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Prólogo

Los Días de Antaño de los Viejos Caballeros

 

Pudo haberse convertido en una vieja leyenda cantada por trovadores, pero aun ahora, solo al cerrar mis ojos, podía recordar todo claramente.

 

En ese entonces, el mundo era un poco más duro y severo que ahora. Estaba metido en el caos, lleno del dolor, penas y lamentos de las personas.

 

Y así, mientras mantenían el código del caballero en sus corazones, todos luchaban por sus amigos, familias y seres queridos. El alma de todos— su voluntad— estaba ardiendo.

 

Sea el dolor, susurro, dicha, enojo o alivio de las personas, en ese entonces, todo era intenso.

 

El horizonte estaba lleno con lanzas y jinetes. Sin embargo, para nosotros, este campo de batalla lleno de espadas, fuego, cadáveres, sangre y cenizas fue lo que hizo nuestra juventud.

 

[Me pongo en camino. Le dejo el resto, mi señor.]

 

[¡Espera, Sir Sid! ¡¿Estás planeando morir?!]

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[¡Tch, como si te dejaría tomar todo el crédito!]

 

[¡Hahaha! ¡Como se esperaba de Sir Sid! Todos, no se queden atrás. ¡Síganme!]

 

[De verdad eres fascinante, Rayo. Yo, Luke Anthalo, cuidaré tu espalda.]

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[Tus estrategias son tan efectivas como siempre, Rifis. Me alegra que estés de nuestro lado.]

 

[Hmph. Y tú eres tan problemático como siempre.]

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[Espero que un día, podamos tener un encuentro usando todo nuestro poder, Rayo.]

 

[Sí, yo igual, Lion.]

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[Algunas veces me pregunto cómo me verías si hubiera escogido vivir como una mujer en lugar de un caballero. Y si estaría más feliz con eso que luchando a su lado como lo estoy ahora.]

 

[Luke…]

 

[Por favor, solo por ahora, llámame Lucy.]

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[¡Recuerda, Sir Sid! ¡Solo te ayudé por nuestro estimado señor! ¡Así que no lo malentiendas! ¡Hey, ¿por qué te estás riendo?! ¡Estás insultándome, el Búho Azul!]

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[Chicos. Esta batalla será más fuera que cualquiera otra en la que estuviéramos. Si no repelemos la invasión de la unión bárbara en el oeste, el Reino de Calvania caerá. Como el rey, les ordeno: ¡Confíenme sus vidas!]

 

[Hah, ¿por qué preguntas?]

 

[En efecto.]

 

[¡Nosotros, los diez mil caballeros de Calvania, seguiremos a nuestro rey, incluso a las profundidades del infierno!]

 

[¡Ooooooooooh!]

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Incluso ahora, puedo recordar claramente los irremplazables días que pasé con mis compañeros.

 

Por norma, era difícil llamarlos días felices. A pesar que hubo momentos llenos de dicha y honor, hubo también dolorosos y lamentables. Ni un solo día pasó sin que uno de mis compañeros muriera, y a menudo luchaba contra personas que una vez llamé amigos.

 

Algunas veces, la crueldad de las personas y las injusticias del mundo me hacían dudar de la utilidad de seguir el código del caballero.

 

Aunque, aun así, podía decir con confianza que los días que pasé corriendo por el campo de batalla con mis amigos fueron divertidos.

 

… O al menos hasta ese fatídico día.

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Pasó luego de una guerra mientras estábamos procesando las secuelas en el castillo que habíamos capturado.

 

[Sir Sid.]

 

[¿Qué pasa, mi lord? ¿Hm? Esta chica… Ella no es la hija del Rey Zacksale, ¿cierto?]

 

Arthur vino a mí con la princesa que debió haber sido confinada en una de las torres del castillo.

 

[Sí, ella es la princesa de uno de los países que Zacksale llevo a la ruina. Fui confinada a servir como un sacrificio para el ritual del festín del dragón.] Él explicó.

 

La chica en cuestión solo inclinó su cabeza silenciosamente. Estaba usando una delgada túnica con su capucha cubriendo sus ojos. Temblé a lo hermosa y cautivadora que era.

 

[Ya veo. Así es cómo el Rey Zacksale domó a un dragón. Lo alimenta con inocentes doncellas a cambio de usar su poder. Tan malo como los rumores van.] Dije.

[Sí. Pero…] Arthur se giró hacia la princesa. [Estarás bien ahora. Te protegeremos. No tendrás que sufrir algo así otra vez.]

 

[Lord Arthur…] Ella susurró.

 

[Sir Sid. Considerando cómo su hogar ya no está, creo que deberíamos llevarla con nosotros. ¿Está bien contigo?]

 

Claro que lo estaba. Él era mi lord, y, como un caballero, no había manera que me rehusara y abandonara a una chica a su suerte.

 

Sin embargo, si tuviera que ser honesto, tenía un mal presentimiento. Del tipo que anunciaba el final de esos divertidos días— el final de nuestra juventud.

 

[Princesa… Si me lo permite, ¿podría decirme su nombre?] Pregunté.

 

[Florence.] Ella dijo, abriendo sus labios. [Mi nombre es Florence Tinbelika, valiente caballero.]

 

De alguna manera, mientras miraba su hermosa apariencia misteriosa, sentí como si su fascinante sonrisa se estuviera burlando de mí.


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