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Capítulo 11

Gilbert, El Soberano de la Lanza

 

Aún había algunas personas esparcidas por los campos de entrenamiento cuando llegamos— soldados bajo el empleo de la familia de Lynne, asumí. Debían estar bastante apasionados por sus trabajos para poder continuar sus ejercicios tan tarde en la noche. Quizás algunos de ellos solo estaban aquí para ejercitarse luego del trabajo. Ese pensamiento se parecía al mío, ya que mi vida estos días seguía una rutina familiar.

 

[Veamos… por allá debe funcionar para nuestro encuentro.]

 

El lancero le dijo a uno de los soldados en la dirección que había indicado, quien entonces le prestó una lanza de madera de entrenamiento. Había tomado una espada de madera en la entrada en nuestro camino aquí. Aún tenía conmigo la espada negra que se me había regalado, pero solo estábamos aquí para practicar; armas de prácticas eran más que suficientes.

 

Con eso fuera, Gil… No, espera. Hal… No, ¿Al…? Otro don nadie preparó su lanza de entrenamiento.

 

[Puedo no parecerlo, pero me he hecho de un nombre aquí en la capital real.] Dijo. [No necesitas contenerte, héroe— muéstrame lo que tienes.]

 

[Claro.] Respondí. [Gracias por todo.]

 

[¡Bien, aquí voy!]

 

Y así, sin más retraso, nuestro combate de entrenamiento empezó. De inmediato, el aire alrededor del lancero cambió— corrió directo a mí, sus ojos tan filosos como habían estado cuando nos reunimos por primera vez, los movimientos de su cuerpo iban de lo relajado a lo ágil. Era una magnífica transición. Solo por eso, podía decir que él no era un típico soldado. Una y otra vez, sus precisos golpes venían a mí. Su pulida forma era hermosa y me daba un vistazo de la extraordinaria cantidad de entrenamiento que debió haber pasado.

 

Esquivé sus golpes, todo mientras me cautivaba por ellos— pero algo se sentía raro.

 

Era lento.

 

No, no era cierto. Solo se estaba conteniendo, y bastante. ¿Ya había estimado mi habilidad y decidido ser considerado?

 

[Me di cuenta que estás atento, pero no necesitas contenerte mucho.] Dije. [Incluso un chico como yo puede esquivar esos golpes con sus ojos cerrados.]

 

El lancero se pausó. [¿Qué…? Así es, ¿huh? Mi culpa. Entonces— ¿qué tal esto?]

 

De una vez, se volvió dramáticamente más rápido. Ya no había ningún rastro de movimientos perdidos en sus acciones mientras su lanza buscaba mi pecho, cada golpe fluía como el agua. Casi me perdía en su fluida forma, hermosa como era.

 

Pero aun así, se sentía raro. También era demasiado lento. Puede que yo no hubiera sido capaz de contenerme más, pero sus golpes aún estaban a un nivel donde podía esquivarlos sin necesidad de concentrarme.

 

[No, aún puedo manejar más.] Dije. [Puedes ir más rápido.]

 

[Puedes, ¿huh?]

 

Otra vez, el aire en él cambió. Su filosa mirada ahora prácticamente me atravesó, y todo su cuerpo irradiaba intimidante sed de sangre.

 

Era como observar a un maestro. Su lanza saltó por el aire como si estuviera danzando, retorciéndose como un animal vivo con finas fintas y golpes de sus puntos ciegos, intentando pegarme.

 

Pero aun así, estaba siendo muy lento. Se había hecho más rápido que antes, claro, pero no era nada que no pudiera esquivar. En efecto, ocasionalmente, incluso estaba dejando aberturas intencionales en sus golpes, invitándome a contraatacar. Cada golpe repetido lo dejaba completamente indefenso al momento que lo evitaba. La única explicación que podía pensar era que estaba pidiéndome golpear a su espalda indefensa.

 

Espera, ¿ese era el caso aquí? ¿Qué si era su verdadera habilidad? ¿Es posible? Si es así— si esto en realidad era lo mejor—¿podría ser que incluso yo me hiciera un poco más fuerte?

 

Tan pronto como ese pensamiento pasó mi mente, sin embargo—

 

<Dragrave>

 

La intimidadora aura del lancero surgió explosivamente, y su figura de difuminó. Pronto lo perdí de vista, dirigiéndose hacia mí.

 

No tenía idea de lo que había pasado, pero me di cuenta que— su inusuales movimientos relajados se veían lentos, pero eso simplemente había sido para acostumbrarme a esa velocidad. Es decir, había sido todo preparado para este movimiento.

 

Mientras dudaba, superaba mi asombro, la lanza venía directamente a mi garganta. Era solo un arma de entrenamiento de madera, pero se estaba movimiento increíblemente rápido que pudo haber perforado la roca. Si el ataque impactara, entonces me volaría mi cabeza. Incluso yo podía ver eso.

 

En resumen, necesitaba esquivar este ataque. La alternativa era una muerte certera.

 

Al momento que llegué a entender mi error, puse mi todo en un poderoso <Fortalecimiento Físico> y usé <Paso Ligero> para escapar de la viniente lanza. La fortuna debió haberme favorecido, porque logré moverme detrás del hombre antes que llegara a mi garganta.

 

[Eso estuvo cerca.] Dije, suspirando del alivio. Me giré y observé al lancero, quien se alejó de mí, parándose allí en silencio con su arma en mano. Realmente había estado cerca. De haber conectado ese golpe, no habría sobrevivido.

 

Pero ¿realmente había venido a mí con la intención de matar…?

 

No, probablemente no. Había entendido la brecha de habilidad entre nosotros desde el principio de nuestra batalla— es por eso que sus ataques habían iniciado tan lento. Los había usado para concretar de lo que era capaz; entonces, cuando me había visto perdido, golpeó a una velocidad que había pensando podía esquivar. Esa era mi apreciación en la situación— y justo como había anticipado, percibí la lanza justo a tiempo para evadirla.

Lo más que lo pensaba, lo menos que otra explicación tenía sentido. Incluso ahora, el lancero parecía estar mostrándome su indefensa espalda, pero no había duda que era más de lo mismo. Probablemente estaba concentrado y listo para girar las tablas tan pronto me confinara y tratara de atacarlo desde atrás.

 

En resumen, me estaba diciendo que no me la creyera— que había derrotado a una vaca y nada más. El orgullo viene justo antes de una profunda caída, y precisamente por eso se había esforzado por hacerme a un lado. Era una advertencia.

 

[Lo entiendo.] Dije. [Perdí.]

 

Incluso pensar en la idea de ganar o perder era lamentable, pero era todo lo que podía decir. Había reconocido mi vanidad en un instante y me puso en mi lugar. Pensar que había llegado a tanto solo para demostrarme mis defectos… Estaba pasmado en cuán apasionado eran él y Ines.

 

[Entiendo ahora.] Añadí. [Más de esto sería inútil.]

 

[¿Q-Qué? ¿Qué entiendes…?] Preguntó.

 

[No, espera. No termino conti—]

 

Por como se miran las cosas, tenía la intención de enseñarme— pero ya había aprendido mi lección. Era una que gravaría en mi corazón:

 

Aún era débil.

 

[Muero por la siguiente vez que nos encontremos.] Dije. Daría lo mejor por mejorar para que cuando el momento llegara, podría hacer que me enfrentara en serio.

 

Antes, quería apresurarme a casa, tomar un baño, y luego quitarme la fatiga de un cansado día— pero ¿qué había estado pensando? Me había acostumbrado demasiado a mi cómoda vida aquí que de alguna manera en el camino me había confiado. Era una lección fundamental, pero me la había enseñado igual.

 

Aún necesitaba más entrenamiento. Y así, mi corazón se avivó con esta nueva resolución, dejé los campos de entrenamiento.

 

☼☼☼

 

La princesa había sido atacada por un Minotauro, un monstruo del Abismo. Y la bestia había sido asesinado por un solo hombre.

 

Al escuchar estas noticias, Gilbert, el Soberado de la Lanza, apenas fue capaz de contener su emoción. Todos los demás en el palacio real estaban ocupados con su alivio que la princesa estuviera a salvo y su profundo enojo al culpable detrás del ataque, mientras él solo estaba concentrado en algo totalmente diferente: el hombre quien había asesinado al Minotauro.

 

Gilbert quería saber más de este salvador. Si los rumores acerca de su fuerza eran ciertos, entonces quizás era del tipo ambicioso. Eso sería divertido. Gilbert quería ver al hombre— para encontrarlo cara a cara.

 

Mientras esos pensamientos pasaban por la cabeza de Gilbert, la persona que añoraba ver apareció ante él, fue traída por la Princesa Lynneburg en el mismo día del incidente. Gilbert la tuvo difícil mantener su curiosidad a raya. Pacientemente observo mientras el hombre era invitado a la cámara de audiencia y era llevado a una conversación con el mismo rey, tratando de estimar su verdadera habilidad.

 

Las hazañas del hombre eran suficientes para poder llamarlo un héroe. El Rey Clays quería reunirse personalmente con él, para ver como era. ¿Qué tipo de persona yace detrás de todo eso? ¿Él estaba forjando su fuerza constantemente también? Fue con esta esperanza de haber encontrado un compañero que Gilbert observo con interés, su curiosidad le picaba.

 

Sin embargo, el extraño ante él era inesperadamente humilde. No quería dinero, tierras u honores. Incluso cuando el rey le ofreció montañas de tesoros de los cuales los ojos de una persona ordinaria abrían brillado, se mantuvieron firmes en su rechazo. Su hablara era dura, pero su porte era audaz. Gilbert, quien había sido criado como un huérfano, no podía ver ninguna parte del hombre que le disgustara.

 

Para alguien que decía haber derrotado a un Minotauro solo, el hombre que llegó era normal. Se veía de la misma edad de Gilbert, y en términos de físico, era más alto y más corpulento. En ese aspecto, no podía ser descrito como débil— pero igual, tampoco parecía ser fuerte. Gilbert no había sentido la intensidad que había esperado de alguien que logró tanto.

¿Realmente este hombre era fuerte? Ahora que se habían reunido, Gilbert empezando a tener dudas.

 

Hablando francamente, Gilbert era fuerte y estaba orgulloso de ello. Se le contaba como un de los mejores combatientes que el Reino tenía que ofrecer. Incluso a su temprana edad, había probado ganarse el apodo del “Soberano de la Lanza,” un titilo digno de ser mencionado en el mismo nivel con el más fuerte del mundo, el Soberano de la Espada.

 

Con la excepción de Ines, el Bendecido recipiente del título “Escudo Divino,” Gilbert había sido el huérfano más joven en escalar a su actual posición, y el miembro de mayor crecimiento del Cuerpo de la Sexta Armada de la Capital Real. No tenía igual, forzado a entrenar solo usando un régimen de idea propia. Los únicos recordatorios que le faltaba experiencia habían llegado en forma de ocasionales tutelas de su instructor, Sig, el Soberano de la Espada— también conocido por el legendario título de “Sig de las Mil Espadas.” Por otro lado, Gilbert nunca se había encontrado con nada que pudiera llamar un obstáculo para su progreso. Para él, incluso Sig era un objetivo que eventualmente superaría.

 

Ni siquiera Ines, portadora de una Bendición, actualmente reconocida por los Seis Soberanos como el mejor activo militar del Reino, había vencido a Gilbert cuando luchan. Era de esperarse, considerando que realizaba un papel diferente, pero aun así— Gilbert no dudaba de su poder. Si liberaba su verdadera fuerza, entonces sería capaz de acabar con toda la capital real como si fuera nada. Lo sabía bien, y era precisamente por esa razón que nunca podrían luchar en serio.

 

También era porque Gilbert la encontraba tan aburrida.

 

Nunca podrían ir con todo cuando luchan entre sí. Sus fuerzas eran completamente diferentes. En serio, no había emoción que encontrarse con un ponente como ese. Lo que él quería era algo más— alguien más.

 

Pero no había nadie que pudiera igualarse con Gilbert. No tenía rival, y luego de lo que se había sentido como una eternidad por ese ser… él se había aburrido. Su vida estaba carente de emoción.  Todos eran muy débiles. Quería un oponente real— alguien quien estuviera en su edad, con quien pudiera competir y llamar su igual. Aunque sabía que su deseo era egoísta, en lo profundo de él, lo más profundo continuaba buscándolo igual.

 

Entonces este misterioso hombre había llegado. Todos estaban convencidos que era fuerte— y si los rumores de él matando a un Minotauro fueran ciertos, entonces él lo era. Todo un Chad.

Gilbert no podía evitar preguntárselo: ¿finalmente se había encontrado con un digno oponente? No iba a desperdiciar esta oportunidad para descubrirlo, así que desafió al hombre a un duelo bajo el pretexto de querer entrenar— y, contrario a sus expectativas, el hombre aceptó.

 

Pronto como el duelo comenzó, gilbert lanzó a su oponente un poderoso ataque tras otro… pero no importa lo que hiciera, el hombre no atacaría de vuelta. Gilbert empezó pensar lo que podía estar pasando, pero entonces—

 

[Me doy cuenta que estás siendo atento, pero no necesitas contenerte. Incluso un tipo como yo puede esquivar esos ataques con sus ojos cerrados.]

 

El hombre había dicho francamente que ni siquiera consideraba esta lucha un desafío.

 

Gilbert podía sentir que este insulto de su apacible oponente lo carcome, pero al mismo tiempo, la sangre pasando a su cabeza venía con un gustoso sentimiento. Era la primera vez que algo como esto le había pasado. Usualmente, cualquier tipo de disputa sería arreglada justo antes que tuviera que ponerse serio. Quizás, por esa razón, él se había estado conteniendo inadvertidamente.

 

[¿Qué…? Así, ¿huh?] Luego de tomarse un momento para calmarse, Gilbert reajusto su postura. [Mi culpa. ¿Qué tal esto?]

 

Habiendo renovado su entendimiento de la fuerza del hombre, Gilbert decidió abandonar sus anteriores recelos y atacó con todas sus fuerzas. Sus golpes eran feroces que se sorprendió que continuara su ofensiva. Esa fue la más rápida y aguda ráfaga de ataques que hubiera liberado. Podía sentirlo. Y este impresionante despliegue hizo que Gilbert se dienra cuenta que había estado conteniéndose. Era la primera vez que se sentía tan satisfecho con su lanza.

 

Aunque, algo estaba mal. Incluso después de tal intenso ataque, no había señales que su lanza siquiera hubiera razado a su oponente. No solo eso, sino que el hombre ni siquiera había tratado de usar la espada de madera que estaba blandiendo. Había estado observando calmadamente la trayectoria del arma de Gilbert y evitándola con el mínimo movimiento requerido. Tan increíblemente preciso fue el juego de pies del hombre que la lanza bien pudo no haberse estado moviendo.

 

En resumen, estaba leyendo a Gilbert como un libro.

Mientras, Gilbert estaba llevando su fuerza a sus límites. No, podía sentir que él ya las había superado. Pero aun así, no podía hacerle un rasguño a su ponente. Ni un solo golpe podía impactar.

 

Nada como esto le había pasado antes.

 

Entonces, el hombre habló otra vez. [Puedo manejarlo. Puedes ir más rápido.]

 

[Puedes, ¿huh?]

 

Muy bien. Gilbert rio internamente; algo dentro de él había despertado. Si toda mi fuerza es lo que quiere—

 

<Dragrave>

 

Era el ataque más fuerte de todo su arsenal— un ataque de lanza más rápido que la velocidad del sonido. Una vez lo había usado para matar a un Dragón de Trueno partiendo los cielos más rápido que un rayo de luz. Era un movimiento poderoso suficiente para destruir a cualquier oponente, el cual precisamente nunca había usado antes contra una persona. La mera idea debía haber sido inimaginable, pero ahora…

 

No era una decisión que Gilbert hubiera hecho consciente; su cuerpo había casi actuado por instinto, y la resolución había llegado a él tan natural como respirar. Los instintos de batalla que había perfeccionado al absoluto límite ya habían llegado a una conclusión: nada más podía tocar a este hombre. Su lanza sola no era suficiente.

 

Antes que Gilbert se diera cuenta, su arma estaba volando a la garganta de su oponente. El ataque había sido tan rápido que su propia consciencia no había sido capaz de seguir el paso. Si conectaba, entonces el hombre moriría… pero Gilbert no tenía arrepentimientos.

 

Gracias a Dios. Llegará. Solo un poco más, y mi lanza le llegará. Gracias a Dios.

 

Durante ese breve momento, incomparablemente más corto que lo que tomaría un pestañeo, esos eran los únicos pensamientos que cruzaban su mente. Luego, su lanza conectó, hundiéndose directo por la garganta de su oponente.

 

O eso había pensado. El hombre se había desvanecido, como si fuera un fantasma. Fue cuando los sentidos de Gilbert volvieron a él que se dio cuenta que su oponente ahora estaba parándose detrás de él.

 

Completamente perdido por lo que había pasado, Gilbert solo podía quedarse allí asombrado en silencio. Pero antes que esos sentimientos se convirtieran en consternación, notó algo extraño: un gran cráter en el pavimento donde su oponente había estado parado. ¿Cuándo había aparecido? El suelo había estado intacto hace un momento. Gilbert no tenía idea de lo que pudo haberlo causado, pero sabía que tenía que estar relacionado a los eventos que habían ocurrido. En toda probabilidad, había sido debido a algo que su oponente había hecho.

 

Girando su cabeza, Gilbert vio que el pavimiento había sido aplastado en otros lugares también. La destrucción debió haber requerido una considerable cantidad de fuerza, aunque no había oído sonido o sentido impacto. ¿Quién pudo haber sido el responsable?

 

[Entiendo. Perdí.]

 

Gilbert estaba buscando una respuesta para el misterio cuando su oponente, aún parado detrás de él, de pronto habló.

 

[Ahora entiendo.] El hombre continuó. [Más de esto sería inútil.]}

 

[¿Q-Qué? ¿Qué entiendes…?]

 

[Está bien. En serio. Es suficiente.]

 

[No, espera. No termino conti—]

 

No importa cómo lo consideres, el resultado de su primera batalla fue la completa derrota de Gilbert. Era la primera vez que había perdido en una batalla directa sin siquiera lograr dañar a su oponente. Aunque…

 

“Perdí.”

 

El hombre se había rendido.

 

Unos cuantos de los subordinados de Gilbert estaban esparcidos cerca de los campos de entrenamiento, haciendo sus ejercicios. Su oponente se había sometido porque había notado sus miradas. Es decir, no solo el hombre había ganado, pero también había mostrado misericordia.

 

El hombre tranquilamente se dirigió a la salida del campo de entrenamiento, solo acabando su silencio una vez pasó a Gilbert.

 

[Espero por nuestra próxima reunión.]

 

Entonces, mientras Gilbert se mantenía inmóvil, el hombre se retiro sin siquiera ver atrás.

 

Por primera vez, Gilbert tembló al sentimiento de derrota. Para esos que vivían por la espada, no hubo más grande humillación que alguien se rinda por lástima… aunque era más grande su gozo. Por ahora tenía un nuevo objetivo— una nueva persona— a alcanzar.

 

Esa noche, mientras le murmuraba a nadie en particular, Gilbert, el Soberano de la Lanza, se dio cuenta que una fiera sonrisa había aparecido en su rostro.

 

[Sí, esta va a ser divertido también.]

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