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 Prólogo

 

[Lord Ridley, he terminado de testear su maná y las longitudes de anda cuadran. Los hemos encontrado: ¡Los apóstoles del Espíritu Santo y su banda de inquisidores!]

 

El grito resonó por la entrada cubierta de musgo de una capilla abandonada en la frontera oeste de Tabatha, la ciudad del arte, capital de la República de Lalannoy. Un chico con cabello rubio deslumbraba debajo de su túnica gris claro, aún apretando su báculo de mental mientras terminaba su hechizo de detección. Lord Artie Addison lucía frágil e infantil a la luz de una lámpara de maná. Todos decían que tenía quince, pero me recordaba a un cachorrito. Cerca, varias docenas de nuestras mejores tropas pusieron sonrisas naturales al hijo mayor del Marqués Addison, encontrando al héroe de la república.

 

A su edad, mi amable hermana Lily ya había empezado a hacerse de su vida.

 

[Deja el “lord,” Artie. Las tropas están observando.] Dije, mirando a unas cuantas torres distintivas de la ciudad reflejadas en el cielo. Las circunstancias me habían mantenido en el país por un año.

 

[P-Perdóneme.] Artie dijo con asombro. [Pero no puedo ser demasiado educado con el hijo de un duque. Mi padre me advirtió cuidar de mis modales.]

 

Tenía un punto. Los Leinsters tenían uno de los Cuatro Grandes Ducados del Reino Wainwright, el más grande poder en el oeste del continente. El duque y su familia se ganaban el “Alteza,” y potencias extranjeras trataban al ducado como una nación con su propia soberanía. Mis padres, el viceduque y duquesa, recibían el mismo honor. ¿Pero y yo?

 

[Lord Addison nunca cambia.] Dije, tocando el cabello rojo asomándose fuera de mi capucha. [Sigo explicando que hui para convertirme en un humilde buscador de espadas y dulces, pero no parece que se lo haga entender. Ahora, ¿cuántos tenemos en contra y qué tan habilidosos son? ¿Qué elementos usan?]

 

Artie tembló y bajó su cabeza. [Lo siento.] Murmuró, lágrimas bajaban de sus ojos cafés. [No decir mucho.]

 

Bueno, la magia no es lo que solía ser. No podía tenerlo en los mismos estándares de maestro hechicero en casa.

[Olvídalo.] Dije, espada y armadura chasquean mientras limpió mi túnica. [Sabemos que nuestro objetivo está aquí y eso es bueno. Puedo decir que has mejorado.]

 

[G-Gracias.] El ceño fruncido de Artie se vino abajo. Tenía talento. Con más años para sí, llegaría a ser un gran hechicero, un gran marques y un gran líder de su país.

 

[Capitán, ¿cómo está la moral?] Le pregunté a un oficial naval acercándose— Minié Jonsson, un hombre digno de la confianza del Marqués Addison. Un sombrero tricornio coronaba su uniforme azul y un sable y una escopeta mágica colgaban de su cinturón.

 

[High.] Respondió. [Mi segundo al mando, Snider, tiene una fuerza cuidando la otra salida. Aunque no podemos usar con libertad los orbes de comunicación. Aparte de la iglesia, anti-Addisonistas pueden estar escuchando.]

 

[Oí que formaste parte de la rebelión Algren.]

 

[Órdenes son órdenes.] Añadió algo tímido. [Los marqueses me salvaron de una corte marcial y no creo no ser agradecido. Quiero zarpar en un barco otra vez.]

 

El artificio Lalannoyano nunca pudo ser mejor. Algunos incluso podrían vencer a lo mejor que el reino pudiera hacer. Armas mágicas, las cuales permitían que cualquiera disparara hechizos elementales rápidos de fuego hasta que se quedaran sin balas, resaltado como el primer ejemplo. Aunque, por el momento, el país estaba partido en dos.

 

Cerca de cien años habían pasado desde que la república ganó su independencia del Imperio Yustinian al norte. La Casa de Addison y el Equipo de Alas Brillantes habían guiado al país todo ese tiempo… hasta que una facción militar del este se había revelado contra los anti-Yustinianos concentrados en el frente oeste y formaron una alianza secreta con la Iglesia del Espíritu Santo. No solo habían contrabandeado pistolas mágicas y otras armas mágicas a los Algrens, sino también enviado tropas para masacrar a los nobles rebeldes Wainwirght en los islotes del Océano de los Cuatro Héroes.

 

Los marqueses habían purgado a las fuerzas del este tan pronto como la cortina se bajo y trataron de esconder el asunto bajo la alfombra. Pero para entonces, ya era muy tarde. Su oposición, el Equipo Celestial y Terrestre, habían aprovechado el momento. La opinión pública había dividido el este y oeste junto con la milicia, dejando a la república al borde de la guerra civil.

 

Lo más probable, el Equipo Celestial y Terrestre sus conexiones con la iglesia. El Marqués Addison temía dividir su país como para hacer algún gran movimiento militar, pero tampoco podía ignorar que los apóstoles estuvieran haciendo de las suyas. Al final, había llamado al más grande héroe de la república a la capital, regando por mi ayuda, y nos envió a ambos tras de ellos. Justo el otro día, le pusimos un alto al cuarto apóstol, un antiguo vampiro con la ayuda de un viejo artista marcial.

 

Muy rico y todo, excepto que vine aquí para entrenar mis habilidades de repostería.

 

[Para ser honesto…] Minié dijo, ajustando su tricornio. [No puedo decir que estoy de enfrentar a un puñado de monstruos, pero ¿qué podemos hacer? Como sea, mejor ellos que otra ronda con el Cerebro de la Dama de la Espada.]

 

Ese nombre me trae recuerdos. Nadie más que mi prima lo llama así cuando hui de la capital real.

 

[La mayoría de cosas se ven así cuando los comparas con el futuro más grande hechicero del continente.] Puse una sonrisa desganada, tocando mi armadura y vaina— ambas blanca y escarlata.

 

[Lo descubrimos a la mala en el Océano de los Cuatro Héroes. Ahora, si me disculpan.] El experto oficial naval camino hacia un grupo de soldados preparándose para el ataque. Su espalda irradiaba espíritu de lucha.

 

Artie nos había escuchado hablar en silencio. [Ridley.] Habló con vacilación. [¿El Cerebro de la Dama de la Espada es tan bueno como dicen?]

 

[Claro.] Dije. [Entró a la Academia Real sin nada más que respaldarlo que su propia habilidad y he perdido la cuenta de las grandes hazañas que ha hecho desde entonces. La Dama de la Espada le debe su explosivo ascenso cuando lo conoció. El rumor dice que ha jugado parte importante en cada crisis reciente.]

 

A pesar de su linaje ducal, mi prima Lydia nunca había logrado lanzar un decente hechizo. Las personas iban por ahí llamándola “la niña maldita de los Leinsters.” Luego una nueva leyenda en ascenso la había salvado y ganado su actual posición de Héroe. Lord Rodde, el Archimago y veterano de la Guerra del Señor Oscuro, había reconocido su grande cuando lo vio— al igual que yo, ya que perdí los estribos y desafié a mi prima a un solo combate frente a su “Cerebro.”

[Si estuviera aquí…] El futuro líder de la república dijo, apretando mi manga con ambas manos. [¿Podría reparar nuestros problemas de comunicación?]

 

[Bueno…] Dudé, luego saqué un pequeño reloj de bolsillo que había comprado en esta ciudad.

 

Supongo que tenemos tiempo.

 

[Artie, déjame contarte una divertida historia— una que nunca he compartido con nadie antes.]

 

[No estoy seguro si te sigo.] El chico dijo.

 

Sentí su mirada mientras descansaba una mano en el mango de mi confiable espada. [Verás, tanto como puedo decir, el Cerebro de la Dama de la Espada— Allen del clan lobo— no tiene talento especial para la magia.]

 

Tomo un momento para procesarse. Luego Artie murmuró. [¿Qué?]

 

El viento invernal sopló en nuestras túnicas.

 

[Fue un huérfano.] Dije, mirando al asombrado marques a los ojos. [Sin relación a sus padres del clan lobo. Y oí que nunca tuvo un profesor de magia porque los hombres bestias de la capital este lo veían como un forastero. Apenado como odio admitirlo, el prejuicio contra los hombres bestias en mi tierra es profundo. Fue un golpe serio.]

 

Ni con la red de información de los Leinster había logrando identificar a sus padres sanguíneos. La comunidad de hombres bestias gradualmente se abrió a él, pero los jefes se rehusaban a aceptarlo como uno de los suyos. Nadie más que su familia adoptiva y unos cuantos miembros lo habían defendido antes que llegara a la capital real donde había conocido a Lydia, la Princesa Cheryl Wainwright y al difunto Zelbert Régnier.

 

[Apuesto a que Allen practicó la magia porque quería salirse.] Pensé. [Las órdenes de caballeros le ponían mucha importancia al linaje como para darle algo de esperanza, pero la corte de hechiceros acepta por habilidad.]

 

[P-Pero…] Atrie balbuceó. [¿Cómo alguien que no sea un prodigio pudo enfrentarse contra dragones y demonios?]

 

[Una vez hice que me enseñara su régimen de entrenamiento en la capital real.] Dije, pensando en lo que había hecho mientras observábamos a Lydia y la Princesa Cheryl luchar en el campo de entrenamiento de la Academia Real. Su método había sido normal, aunque nunca había visto algo así. [Ejecutó ejercicios básicos de control solo pasando por los ocho clásicos elementos una y otra vez. No hubo truco en ello. Allen practicó la misma rutina cada día, más veces de las que pudieras pensar. Añadió miles, millones, billones, trillones y cuatrillones de repeticiones— más que el resto de nosotros en toda nuestra vida.]

 

Artie jadeó, sin palabras.

 

Los hechiceros necesitaban fundamentos al igual que los espadachines. Solo esos interminables ejercicios separan a Allen. La mayoría de personas no podían exigirse tanto.

 

Miré a la luna. Mi hermano de armas debió haber estado haciendo las preparaciones finales afuera de una capilla abandonada. Al final, nunca descubrimos por qué a los apóstoles les importa tanto esas reliquias del culto de la “Gran Luna,” o como fuera.

 

[No tenía talento para la magia.] Dije. [Lo que tenía era una determinación más fuerte de la que la mayoría de nosotros pudiera imaginar. Al mismo tiempo, yo fracasé en entender eso, así que perdí ante mi prima cuando descubrió esa misma resolución.]

 

Recordé el calor de su espada en mi garganta y el ardiente fuego en sus ojos. [Eres fuerte, Ridley. Un poco más fuerte que yo.] Dijo. [Pero no puedo perder mientras él esté observando. ¡No puedo! Juro que no, así que no lo haré.]

 

Nadie nunca pondría con mi prima, Lydia Leinster, la Dama de la Espada, mientras lo tuviera a su lado.

 

[Recuerda, Artie.] Apreté mi puño y lo pegué al corazón del joven feudal. [La fuerte determinación vence al talento puro. No puedes ir contra un enemigo y decir, “Por favor, perdóname; ¡No estoy a la altura!” ¿Y no quieres mantener a salvo a Isolde?]

 

Los ojos del chico se iluminaron al nombre de la chica a la que un giro extraño del destino puso al cuidado de su casa. El padre de Isolde lideró al Equipo Celestial y Terrestre.

[¡Gracias, Ridley!] Gritó, asintiendo con vigor.

 

[Cuando esta misión acabe, invítame a un postre que nunca antes haya probado.] Dije, dándole una última mirada a mi reloj antes de guardarlo. Minié y los otros soldados entraron en formación, pistolas mágicas en mano.  Le di un empujaón a Artie en la espalda. [Es ahora. Andando.]

 

[¡Sí, señor!]

 

Lleve a una unidad por un sombrío pasaje de piedra con viejas lámparas de maná. Nos armamos con hechizos silenciosos. Dado contra quién íbamos, claro, no podía realizar una emboscada.

 

[No tenía idea que esto estaba aquí.] Artie murmuró, revisando los muros, techo y enormes pilares de piedra, todos cubiertos por musgo y desmoronándose en pedazos.

 

[Me recuerda a un lugar en la capital sur. Solía jugar allí todo el tiempo de niño.] Dije. [Alto.]

 

El grupo obedeció como uno. Sesgadas puertas de piedra llevaban a una gran cámara.

 

Minié saco su sable. [Mi lord, Sir Ridley, permítannos tomar la cabeza.] A las tropas— y el tenso joven oficial detrás de mí— añadieron. [Recuerden, ni un sonido.]

 

Pistoleros mágicos avanzaron con un sordo “Sí, señor.” Me había gustado usar hechizos de detección, pero conociendo la habilidad de Artie, el enemigo nos habría rastreado.

 

Mientras las puertas se acercaban, sentí un ligero temblor. Nuestro objetivo estaba aquí.

 

Minié en silencio levantó su mano y apuntó su sable a una iluminada cámara. Los pistoleros mágicos avanzaron a las puertas en formación.

 

Vi a un grupo de hombres encapuchados, varios de gris y dos en un blanco puro: inquisidores y los apóstoles de la Iglesia del Espíritu Santo.

 

[¡Fuego!]

 

La orden de Minié liberó un bombardeo de luz de varias docenas de pistolas mágicas. Cada explosión tenía casi la fuerza del hechizo elemental Divine Light Shot, pero le añadieron una fuerza mayor. Un destello y estallido engulló la cámara y llenó el aire de polvo.

 

[¡A la carga!] Artie gritó, moviendo su báculo con dignidad y todos entramos. Los soldados en filas, lanzaron más balas mágicas hacia la nube de polvo.

 

Logramos atraparlos con la guardia baja, pero no caerán tan fácilmente.

 

Los soldados se agitaron mientras una fórmula de hechizo se deslizaba de los pilares al techo. Me recordaron a nada más que sangre congelada. Una lluvia de oscuras cadenas arrancó trozos del suelo. La puerta se cerró detrás de nosotros.

 

Parece que…

 

[¡Estamos atrapados en una barrera!]

 

[Bien hecho. Nunca pensé que dividirían sus fuerzas y entrarían en nuestra trampa tan rápido. Solo desearía que nuestra investigación aquí hubiera resultado igual de fructífera. Aunque, no se puede tener todo.]

 

Un vendaval de siniestro viento reveló a un delgado apóstol con báculo en mano. Su capucha ocultaba su rostro.

 

¡¿Sabían que veníamos?!

 

El otro apóstol, un corpulento hombre, apareció detrás de nosotros con los inquisidores, sus dagas desfundadas.

 

[¡Fuego!] Minié gritó otra vez con urgencia en su voz.

 

Un rápido torrente respondió, pero cada disparo rebotaba en un muro gris: restos del gran hechizo Radiant Shield que Gerard Wainwright puesto en sus manos.

 

[Testeé unas cuantas pistolas mágicas.] El delgado apóstol dijo. [Palidecen en comparación a sus homónimos en los días que los dioses caminaban en la tierra. Aquellas mataban wyrms con facilidad, pero los vuestros también pueden ser juguetes ante el glorioso poder de Su Santidad. ¿No concuerdas, Ifur?]

 

[Ni qué decir, Ibush-nur.] El apóstol más grande hizo a un lado su túnica, sacó una magnifica espada larga de su cinturón y la blandió en alto. El delgado apóstol tocó su báculo y agua oscura pasó por el aire mientras una enorme fórmula de hechizo tomaba forma.

 

[¡N-Ningún humano tiene un maná así!] Artie dijo, alejándose mientras toda la cámara se agitaba.

 

[¡Posiciones defensivas! ¡Y que sea rápido!] Minié respondió.

 

[¡S-Sí, señor!] Los soldados abrieron pergaminos, levantando barreras en rápida sucesión.

 

El delgado apóstol se burló. [Una bruja que luchó contra el mundo hace quinientos años creó este tabú: Lamentos de Aguas Residuales. Aquellos como tú nunca podrán soportar su—]

 

Dejé de escuchar y corrí, hacia el subterráneo. Las llamas levantaron mi espíritu de lucha, dominando el espacio alrededor de mí mientras me acercaba.

 

[¡No tan rápido!]

 

[¡Herejía!]

 

[¡Dejen a los apóstoles cocinar!]

 

Los encapuchados inquisidores gritaron, rápidamente conjurando cadenas.

 

Pronto, varios cientos buscaron atraparme entre sus impecables garras. Salté a un pilar, lo pateé con todo lo que tenía, me impulsé, pasando entre ellos. Mi confiable espada brilló desde su vaina en un profundo corte mientras aterrizaba. Un infierno siguió en el paso de mi espada, aniquilando la flotante fórmula de hechizo.

 

Los inquisidores aterrizaron cerca de mí, labios retorcidos en sonrisas a pesar de su consternación. Los ataqué con mi ardiente espada, cortando a través de sus torsos antes que tuvieran la oportunidad de reaccionar. Para la sorpresa de los hombres, sus vestigios del gran hechizo Resurrection parpadeó y murió entre mis llamas. Moví mi espada alrededor del delgado apóstol— y el choque de metal con mental llenó la cámara. La larga espada del grande apóstol había bloqueado mi ataque.

 

[Muy bien.] Dije. [Es una buena espada la que tienes.]

 

Un báculo bajó en respuesta. El delgado apóstol había lanzado un avanzado hechizo Ocean Orbo a quemarropa.

 

Hice a un lado la larga espada y me hice atrás, cortando la bola entrante a mis espaldas. Fuego se topó con agua sucia en una explosión de fuerza. Ardiente viento del vendaval hizo atrás nuestras capuchas mientras nos separábamos.

 

Ibush-nur frunció sus ojos. [Maestro Espadachín Ridley Leinster.] Dijo, sudor bajó de sus mejillas. [Huiste del reino. ¿Qué te trae a estas tierras?]

 

[Asumo que esa es una de las flameantes espadas que los Leinster pidieron a las razas longevas forjar luego de la guerra como armas contra el Señor Oscuro.] El apóstol grande añadió, justando el agarre en su larga espada entre la creciente llamarada. [La Verdadera Escarlata es la más famosa, pero oí que otras existen. La tuya fácilmente contiene más maná que un hechizo supremo.]

 

[Es llamada la “Flor Devota.” Buen nombre, ¿no crees?] Dije, mirando detrás de mí. Artie y Minié lucían pálidas, pero no había perdido la fe.

 

Apunté mi ardiente espada a los apóstoles. [Conde Raymond Despenser y el Marqués Fossi Folonto— ¿o preferirían “Quinto Apóstol Ibush-nur” y “Sexto Apóstol Ifur”, sirvientes de la dudosa “Santa” así llamada?] Me burlé mientras las llamas se hacían más grandes, expandiéndose a las barreras encerrándonos. [Solo hay siete de ustedes— seis ya que derrotamos al número cuatro, Idris. Debieron tomar más en serio a los informantes Lalannoyanos.]

El Marqués Addison no dejo espacio vacío una vez entendió las maquinaciones de la iglesia. Estos fanáticos andan en la nada, pero aún habíamos descubierto quiénes eran algunos de ellos.

 

Los apóstoles irradiaron silenciosa furia. Marcas de serpiente aparecieron en sus mejillas, amplificando su maná. No eran pusilánimes. Aunque, podía enfrentarlos con mis compañeros respaldándome.

 

[¿Y ahora qué?] Presioné. [Estaría feliz de aceptar su rendición. Me gustaría saber qué los trae aquí, por algo. Ustedes caballeros tienen habilidad, pero no se miden a la altura de la vieja vampira que ya— ¿Hm?]

 

[¡L-Lord Ridley! ¡Siento poderoso maná!] Artie gritó mientras una comprensión del espacio interrumpió mi evaluación del espacio.

 

Sin advertencia, el contorsionado espacio floreció en una flore negra de ocho pétalos. Casi al mismo tiempo, avisté un fugaz corte en mi confiable espada y cerré mis espadas ante un nuevo enemigo: una chica de ojos cafés en una túnica de capucha gris se había teletransportado. Sus manos apretaban una espada carmesí de un solo filo en su curvada hoja.

 

¡Una “katana”! Oí de una tierra lejana al este que las forjaba en los tiempos antiguos.

 

[¡Hace ver fácil manejar esa indomable cosa!] Exclamé mientras chispas saltaban de nuestras espadas. Amigo o enemigo, su esgrima era formidable.

 

Moví mi espada a un lado, conteniendo al usuario de katana con un estallido de fuego. Empecé a atacar con la espada— luego hacerme atrás. El grito de asombro de Artie resonó en mis oídos. Una larga lanza imbuida con magia de viento venía desde arriba de mi cabeza, dejando un corte en mi mejilla. No había sentido rastro de maná. Nunca pude haberlo esquivado si no fuera por mi intuición Leinster.

 

Aun sin balance, golpeé el suelo y giré. Mi espada abrió la capucha de una segunda chica con capucha mientras caía. Se había teletransportado con un poco de retraso.

 

Miré a los nuevos. Ambos superan a Ibush-nur e Ifur.

 

[Un usuario de katana sacada de un viejo cuento de hadas y una lancera de los hombres bestias.] Dije. [¿Esa última técnica vino del viejo Reino de Atlas? ¡Debes ser Viola Kokonoe, el agente de la Santa que apareció en la ciudad del agua y el Tercer Apóstol Levi Atlas, quienes usan una túnica de inquisidores a pesar de su rango!]

 

El apóstol usuario de lanza cuya capucha había roto era una joven chica del clann gato. Su corto cabello color amarillo se partía a blanco a la mitad de su largo. Sus ojos no mostraban emociones, sino odio se movía en sus profundidades. Viola refundó su larga katana y se recostó, lista para matar. Era la más grande amenaza en este cuarto. Incluso Ibush-nur e Ifur empezaron a desplegar torrentes de hechizos.

 

Las mesas se habían girado. Necesitaba asegurar que al menos Artie y los soldados huyeran. Mi agarre se endureció en mi espada. Mi orbe parpadeó.

 

¡¿En serio?!

 

[¡Pongan todo lo que tengan en las defensas mágicas!] Grité, echándome para atrás sin retraso. [¡No cuentes con él para retenerlo!]

 

[¿Qué?] Artie jadeó. [L-Lord Ridley, n-no me digas—]

 

[¡Sí!] Minié interrumpió, levantando la más fuerte barrera que podía hacer. Los otros soldados siguieron.

 

Un momento después, un rayo de luz pasó por el techo de la capilla, abriéndola junto con las barreras confinándonos. Mientras gritos silenciosos escapaban de mis aliados y llamas ardían, un solo caballero aterrizó majestuosamente en el pilar central. Tenía una sonrisa valiente en un rostro imposiblemente atractivo alumbrado por su cabello rubio y ojos dorados y plateados. Armado con una capa de blanco y azul adornada con oro, llevaba dos espadas blancas envainadas: espadas encantadas forjadas en el Antiguo Imperio por la Casa de Shiki en lo mejor de sus proezas.

 

Notando las miradas de los apóstoles, me giré al hombre que había hecho su deslumbrante entrada y dije. [Tarde, Arthur.]

 

[¡La estrella siempre llega al final!] El ángel guardián de Lalannoy respondió con una fuerte risa. [¿No concuerdas, mi amigo? ¡El otro lugar fue un cebo, pero los destruí solo en caso!]

[Púdrete. ¿Qué si hubiera muerto? ¿No odiarías ver que mi camino de espadas y dulces terminaría aquí?]

 

[¡No morirás— no ahora que estoy aquí!]

 

Me aguante la gana de objetar.

 

[Lady Elna.] Llamé a la hermosa hechicera quien había aterrizado frente a Artie y los soldados. La prima y prometida de Arthur tenía el cabello corto y ojos dorados. Tenía pequeños lentes y una túnica blanca y púrpura y sostenía un antiguo báculo.

 

[Ruego su perdón.] Lady Elna Lothringen dijo con el ceño fruncido y un suspiro. [Lo disciplinaré luego.]

 

[¡¿Qué?!] Arthur gritó. [Espero que seas buena— tu “disciplina” incluso hace que mi corazón se agite. Ahora…]

 

Él empezó a sacar sus espadas. Los apóstoles no— no podían— se movían. Si movían un musculo, él los cortaría.

 

[¡Apóstoles de la Falsa Santa, gracias por esperar!] El héroe gritó, sus increíbles espadas brillaban entre las ardientes llamas. [¡Soy la Espada Celestial, Arthur Lothringen de la República Lalannoy! Es un placer conocerlos, aunque brevemente. Ahora que estoy aquí, sus sucios planes están acabados. ¡Los tengo!]


 

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