduque Lord Rodde Foudre y el profesor se
reunieron en la capital este.]
Temor les pasó a los nobles. Algunos
incluso se tambalearon de cara al terror. Aquellos como la Dama de la Espada y
le Archimago habían sido considerados lunáticos capaces de girar las tornas en
una batalla por sí solos. Aun así, uno de ellos era solo una chica; cuando
eventualmente nos encontrásemos en batalla, mi victoria estaba asegurada. Los
dos últimos nombres que mi hermano había mencionado eran las verdaderas
amenazas— si alguno de ellos se entrometiera en nuestros planes, la Gran Causa
probablemente llegaría a fallar.
[¡No teman!] Greck proclamó con
confianza.
[¡La fuerza principal de la guardia
real sufrió grandes pérdidas y ya están de regreso a la capital real! ¡No
tienen pistas del enlace entre Gerard y nosotros! Mi hermano les prometió que,
una vez nuestro padre se recupere de su enfermedad, los dos personalmente
llevarán el asunto al palacio real al iniciar otoño. Los caballeros le creyeron
y regresaron a su rutina de verano. La Dama de la Espada se irá de vacaciones
al sur, también el Archimago al oeste y el profesor al norte. Todos consideran
que este incidente está soterrado.]
Promoví la conclusión: [Una vez hayan
separado caminos, ningún enemigo se interpondrá entre nosotros y la capital
real.]
Hablando estrictamente, mi comentario
no había convencido a los soldados de la guardia real; les había dado una
garantía que los ancianos del reino eran confiables. Tanto el profesor como el
Archimago lo habían aceptado sin quejas. La Iglesia del Santo Espíritu debía
ser magníficamente habilidosa en falsificar documentos si ni siquiera los
mejores hechiceros del reino podían penetrar su trabajo.
Gerard solo nos había dado una cosa—
una oportunidad. Nuestros estúpidos enemigos creyeron que todo se terminó. ¡Les
mostraremos su error!
La fuerza principal de los caballeros
de la guardia real había escoltado al príncipe a la capital real, pero su
incursión en la gran magia había destrozado su ingenio. No podía revelar
nuestro pacto secreto. Aunque había una preocupación— la búsqueda en la
residencia del antiguo Conde Rupert había fracasado en revelar la relación de
Gerard con nosotros, y los cuerpos del Caballero Oscuro y sus hombres
probablemente ni contaban. Parecía seguro suponer que habían escapado, y si es
así, había una posibilidad que se acercarían a las autoridades centrales,
usando los documentos perdidos como apoyo para asegurar la posición de su
maestro también como la suya. Si llegaban a la capital real, estábamos
acabados. Por ello, antes que eso pudiera pasar…
Saqué un profundo suspiro y dije:
[Lucharemos por la Gran Causa.]
El cuarto se silenció. Entonces la
asamblea de nobles alzó un coro de gritos.
[¡Es lo que esperaba que Su Alteza
dijera!]
[¡Saquen a los Wainwrights! ¡No más
meritocracia a expensas de un nuevo orden!]
[¡Si dejamos que su agenda avance,
podemos ser forzados a responderle a plebeyos, inmigrantes de familias sin
nombre, o incluso esos asquerosos hombres bestias!]
[¡No les dejaremos pisotear la historia
de nuestros antepasados!]
La moral era extremadamente alta. Greck
y yo asentimos entre nosotros, reconociendo que estábamos en terreno firme.
Al momento siguiente, un hombre sentado
a mi derecha, a un cuarto de la mesa redonda de donde estoy, puso su mano. A
pesar de su cabello gris y sus avanzados años, tenía una mirada de halcón
perforante y una presencia que acobardo a todos frente a él. [Su Alteza, Lord
Grant, ¿puedo hablar?] Preguntó mientras una ansiosa atmósfera llenaba el
cuarto una vez más.
[Sí, ¿Lord Hayden?] Greck respondió.
Haig Hayden, uno de los pocos diez
grandes caballeros en el reino y una de las “Dos Alas” de mi casa, el líder de
nuestra guardia elite, nos fijo una mirada. [Nuestras fuerzas están adaptadas
para la defensa en la frontera este. No hemos realizado una campaña agresiva en
doscientos años— ni desde la Guerra del Señor Oscuro. Como resultado, debemos
tomar un cuidado excepcional para mantener nuestras líneas de suplemento si
esperamos realizar una. Creo que ya le hemos pedido mucho a Su Alteza. Sin embargo,
dada la gran distancia hacia la capital real, tengo mis preocupaciones acerca
de la confiabilidad de nuestra red de comunicación.]
Mi tonto padre había entrenado a Haag y
Haig. Ambos ancianos merecían una buena inspección. Clamaban haber estado apoyándonos
mucho porque se oponían a la promoción continua de la familia real con los
nobles menores, plebeyos, e— bajo la superficie— incluso inmigrantes y hombres
bestias bajo la tutela de la meritocracia. Pero encontraba su explicación
difícil de creer. Más aún, los dinosaurios se rehusaban a reconocer mi sucesión
al ducado.
“¿Lord Grant?” ¡Bah!
Greck me lanzó una dura mirada; no
habíamos intentado revelar nuestros planes aquí, pero se dio. [Naturalmente,
hemos tomado eso en cuenta.] Mi hermano dijo. [Grant.]
[Anciano Haig, sus preocupaciones son
bastante razonables.] Seguí. [Pero le prometo que no supondrán un problema.]
[¿A qué te refieres con eso?] El viejo
caballero demandó, igualando su mirada en mí y mi hermano.
¡Nunca sabes dónde estás, anciano! ¡Te
enseñaré que tu época ya paso, como la de Haag y la de mi padre!
[Las condiciones han cambiado desde la
Guerra del Señor Oscuro.] Dije, viendo la mesa redonda. [Vías ferroviarias
conectan cada ciudad importante en el reino. ¡Usaremos trenes para transportar
tropas y suplementos! Grandes casas mercantiles apoyan nuestra causa, y ya
están supliendo provisiones. Por ello, mantendremos contacto cercano a través
de la adopción generalizada de comunicaciones mágicas a larga distancia. Tales
estratagemas no se conocen en ninguna parte en el continente. ¡Nuestra Gran
Causa proclamará una nueva era para la guerra! ¿Está satisfecho ahora, Anciano
Haig? Y necesito recordarle que heredé tanto el Ducado de Algren como la
alabarda encantada la Profunda Violeta, ¿eso prueba mi título?]
Luego de un largo silencio, el viejo
caballero inclino su cabeza y luego la levantó otra vez. [Perdón por mis
impertinentes comentarios, Su Alteza, Duque Algren.]
Sentía poca satisfacción. La mente del
viejo Haig nunca podría haber concedido semejante plan. Nuestros otros
compañeros estaban exaltados, evidenciado por sus puños apretados y repitieron.
[Grant, también me gustaría confirmar
un punto.] Dijo un hombre en una bata con capucha gris en un lado apartado de
la mesa redonda, levantando su mano. Mi segundo hermano menos, Gregory Algren,
tenía su usual sonrisa pasiva.
Me sentí extrañamente irritado, pero
dije. [¿Sí?]
[Tu plan de batalla no deja espacio a
dudas.] Respondí. [Simplemente God. Tengo confianza que llegará al éxito en—]
[¡Al grano!]
[Oh, ruego tu perdón. ¿Qué deberíamos
hacer en el— admitiendo algo diferente— evento que encontremos resistencia
durante nuestra pacificación de la capital este? La respuesta de los hombres
bestias, me llega, es una pregunta abierta. Está el Antiguo Pacto entre nuestra
casa y ellos a considerar, y consideran el Gran Árbol— uno de nuestros
objetivos—un campo sagrado.]
[¡Ha! ¿Es todo? La respuesta es obvia.]
Respondí y me sentí en mi silla. ¿Cómo puede un hermano mío— a pesar solo en
nombre— inquietarse por tales trivialidades? Recordé la fría recepción que
había recibido de manos de Ogi, el jefe del clan lobo y de todos los líderes de
los hombres bestias.
¡¿Por qué nos preocupamos por un
contrato que ha estado juntando polvo desde la Guerra del Señor Oscuro?!
La cadena de oro de la Iglesia del
Santo Espíritu alrededor de mi cuello se meneaba mientras alzaba mi cabeza en
lo alto y claramente proclamé. [Si no ponen resistencia, debemos mostrarles
nuestra misericordiosa generosidad al perdonarles la vida. Si se nos oponen un
poco, sin embargo, exterminaremos a las plagas. Asquerosos animales deben saber
de sobra cómo menearse ante los humanos.]
Además de mí, Greck aplaudió con sus
manos. Uno a uno, nuestros compañeros se unieron a los aplausos. Enemistad
contra los hombres bestia era fuerte; en adición a los grandes distritos
autónomos que mantenían en el este y oeste de la capital este, las bestias
monopolizan el Gran Árbol y grandes beneficios derivados de sus frutas, ramas,
y hojas. Las únicas manos sin aplaudir le pertenecían a Haig, sus hombres y
Gregory con cara amargada.
Un momento de silencio pasó, entonces
Haig dijo. [Ninguno, ahora que he escuchado su política respecto a las quejas
de los hombres bestias.]
Pero mientras el viejo caballero se
hacía atrás, mi idiota hermano persistió.
[¿Qué hay del Cerebro de la Dama de la
Espada?] Preguntó. [Oí que permanecerá en la capital este para recuperarse.]
El círculo de nobles se burló.
[¿Qué con él?]
[¡El lacayo de la Dama de la Espada!]
[Un miserable sin casa que formó su
camino a expensas de los Leinster.]
Nadie parecía considerar al hombre una amenaza.
[¿Es todo?] Dije sin más. [¡Si te
asusta, entonces lidia con él por ti mismo!]
[¿Y-Yo?] El agitado Gregory respondió.
¿Cómo puede ser tan diferente a Greck?
[Sí, tú. ¿Confió que eres capaz de
ello?]
Mi tonto hermano tomó algo de tiempo de
responder. Pero al menos, se inclino y dijo. [Muy bien. Iré a ver al Cerebro de
la Dama de la Espada.]
Qué miserable idiota. Como si él y sus
guardias hechiceros no fueran suficientes para enviarlos contra una sola peste
criada por animales.
[¡La victoria será nuestra!] Grité,
levantando mi puño derecho en alto. [¡No podemos fallar! ¡Incluso mientras
hablamos, poderosos aliados vienen desde el este para asegurar nuestro
triunfo!]
[¡La victoria es nuestra!] Los nobles
reunidos resonaron. [¡Abajo a los ancianos! ¡Larga vida al Duque Algren!]
✽✽✽✽✽
Una vez la celebración de los tontos se
terminó, llevé mi mano a la puerta de la cámara secreta y me anuncié.
[Es Konoha. Por favor déjenme entrar.]
Una fórmula de hechizo apareció en la
gran puerta, formando un patrón que lentamente se revelaba, como si tuviera
voluntad propia. El portal se abrió para revelar a Gregory Algren vestido de
gris dentro. Su mano izquierda estaba jugando con la cadena de oro en su
garganta.
[Ah, Konoha. Te he estado esperando.]
Él dijo, sonriendo. Había algo inconmensurable acerca de este débil hombre que
me hizo temblar, pero estaba atada a mantener mis emociones ocultas.
[¿Qué quiere de mí?] Pregunté. [Mis
órdenes de Su Alteza, el Duque Grant Algren no ha cambiado. Mi misión es
vigilarlo.]
[Oh, eso no importa.] Respondí. [Ven
aquí. Esto es interesante.]
Me aproximé sin otra palabra y miré el
lugar en la mesa redonda que señaló. Allí yacía un mapa del reino, salteado con
piezas de vidrio. Violetas para aliados, mientras rojo, azul, verde y blanco
marcaban a las fuerzas enemigas. El área alrededor de la capital real contenía
pocos enemigos y solo dos grandes piezas.
[Esta es la anticipada distribución de
fuerzas cuando vayamos por la Gran Causa.] Gregory continuó, aun usando su
sonrisa inquietante. [La capital real está virtualmente indefensa; la guardia
real sufrió grandes pérdidas en batalla contra el anterior Príncipe Gerard, y
los guardaespaldas personales de la familia real son habilidosos, pero son
pocos. Las casas Marqueses de Gardner y Crom, las cuales tienen territorios en
el este de la ciudad, han escogido neutralidad. El balance de poder está
abrumadoramente en nuestro favor. Grant y Greck se ven convencidos que no
podremos perder.]
No dije nada— hablar con este hombre no
me siente bien— pero concordé con que los idiotas probablemente ganarían las
primeras batallas de la farsa que llaman la Gran Causa. Al fin de cuentas,
tendrían a las Dos Alas de los Algrens de su lado. Grandes caballeros, los
pináculos de la caballería, no se iban a echar atrás.
Pero los tontos subestimaban faltamente
a ese monstruo, el Cerebro de la Espada. Podían abrumarlo con números, pero la
amenaza que poseía se extendía más allá del campo de batalla. Investigar los
pasados cuatro años o más de sus hazañas me había enseñado cuán fácilmente
logró lo imposible.
Repeler el desastre viviente que era un
dragón negro, cortar a un demonio de cuatro alas, y sobrevivir sin más incluso
a un encuentro con un vampiro pura sangre eran hazañas más que sobrehumanas. Y
contrario a la creencia popular, no podía atribuírselo solo a la fuerza de la
Dama de la Espada; su frio Cerebro y excepcional mente para tácticas y
estrategia había sido indispensable. Mi maestro, Lord Gil Algren, tenía buenas
razones para idolatrarlo— aunque estaba renuente a admitirlo.
Ese monstruo también podía ser capaz de
llegar a la verdad, incluso puede trabajar con un solo fragmento de
información. Llevaría al fracaso la Gran Causa— No es que me importe lo que sea
de esos idiotas que hicieran a un lado a Lord Gil.
[Probablemente sea cierto que la Casa
Ducal Lebufera y la Orden de Caballeros Reales están ocupados por las armadas
del Señor Oscuro como para actuar.] Gregory dijo, ignorándome mientras colocaba
coloreadas piezas de vidrio en el oeste y sur. [Los Howards están vigilando al
Imperio Yustinian, mientras los Leinster tiene a los Principados de Atlas y
Bazel como para preocuparse. Antes que puedan movilizarse, los Algrens tomarán
la capital real—y atacaremos a los Howards y Leinsters desde la retaguardia
mientras están comprometidos con poderes extranjeros. ¡Por ello, el reino es
nuestro!] Él unió las piezas violetas en la capital y luego las dividió en la
parte norte y sur.
Gregory se pausó, y luego siguió. [Pero
¿eso es plausible? Las predicciones de mis hermanos me pusieron bien
optimista.] Una vez más, me dio una sonrisa. [¿Qué harás, Konoha?]
[Si no tiene ninguna orden particular
para mí, entonces me voy. Lord Gil puede tratar de escapar de la mansión.]
Respondí.
Mi maestro actualmente reside en la
Mansión Algren en el este de la capital, aprisionado por mis propias manos.
Necesitaba regresar, para ver su rostro lo más pronto posible. Cada repugnante
sonrisa de Gregory hacía que mi corazón añorara a Lord Gil.
Pero mientras estaba por llegar a la
puerta, la voz de Gregory me llamó desde atrás. [Gil no escapará— no mientras
la vida de su padre penda de un hilo. Te llamé aquí hoy porque no entiendo tu
objetivo como me gustaría. Si te preocupas Gil, ¿no arreglar una reunión entre
él y Allen sería tu interés número uno?]
Me di la vuelta y lo miré. El hombre
con el odioso símbolo dorado de la Iglesia del Santo Espíritu alrededor de su
cuello sabía que le había mentido a Lord Gil. Había engañado a mi señor al
dejarle creer que su negligencia salvaría a Guido Algren cuando, en realidad,
el viejo duque estaba lejos de ser ayudado.
El espacio se deformó mientras dos
figuras grises encapuchadas se materializaban detrás de Gregory, sus rostros
obscurecidos por capuchas. Uno obviamente era un hombre. El otro era más
pequeño, quizás una mujer. Con ellos estaba una figura la cual nunca olvidaría
ni siquiera en la muerte— un caballero del Santo Espíritu en un casco cuadrado,
justo como esos que habían asesinado a mi madre y me hermana mayor. El método
de su aparición me sobrepasaba, pero probablemente era alguna variación de
magia oscura o teletransportación. Los tres claramente me superaban.
Lord Gil es mi máxima prioridad. Recité
ello en mi cabeza una y otra vez, tratando de enmascarar mi furia hacia el
caballero, y luego respondí. [La seguridad de Lord Gil es mi única
preocupación. Y espero una tormentosa situación más allá de los muros de la
mansión. Si duda de mí, siéntase libre de activar la marca de la maldición en
mi corazón.]
[Oh, sí. Entiendo.] Gregory dijo. [Mi
hermano es importante para mí también, y odiaría que sea arrastrado en nuestros
planes. Muchas gracias. Puedes irte.]
¿Este hombre espera que crea que le
tiene a Lord Gil el “querido”? ¿Qué está planeando? Sin darme cuenta, me encontraba
apretando el brazalete en mi muñeca izquierda— un recuerdo de mi madre— a
través de la manga de mi camisa. Cualquiera que sean sus planes, mantendré a
salvo a Lord Gil, incluso si hacerlo me cuesta la vida. Incluso si debo luchar
contra un monstruo.
Me
incliné y dejé el cuarto. Mientras cerraba la puerta detrás de mí, vi a Gregory
sonreír mientras se giraba a las figuras encapuchadas y el caballero. Podía
leer sus labios. Estaba diciendo. [Todas las piezas están en el tablero.]
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