Capítulo 22
El Dragón Negro de la Muerte
Cuando
el <Descubrir> de la princesa revelo a la criatura que había estado
oculta a la vista, jadee. [¡¿Ese no… es un, Dragón Negro de la Muerte?!]
Aunque
tenía la apariencia de un enorme sapo negro, el monstro en la distancia era una
especie de dragón conocido por su salvaje comportamiento. Se decía que tenían
garras más duras que el acero las cuales usaban para desgarrar a su presa, colmillos
bastante duros para aplastar y un instinto que los llevaba a consumir todo lo
que se movía.
Pero
lo que era más terrorífico de todo era su respiración, un miasma almacenado en
un saco al fondo de su garganta. Cualquier criatura viviente con la cual
tuviera contacto, sin excepción, sufriría horribles quemaduras y sería reducida
a nada más que un cadáver negro.
Esa
maliciosa respiración era el origen de su apodo. [El Portador de la Muerte
Oscura.] De todos los monstruos que habitaban el continente, los Dragones
Negros de la Muerte estaban contados entre los más feroces.
Siendo
una especie de dragón, su fuerza en batalla era sin duda— y debido al gran
riesgo que posee por su misma, el cual podía dañar las vastas áreas, era
tratado como una amenaza Especial Clase A. Los efectos secundarios de su
respiración también eran duros; podía meterse en la tierra, creando áreas de
tierra árida y negra tanto como el ojo podía ver. Incontables ejemplos de tales
lugares existían por el continente.
Pero
¿por qué un Dragón Negro de la Muerte estaba tan cerca de un asentamiento
humano? Bajo usuales circunstancias, vivían dentro de tóxicos pantanos, y las
personas rara vez se los encontraban.
No
podría ser cosa del chico a la par, ¿verdad? Estudié sus rasgos distintivos, y
aunque había oído tales historias como esta antes, llegué a lo que pensé que
era la conclusión correcta.
[¿Qué
está haciendo uno de los demonios aquí…?] Murmuré.
Los
demonios eran una rada de odiados semihumanos quienes, luego de sufrir una
aplastante derrota en una guerra contra la Santa Teocracia de Mithra hacia
doscientos años, habían perdido su país y esparcido por el mundo como
resultado. Aunque se parecían a los humanos en apariencia, había claras diferencias
entre las dos razas. Por algo, se decía que los demonios podían comunicarse con
bestias mágicas a voluntad, una habilidad especial que poseían del nacimiento.
También se decía que, por naturaleza, incluso eran una existencia similar a
esos monstruos. Muchos registros históricos existentes de los demonios
controlando monstruos feroces como si fueran parte de su propio cuerpo,
poniendo ciudades enteras en riesgo.
Con
todo eso dicho, actuales avistamientos de demonios eran raros; a como iba la
historia, su raza había sido cazada hasta el punto de la extinción. Era mi
primera vez viendo uno de su tipo.
Aunque,
casi estaban extintos. Los rumores hablaban de sobrevivientes de la gran guerra
quienes se mantenían ocultos en lugares desconocidos, esperando la oportunidad
para iniciar su venganza. Se recomendaba que tales personas sean asesinadas a
primera vista, aunque la Santa Teocracia de Mithra, la cual despreciaba a los
demonios como enemigos, ofrecían una generosa recompensa por cualquiera
capturado vivo. Como resultado de eso, de vez en cuando, incluso había
aventureros que profesaban ser los “cazadores de demonios.”
[No
me digas que el chico demonio trajo a ese Dragón Negro de la Muerte aquí…]
Murmuré.
Una
vez había reconocido al chico como un demonio, empecé a entender la situación.
En todo caso, había dirigido al Dragón Negro de la Muerte aquí. Pero ¿por qué?
Si se le deja a sus anchas, devastaría todas las ciudades cercanas— y no había
nada que pudiera hacer al respecto, ninguno de los tres. No importa qué tan
resiliente una persona pudiera ser, el aliento de miasma del dragón causaría la
muerte en segundos. Correr a él sin alguna contramedida sería pedir la muerte.
Y
así, por qué— por qué— ¡¿Por qué estaba haciendo eso?!
[¡Instructor!]
La
princesa se dispuso a correr tras él, pero dudoso invoqué mi <Escudo
Divino>, creando una barrera de luz que obstruía su paso y la hizo
retroceder.
[No
debe, señorita.]
Podía
sentir el conflicto e inconsistencia en mis propios actos. Era mi papel
proteger a quienes acompañaba. Hace unos momentos, le había dicho a nuestro
compañero de viaje que lo resguardaría con este escudo… pero justo ahora, sobre
todo lo demás, necesitaba proteger a la Princesa Lynneburg. No tenía otro deber
que ese.
Me
dije que mi única opción era dejar a ese hombre— dejar a Noor.
Pero
lo que pasó después era difícil de creer. Noor ya había llegado al Dragón Negro
de la Muerte, y, con su espada de un solo mango, ahora estaba rechazando a las
garras entrantes, la cual se decía ser capaz de destruir cualquier arma, y
hacerlo con facilidad. La fuerza que permitido que este hombre matara solo a un
Minotauro— eso había hecho que ese perro rabioso de Gilbert admitiera su
absurdidad— era el genio del asunto; entendía eso sin ninguna duda.
Sin
embargo, esa fuerza no sería suficiente, el peligro de un Dragón Negro de la
Muerte no yacía en las garras y colmillos pegados a su masivo cuerpo.
Debimos
habernos dado la vuelta y huir en el momento que vimos al dragón; con nuestra actual
fuerza de pelea, no había nada de lo pudiéramos hacer al respecto.
Necesitábamos regresar a la capital real de una vez para reagruparnos, y volver
con refuerzos, pero sabía que tal esfuerzo sería en vano. El Cuerpo de la Sexta
Armada de la Capital Real estaba desplegado en misiones separados; era por eso
que esa asignación había recaído en mí.
[La
capital real está por experimentar el peligro del cual nunca antes han visto.]
El príncipe me dijo. [Recibirás noticias de la ruina de la ciudad, toma a Lynne
y Sir Noor contigo ya, y busca asilo en la Santa Teocracia de Mithra.]
Me
había prohibido revelar cualquier cosa a la princesa. Si hubiera sabido la
verdad de nuestra situación, se habría rehusado a irse.
Aunque
acordaba con el juicio del príncipe, tenía conflictos. No podía soportar la
idea que mis compañeros y subordinados estarían poniendo sus vidas al borde
mientras yo, sola, hacia mi escape. La culpa de dejarlos detrás pesaba en mi
consciencia.
Sin
embargo, se me había confiado una misión: necesitaba proteger a la princesa y
escoltarla a salvo. Me devote en protegerla, no importando que sacrificios
tendría que hacer en el progreso. En ese sentido, estaba dando mi vida por el
Reino, así como esos que había dejado atrás. Ese pensamiento era la única razón
por la que había sido capaz de llegar tan lejos.
Pero
ahora, estábamos aquí, de cara a lo inesperado— un Dragón Negro de la Muerte
había aparecido delante de nosotros. Probablemente había estado parado aquí por
el chico demonio. ¿Nuestros enemigos habían anticipado que el príncipe tomaría
esta ruta de escape? No podía decirlo con seguridad, pero una cosa era clara:
este camino ahora estaba fuera para nosotros. Nuestra única opción era darnos
la vuelta y huir.
Ya
estábamos cerca de Toros. Si no hacíamos nada para detener a este monstruo,
entonces causaría un inexplicable daño a la ciudad cercana y quizás más que
eso. Tal era el peligro que su nivel de amenaza poseía; perder una o dos
ciudades era el mejor escenario.
Pero,
teníamos que correr, a pesar que nuestro actuar tomaría muchas de sus vidas.
Solo éramos tres; no importaba lo mucho que lo intentáramos, no había nada que
pudiéramos hacer. Incluso con el escudo más fuerte del Reino, la retirada era
nuestra única opción, y así…
[¡¿Qué
está pensando?!]
Sonaba
más acusador de lo que había pretendido, pero ¿quién podría culparme? Noor se
había alejado del carruaje, y apenas había logrado detener a la princesa cuando
ella lo había perseguido. Ahora, estaba a una buena distancia. Incluso si tratáramos
de reagruparnos y hacer nuestro escape, era improbable que seríamos capaces de
reaccionar rápido. Debido a él, perdimos nuestra oportunidad de retirarnos.
Había
entrado en batalla sin pensarlo dos veces, sin prestarle atención a esos
alrededor de él— de eso estaba segura. Y lo más probable, pretendía salvar a
ese chico demonio.
El
hombre era todo un idiota. Creía que estaba salvando a un niño, sin idea del
hecho que el chico había traído al monstruo aquí. Ese pensamiento simplista— o
pobre juicio, quizás— era lo que lo hizo entrar en acción.
Podía
entender por qué se había ido, pero lo que estaba haciendo no tenía sentido. La
persona por la que estaba tratando de arriesgar su vida para salvarlo era el
culpable detrás de la amenaza que estaba enfrentando.
Aunque,
de no saberlo… habría ido también.
Ese
fue el siguiente sentimiento que brotaba dentro de mí. Arriesgar tu vida para
proteger al débil era propio de un guerrero— cómo alguien de mi clase— debería
comportarse. Cuando había una persona aterrada frente a mí, yo, también,
querría salvarla. Aspirar a ese ideal era la razón por la que me había unido a
mi profesión— por eso entrené mucho.
Pero
las personas no eran personajes salidos de un cuento de hadas; había un límite
a lo que eran capaces. Algunas veces, arriesgar tu vida para proteger a otro
significaba exponer a alguien más al peligro. Algunas veces, era necesario para
decidir calmada y racionalmente quién era más merecedor de ser salvado.
Justo
ahora era uno de esos momentos. Y por todo eso…
¡¿Cuál
era el ideal de ese hombre?!
Antes
de darme cuenta, me encontraba mordiéndome el labio. Llamaba a la Princesa
Lynneburg “Lynne” sin importarle nada. Y como agradecimiento por correr a su
rescate, el rey le había regalado su amada Espada Negra.
Mucho
antes de haber conocido a Noor, sabía de su nombre. Dandalg, el Soberano del
Escudo— mi padre adoptivo, a quien reverenciaba— lo había dicho incontables
veces. Ya se hubiera sido durante el entrenamiento, en expediciones de caza, o
cualquier momento que hubiera enfrentado una dificultad, mi padre había usado
cada oportunidad para mencionarlo.
[Me
pregunto… ¿qué haría Noor?]
Había
sido su hábito; una frase que se le salía conmigo y nadie más. Cada vez, la
preguntaría a quién se refería, pero nunca me lo dijo. Solo sonreiría y me
diría olvidara lo que había dicho.
Pero
mi padre nunca había dejado de decir ese nombre. Recordaba sentir molestia cada
vez que lo oía. Me tenía a mí, ¿por qué siempre sentía la necesidad de
mencionar a un tipo extraño? No sabía qué hacer con la emoción que había estado
dentro de mí.
De
acuerdo a los otros, llegó a importarme menos las personas. Acordaba. Quizás me
había disciplinado para ser de esa manera. Quizás porque, en mi experiencia,
era una existencia a la que era mejor mantenerse a una buena distancia de
otros.
Había
sido muy joven cuando mis aventureros padres desaparecieron y el orfanato de la
capital real me recibieron— y no mucho después, me di cuenta que poseía un
misterioso poder. Con un poco de concentración, pude crear una delgada y
poderosa luz. No había entendido lo que era en el momento— simplemente pensé
que era linda— así que le había mostrado mi truquito a uno de los otros chicos
con los que siempre había jugado… y por accidente corté su brazo.
Los
otros me habían visto como un objeto de miedo desde entonces.
Una
vez las personas se dieron cuenta que mi habilidad era una Bendición, rara
incluso entre los anales de la historia, me llovieron halagos— pero entonces,
la mirada en los ojos de esos a mi alrededor nunca cambió. [No te me acerques.]
Dijeron. [Eres peligrosa.]
No
los culpaba por ello. Si llegaba a usar mi Bendición, era capaz de traer la
ruina a todo a mi alrededor. Oken, el Soberano del Hechizo, me había enseñado
que, desde que había empezado a aprender cómo controlar mi nuevo poder, me
había asegurado de evitar las relaciones humanas. Distanciarme de otros se
había un asunto de hecho, y gradualmente, sus palabras y acciones habían dejado
de tener algún tipo de emoción.
O
al menos, ese debió haber sido el caso. En cambio, me encontraba extrañamente
celosa de un hombre del que no sabía nada, salvo su nombre. No podía evitar
preguntarme por qué.
Ahora,
ese mismo hombre había aparecido ante mí, metiéndome en todo un caos. Se
dirigió a la princesa con toda familiaridad, a quien había dedicado mi vida a
servir, y se paró a su lado, donde el deber me había dictado estar por muchos
años, como si fuera normal. Cuando descubrí que él era el “Noor” del que mi
padre hablaba, había sido como si arrebataran todo de mí.
Durante
el viaje, había sido el mismo sentimiento de rivalidad del que me había
empeñado para asegurarle que lo protegería, a pesar de que no necesitaba
protección.
La
verdad era, cuando salió del carruaje, debí haber sido capaz de detenerlo… pero
una parte de mí había detenido mi actuar. En ese momento, genuinamente creí que
él podría ganar. Al fin que, él era el “Noor” de mi padre. Tenía el
reconocimiento del rey, la princesa, Gilbert, y cada uno de los Seis Soberanos,
mi padre incluido. Quizás podría hacerlo.
Quizás
podría encontrar una manera de derrotar a esa calamidad caminante.
A
pesar de eso, sentí esperanza. Había sido liberada de los celos y envidia que
estaba dentro de mí, y me había causado dejarlo ir.
Noor
era un idiota. Había corrido directo a la mandíbula de la muerte, es obvio.
Pero si era un idiota, entonces yo era una más grande.
El
dragón exhaló su respiración de miasma. La nube negra hizo contacto directo con
Noor, dispersándose en una oscura neblina gruesa que oscureció todo mi campo de
visión en cuestión de momentos.
[¡Aquí
viene, mi lady! ¡Venga detrás de mí!]
De
una vez, invoqué mi <Escudo Divino>, formando barreras de luz que
abarcaba todo el espacio entre nosotros y el Dragón Negro de la Muerte. Incontables
escudos se sobreponían para formar una muralla de luz. Sin embargo, solo eso no
podía defendernos contra el miasma. Alguno de ello se filtraba entre las
brechas en de mi muro, pero fue rápidamente neutralizado por la habilidad de
clérigo de la princesa, <Purificar>.
De
alguna manera, pudimos mantenernos, a nuestro carruaje y su caballo a salvo.
Pero eso fue todo lo que hicimos. Pusimos todo en lo que habíamos acumulado en
una esperanza de resistencia.
[¡Instructor!]
[No,
mi lady. Ya es muy tarde para él.]
[¡P-Pero—!]
[¡No!
¡Justo ahora, solo debe pensar en su propia sobrevivencia!]
Mientras
gritaba mi reprimenda a la princesa, me mordí el labio otra vez. Desde el
momento que Noor había corrido solo, había previsto ese resultado. Era
precisamente por eso que estaba tan enojada— con él, por salir corriendo sin
considerar las consecuencias y conmigo, por no haber sido capaz de detenerlo.
Esos errores habían creado esta situación donde la vida de la princesa estaba
en riesgo ahora. Al final, no había sido capaz de proteger a nadie.
No
era digna de ser un guardia.
El
miasma del Dragón Negro de la Muerte empezó a condensarse en una nube más
gruesa. Noor ya no podía ser salvado; un solo respiro de ese veneno era
suficiente para ser fatal. Para un clérigo de alto rango, sería imposible de
curar. Incluso si el mismo Sain, el Soberano de la Salvación, estuviera aquí,
Noor casi no tendría oportunidad de sobrevivir. Con el miasma tan grueso, el
tiempo de vida de alguien se acabaría en segundos.
[¡Instructor!]
La
princesa estaba desesperadamente preocupada por Noor, pero ya era tarde para
él. En efecto, si nos retrasábamos más, nos encontraríamos en aprietos también.
Dediqué toda mi concentración en asegurarme en la seguridad de la princesa…
Y
entonces, de pronto, oí un sonido desde dentro de la oscura niebla.
[¿Qué…
es esto?] Murmuré.
Quizás
era el sonido de Noor luchando contra el Dragón Negro de la Muerte. De él
reuniendo lo último de su fuerza para poner resistencia.
Pero
el sonido no se detenía. Ocasionalmente, se unía el sonido de algo rompiéndose.
[¿Qué
es esto…?] Murmuré para mí. Podía ver ese desconocido estruendo que había
confundido a la princesa también.
Entonces,
un abrupto vendaval sopló por los campos de trigo. De una vez, el denso velo de
miasma empezó a disiparse— y dentro del receso de la oscura niebla, vi al
Dragón Negro de la Muerte llevar su mandíbula a un movimiento vertical.
Pero
el ataque nunca llegó a su destino; pronto fue rechazada por un hombre
sosteniendo su espada en una sola mano. Increíblemente, aún estaba parado,
enfrentando al dragón— mientras la sangre bajaba por todo su cuerpo.
[Instructor…]
Ya
no podía recibir nuestra ayuda— cualquiera entendería eso de una mirada a sus
terribles heridas. Y, calmadamente fijo su mirada en el dragón, y continuó
parado. Mientras la cortina de miasma lentamente empezaba a aclararse, rechazó
la mandíbula del Dragón Negro de la Muerte con su espada, todo para proteger al
chico demonio en el campo detrás de él.
Frente
a tal vista, tanto la princesa como yo no podíamos encontrar nada que decir.
Fue cuando me di cuenta: la fuente de esos desconocidos sonidos había sido la
mandíbula del dragón mientras se destruía, poco a poco.
Ya no podía llamar lo que vi una idiotez, porque frente a mí ahora estaba la encarnación de un ideal que siempre había aspirado: poniéndose en peligro sin preocuparse por su propia seguridad, y proteger a otro incluso al costo de su propia vida. Había un escudo ante mis ojos, y era todo lo que podía ambicionar a ser.
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