Epílogo
[¡Perfecto!] Declaré, asintiendo
mientras revisaba mi equipo en mi improvisado cuarto dentro del Gran Árbol.
Tenía mi uniforme de la Academia Real y boina, mi daga en su nueva vaina de
color violeta. Por último, recogí el reloj que Allen había dejado conmigo y lo
pasé a mi bolsillo. Incluso mi maná estaba completamente recuperado de la
batalla en que lo había agotado.
Allen debe sentirse miserable siempre.
Levemente podía oír los sonidos de
peleas afuera, sin duda más cerca de lo que habían estado hace unos días. No
tenía tiempo que perder.
Cuando pasé mis dedos a lo largo de mi
vaina, sentí como si pudiera oír la dulce voz de Nii-san diciendo. [No te
preocupes, Caren. Cálmate. Puedes hacerlo.] Un dolor agudo pasó por mi corazón.
Seis días habían pasado desde que Allen
me había dejado e ido a rescatar a las personas de la Ciudad Nueva. Los
caballeros de la guardia real, la milicia, y los voluntarios estaban luchando a
tope para defender el Gran Árbol. Los caballeros quienes se habían ido con
Allen eran especialmente feroces, al igual que Sui y los otros miembros de la
milicia que habían rescatado. Peleaban como—
La puerta se abrió con gritos de
“¡Caren?!” y “Oh, Caren, debes estar en cama.”
[Kaya. Koko.] Saludé a mis viejas
amigas del clan leopardo y ardilla mientras corrían hacia mí, luciendo
preocupadas. Ambas estaban de blanco, ya que habían prestado el voluntariado
para ayudar a asistir a los heridos.
[Estoy bien ahora.] Dije firmemente.
[Puedo luchar.]
[¡Caren! ¡No!] Kaya exclamó.
[Eso es.] Koko añadió en su usual tono
apático. [Los jefes dicen que nosotros los niños tenemos que quedarnos en el
Gran Árbol.]
[¡No me importa!] Respondí, apretando
los dientes. [¡Eso no tiene sentido para mí!]
La plaza ya había caído; la mitad del Gran
Puente era la nueva línea frontal. Los caballeros de Lord Richard, la milicia
de Rolo, y los muchos voluntarios estaban luchando todo lo posible para
aguantar.
[¡Los jefes están encerrados en su sala
de reuniones teniendo inútiles conversaciones que no van a nada!] Grité. [¡¿Por
qué debería escuchar lo que dicen?! ¡Allen no está muerto! ¡Sé que no! ¡¿Quién
irá a salvarlo si no voy yo?!]
Kaya y Koko bajaron sus cabezas y se
silenciaron.
[Gracias por preocuparse por mí. traten
de ayudar a mi mamá.] Dije y dejé el cuarto.
El interior del Gran Árbol estaba
repleto de personas— mayormente ancianos, mujeres y niños. Incluso mi padre y
los otros artesanos mágicos estaban afuera, ayudando a construir y reparando
las barricadas. Ocasionalmente, la puerta del frente se abría y una camilla
entraba, llevando a alguien cuyas severas heridas eran obvias incluso a la
distancia. Ignoraba la escena y entré.
En el camino, miré a Toneri, el hijo
del jefe del clan lobo, y sus lacayos. Cualquiera podría ver cuán demacrados y
asustados estaban, y Kume del clan rata hacía falta. No debió lograrlo a
tiempo.
Las chicas de mi edad apenas se paraban
frente a la puerta. Una era una humana caballera, y la otra una mujer militar
del clan cabra.
[Eres la hermana de Allen.] Una dijo
cuando me vio.
[¡No tienes permitido salir!] La otra
añadió.
[Por favor, déjenme pasar.] Dije.
[Necesito ir a ayudar a mi hermano.]
El caballero se veía asombrado, pero
respondió. [El vicecomandante me dio estrictas órdenes. Sus palabras exactas
fueron, “No dejen que Caren se acerque al campo de batalla. Allen la dejo a mi
cuidado, y soy un hombre de palabra.”]
[¡Y el Capitán Rolo y Sui ambos me
dijeron no dejarte salir!] Su compañera dijo.
Lord Richard había regresado al Gran
Árbol con graves heridas, pero solo había esperado por los primeros auxilios
más básicos antes de llegar a decirles a mis padres y a mí lo que había pasado
en el campo de batalla. Cuando terminó, mi mamá se puso a llorar, y mi padre la
había abrazado, temblando. Había estado estupefacta.
[Si solo… si solo hubiera sido un poco
más fuerte.] El agitado Lord Richard había dicho, su rostro se retorcía de la
angustia. [¡Nunca habríamos dejado a Allen atrás si no hubiera bajado mi
guardia y lastimado como un idiota! Yo, Richard Leinster, acepto toda la
responsabilidad. Cuando… cuando esto se acabe, por favor, castíguenme como
gusten.]
Sus palabras me entristecieron. Sentía
como si mi corazón se rompería. Aunque no estaba sorprendida. Conocía a mi
hermano. Ponía antes a los otros que a él, y nunca dudaría en correr por su
ayuda— especialmente aquí en la capital del Este, nuestro hogar. Nunca, nunca
podría abandonar a un rostro conocido… incluso a costa de su propia vida. Él
era la persona más amable, dulce, fuerte, valiente y determinada que conocía—
como una leyenda salida de un libro de ilustraciones que habíamos leído de
niños. Pero si se lo dijera, frunciría el ceño, rascaría su cabeza y diría.
[Caren, solo estoy haciendo lo que puedo. Y sé que harías lo mismo. Después de
todo, eres mi única hermana en el mundo mundial, y no puedo estar más orgulloso
de ti.]
Allen, idiota. Realmente eres un
completo idiota. ¿No te das cuenta que he estado siguiendo tus pasos todo este
tiempo— desde ese día que me torcí el tobillo, cuando viniste, me llevaste
gentilmente de la mano, y me preguntaste si estaba bien? Estaba tan desesperada
por alcanzarte que casi me acabo las libretas que dejaste en casa y todos los
libros que enviaste de la capital real por leerlos tanto.
Incluso después fui a la Academia Real,
alcanzarte era la única cosa en mi mente. Todo para la próxima vez que
estuvieras en problemas, podría tomarte de la mano y decir. “Salvar al hermano
mayor es lo que una hermana menor hace.” Puse mi corazón en ello, y trabajé muy
duro. Y finalmente, pensé que casi estabas a mi alcance.
No dejaré que termine así. Me rehúso a
rendirme, no importa a quién tenga en mi contra. ¡Esta vez, es mi turno de
salvarte!
Saqué mi nueva daga negra, la lancé al
aire y concentré mis rayos violetas. Una lanza con cabeza de cruz se
materializó en mi mano derecha, más imponente y fácil de controlar que antes.
La cara de los guardias de la puerta se puso pálida cuando lo vieron, pero el
par no retrocedió.
[Les advertí.] Dije. [No me disculparé,
pero tomaré mi castigo cuando esto se acabe.]
Entonces, una fuerte voz llegó a mis
oídos. [Caren, no.]
[Mamá.] Me giré sorprendida para ver a
mi madre, Ellyn. Ella se estaba tambaleando, sin mostrar la energía que
normalmente la hacía ver más joven de lo que era.
Corrí a ella y tomé su mano. Estaba
fría del carajo.
[Oh, Caren.] Ella murmuró. [Estás tan
cálida.]
[Mamá, por favor siéntate.] Dije. [Papá
se preocupará.]
[Eres de quién estamos preocupados,
Caren. Estás poniendo en problemas a los caballeros mientras hablamos.]
[Me hice más fuerte, mamá. ¡Voy a
salvar a Allen!]
[Caren.] Mamá lanzó sus brazos
alrededor de mí. Ella siempre había sido pequeña, y se había puesto más delgada
con forme los días pasados. Ella se agitó mientras recordaba. [Él nunca fue un
problema, sabes. Ni siquiera de bebé. Ni siquiera lloró en sus primeros días.
Nathan y yo lo llevamos al hospital, pero no había nada malo con él. Y siempre…
siempre sonreía cuando me miraba. Hubo momentos difíciles cuando era molestado,
pero incluso después de crecer, sonreía y nos hablaba a diario. No puedes
imaginar lo feliz que eso nos hacía. Y nunca olvidaba escribirnos desde la
capital real.] Ella sonrió. [No me importa decírtelo ahora, pero él
prácticamente estaba saltando de la dicha cuando nos escribió que habías sido
aceptada a la Academia Real.]
[Mamá.] Dije. Pero me ignoró y continuó
su monólogo. Todos alrededor de nosotros estaban escuchando. Kaya y Koko,
quienes me habían seguido, se veían como si estuvieran a punto de ponerse a
llorar. Incluso las chicas de la guardia real y la milicia estaban temblando.
[Sé que lo nombramos como el legendario
héroe que lucho en la Guerra del Señor Oscuro, pero… pero Nathan y yo nunca
quisimos que se convirtiera en un héroe. Nunca. Amábamos las viejas historias
acerca de cómo la Estrella Fugaz siempre estaba listo con una sonrisa, amable
con todos— siempre un payaso— y alumbraba los espíritus solo por estar allí.
Queríamos que nuestro chico creciera de la misma forma. Es por eso que lo
llamamos Allen.]
[Mamá, eso… eso es suficiente.]
Lágrimas nublaban mi visión. Mi lanza de rayos se desvaneció, dejando caer mi
daga y clavándose en el suelo.
[Y conseguimos nuestro deseo. Él creció
para ser amable— el chico más amable en el mundo. Ustedes dos son el orgullo y
dicha de Nathan y mía— nuestra esperanza en la vida. Eso nunca cambiará. Nunca
nos arrepentimos de acogerlo. En efecto, siempre, siempre le hemos agradecido
al Gran Árbol por juntarnos ese día, cuando nos refugiamos de la lluvia en una
casa abandonada. ¿Y por qué no deberíamos? Nuestro pequeño Allen es nuestro…
nuestro único hijo en el mundo mundial. ¡¿Qué importa si no estamos relacionados
de sangre, o si no tiene orejas o cola?! Él es… es mi… él es nuestro…]
[¡Mamá!] Grité, abrazándola con fuerza.
Podía oír tanto alrededor de nosotras mientras continuaba su calmado lamento.
[En esa guerra, la Estrella Fugaz
protegió a todos. Dicen que sonrió hasta el amargo final. Gracias a él,
nuestras personas salieron con la victoria. Encendió una llama de esperanza.
Pero… pero no es lo que quería para mi Allen. ¡No eso! Yo solo… quería que
sonriera, y estuviera saludable, y llegara a casa para hablar felizmente con
nosotros de vez en cuando. Es todo. Nunca le pedí que tirara su vida por la
borda para convertirse en una leyenda.]
Aún necesitaba ir al rescate de Allen,
pero podía sentir mi fuerza drenarse. Entonces, sentí a alguien venir hacia
nosotros, así que limpié mis ojos, me forcé a pararme, y me giré a verlos.
Allí parada una mujer del clan lobo a
quien no conocía. Muchos otros hombres bestias, mayormente del clan lobo
también, agrupados detrás de ella, todos llenos de dolor. Dos pequeñas chicas del
clan lobo— quizás hermanas— se aferraban a sus piernas. Sus ojos estaban rojos,
probablemente por el continuó llanto. Una chica del clan lobo con cabello gris
oscuro y lágrimas bajando por sus mejillas siguió detrás de ellas.
La mujer llegó al lado de mamá y
calmada preguntó. [¿Son parientes de un joven llamado Allen?]
Mi mamá no respondió, pero yo sí.
[Allen es mi hermano. ¿Qué hay con él?]
Sin advertir, ella se tiró al suelo,
tomó la mano de mi mamá y puso en marcha una cadena de gracias y disculpas.
[Oh, yo, lo siento tanto. No sé cómo disculparme, o agradecerle. Por favor,
perdóneme. ¡Y estoy muy, muy agradecida!]
Mamá y yo no sabíamos qué hacer. Estaba
confundida cuando las dos chicas se inclinaron ante nosotras.
[El gentil muchacho me subió al
b-bote…] Aquella con cabello más largo nos lo contó con lágrimas. [Dijo que se
subiría al último bote.]
[Me prometió que iría por mi hermana.]
Añadió la otra, viéndose triste mientras apretaba la mano de su hermana.
Allen. ¡Allen! ¡¿Arriesgaste tu propia
vida para mantener una promesa?! ¡¿Cómo pudiste ser tan estúpido?! Pero… pero
realmente eres el mejor hermano en el mundo mundial.
Me agaché y abracé a las niñas. [No se
preocupen.] Les dije. [Todo estará bien. Voy a ir a traer a mi hermano ahora.]
[¿En serio?]
[¿El gentil muchacho está bien?]
Las lloronas niñas me miraron. Sonreí y
palmeé sus cabezas, justo como Allen lo habría hecho conmigo.
[Sí, lo está.] Dije. [Así que no
lloren, ¿bien?]
[Bien.] Ambas chicas respondieron sin
dudas.
[Sí.] Sequé mis ojos con mi manga y
saqué mi daga del suelo.
Mis dudas se fueron. Sabía lo que debía
hacer, y lo haría. ¡Salvaría a mi hermano, y es todo!
La mujer quien había estado inclinando
su cabeza con mi madre levantó la mirada. [Por favor espera.] Ella dijo. Había
firme determinación en sus ojos mientras se ponía de pie, presionó su mano en
su corazón, y hizo una asombrosa declaración. [Juro por mi honor que pagaré mi
deuda con Allen por salvar a mi hija y a muchos de mi clan. Debí haberme
presentado antes. Mi nombre de Mizuho, y mi hermana mayor, Hatsuho, es la jefa
del clan lobo. Le pediré que invoquen el Antiguo Pacto con los gobernantes del
Oeste— la Casa Ducal de Lebufera.]
Un pequeño rayo de luz brilló.
Allen, solo espera un poco más. ¡Esta
vez, yo te salvaré!
✽✽✽✽✽
Odio y el hedor a muerte llenaban el
aire. Este lugar debió haber permanecido sin uso por siglos. Pude ver rastros
de una fórmula de hechizo antigua, pero casi todo había dejado de funcionar.
Lámparas mágicas— las cuales tomé como una reciente adición— eran mi única
fuente de luz en este mundo de oscuridad. Las escaleras espirales debían ir
hasta el fondo, porque, aunque nuestras pisadas resonaban ruidosamente mientras
descendíamos, no oía el eco. Y al parecer éramos las únicas personas viviendo
en la torre. Estaba en un aprieto.
[¡Síguete moviendo!] Una voz enojada
gritó. [¡No creas que te la dejaremos pasar, bestia falsa— especialmente no con
ese desafortunado nombre tuyo! Ese brazalete te pusimos está hecho
especialmente; no lanzarás un hechizo o escaparas de nuestra detención mientras
esté en tu muñeca. Y la maldición inquisitoria grabada en él te matará en diez
días.]
[Este lugar tiene altas colinas en
todos lados y un océano abierta al fondo de ellas.] El otro añadió. [Ríndete.
Debes estar agradecido que no los ejecutamos en este lugar. Claro, puede que
deseas que fuera así.]
Los dos hechiceros de túnicas
cenicientas que me empujaron tenían insignias negras de la Iglesia del Espíritu
Santo alrededor de sus cuellos. Ambos me miraban con desprecio, triunfantes y
arrogantes.
Esto si que me trae recuerdos. Solía
recibir miradas como esa en la Academia Real.
Sonreí, y los hombres sorprendidos
dieron un paso atrás. Entonces seguí bajando por las escaleras. Debía haber
algo en el fondo, porque el maná desde abajo carecía de fe. Miré al par detrás
de mí y vi que sus expresiones habían tenido un cambio. Estaban pálidos del
miedo.
Un rugido subía desde abajo, acompañado
por ondas de maná que me hacían sentir como si mis tripas se estuvieran
moviendo. Me hice para atrás.
Oh vaya. Ahora eso es algo de lo que
temer.
Habiéndome escoltado hasta aquí, los
temblantes hechiceros se dieron la vuelta y subieron las escaleras. Su fe en el
Espíritu Santo no podría valorarse mucho si ni siquiera realizarían su trabajo
bien. Temblé y continué bajando, un paso a la vez.
En mi descenso, pase por varias celdas
llenas con huesos de personas y animales no identificables. La torre una vez
debió haber servido como una prisión, aunque su desgastada arquitectura
indicaba que había estado en servicio por al menos unos siglos. Sal se asomaba
entre las piedras del lugar, recordándome lo que los hombres habían dicho
acerca de las colinas bajando al mar.
Supongo que esta deber ser la capital
del Este en el Océano de los Cuatro Héroes. Y dada su edad y durabilidad,
sospecho que data de la Guerra del Señor Oscuro. Una prisión grandiosa para
este humilde servidor.
Limpié mi mejilla con mi mano. Estaba
sangrando aún, y me dolía todo después de la paliza que me habían propinado
antes de traerme aquí. Incluso las heridas que el viejo caballero había tratado
para mí estaban sangrando. Que asqueroso tiempo para ser incapaz de usar magia.
Podía apreciar por las dificultades que Tina y Lydia habían pasado.
Necesito escapar y darme prisa. Se
preocuparán. Y Lydia es una llorona, aunque nunca lo adivinarías. ¿Richard está
bien? Me gustaría creerlo, pero espero que no se sobrecargue. Mamá, papá y
Caren deben estar furiosos. Les debo una disculpa luego.
Mientras caminaba, el maná se hacía más
espeso. Se estaba volviendo difícil respirar. Si lo que sea que estuviera adelante
estuviera vivió, debía ser una bestia. Incluso con toda mi magia en mano, no
tendría oportunidad en una batalla. Dicho eso, no podía permitirme morir por
ahora— no hasta que encuentre una forma segura de controlar el Blazing Qilin
dentro de Lydia y el Frigid Crane dentro de Tina.
Los rebeldes tendrían la entrada
rodeada, y ciertamente me matarían si me iba solo así. Al parecer tenían
siniestras razones para mantenerme con vida, pero esa era una pequeña
esperanza. No podía jugarle al vergas. Significa que mi única opción era
confrontar al monstruo en las profundidades.
¿Cuánto tiempo he estado descendiendo?
Por ahora, llegué a un enorme cuarto al
fondo de la torre. Lámparas mágicas antiguas aún tienen una leve luz. Masivas
celdas se ven en todos lados, y dudaba que fueran para retener personas. Las
tres frente a mí estaban vacías. Pero una de las más lejanas tenía… algo. El
aire se sentía escaso y con un incómodo frío. Creí oír gruñidos desde dentro de
la celda.
He llegado hasta aquí, así que bien
puedo darle una miradita.
Pero cuando estaba por dar un paso al
frente, un grupo de caballeros del Espíritu Santo y unas figuras encapuchadas
bajaron las escaleras con un grito ensordecedor. Conté al menos una docena de
ellos. Me llamaron, con sus espadas y estacas listas.
Uno de los de túnica—el hombre llamado
Lev— me pegó un fuerte golpe con su báculo. Me tropecé contra el frío piso de
piedra con un estruendo, incapaz de soportar el dolor.
[Conoce tu lugar, enferma falsa
bestia.] Dijo. [Estoy impresionado que no huyeras.]
[Aprecio el cumplido.] Respondí.
[Ahora, ¿qué les gustaría que hiciera?]
[Tu papel es simple— levanta el sello
del Demonio de Fuego, y luego. Eres una llave desechable, Allen, el Cerebro de
la Dama de la Espada. Nuestro líder, quien un día traerá la salvación a todo el
mundo, me lo dijo personalmente. Soy igual de nuevo como Rolog y Racom.]
[¿El Demonio de Fuego?] Repetí.
[¿Quiénes son los nuevos apóstoles? Qué carajos—]
El báculo de Lev impactó en mi espalda
otra vez. [No intercambiaré más palabras con una falsa bestia.] Él dijo
fríamente. [Tírenlo a la celda más al fondo.]
Eso no va bien. Creo que voy a
desmayarme.
Podía sentir a los caballeros del
Espíritu Santo tomarme de los costados, pero no tenía fuerza para resistirme.
Solo observé mientras la puerta abierta de una masiva celda se acercaba más. Un
escalofrío pasado por mi espalda. Los caballeros llevándome también debieron
sentirlo.
Uno ni siquiera tuvo el tiempo para
gritar antes que una feroz serpiente saliera de la celda y se lo tragara. Se
desvaneció como si nunca hubiera estado allí. El otro caballero observo con un
gran asombro. Antes que pudiera retirar su espada, la serpiente se lanzó otra
vez y lo aniquiló. Habiendo perdido mi apoyo, caí en el suelo.
Es el mismo hechizo como en la daga de
Gerard—
Los ojos de la serpiente encontraron
los míos, y avisté un poco de inteligencia en ellos. Me giré y retiré al fondo
de la celda. ¿Me estaba llamando?
Apreté mis dientes y utilizando mis
brazos, yendo a encerrarme en la oscuridad. Desde dentro de las profundidades,
pude oír los quejidos de una bestia que no es de este mundo.
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