Capítulo 4 – Me Interpondré en tu Camino
La Determinada Mujer Mecánica
En el bosque, luego de una corta
caminata en un estrecho camino, había un cierto lugar.
Era un viejo edificio de madera con un
gran número de cuartos. La primera expresión de un externo al verla podía
pensar que era un edificio de apartamentos o dormitorios— una impresión no muy
lejana de la verdad.
[¡Disculpeeen!] El hombre Tourterelle
parándose ante la puerta gritó. [¡Tienes correo!]
Tenía un uniforme azul marino y usaba
un brazalete con el diseño de una pluma y una flecha cosida en ella. Se le
proveyó por un mensajero del servicio postal público, la red de comunicación
más larga en todo Regul Aire.
[¡Hey! ¿Puedo hablarle a la persona a
cargo de estas premisas?]
[¡Síiii! ¡Solo espera un minuto!]
Hubo una breve pausa, luego el sonido
de zapatillas tocando sobre la madera resonaba. Por fin, una alta mujer sin
marcas apareció desde arriba del pasillo, las mangas de su delantal se
arremangaron. Lucía estar en los 20s, o quizás un poco más grande. Su pálido
cabello rojo se extendía a su espalda, soplando ligeramente en el viento.
[¡Perdón por hacerte esperar! Pero ¿ no
puedes poner lo que obtuviste en el buzón? ¡No me importa si lo haces!]
[Mis disculpas. Es una carta sellada
con plumas.]
La suave sonrisa de la mujer se tensó
un poco. De hecho, el sobre que el mensajero le presento tenía un sello con
forma de pluma. Eso probaba que era el correo oficial de la Guardia Alada para
una organización externa— Es decir, un documento importante, la entrega la cual
tenía que ser asegurada sobre todas las cosas.
[¿Puedes darme una firmita?]
[Oh sí… por favor espera un momento.]
La mujer registró por los bolsillos de su delantal y produjo un sello el cual
tenía una simple insignia de la Compañía de Trato Orlandri: un corazón y
escalas equilibradas. Lo presionó contra el documento que el cartero sostenía,
y entrecerró sus ojos, escaneando su forma. Por fin asintió en aprobación y
agitó sus alas, volando en el cielo.
La mujer con fuerza rompió el sello.
Insertó sus dedos en el sobre y sacó el papel dentro— luego se detuvo. Incapaz
de moverse, miró a una pieza de papel doblada con una expresión más de miedo
que de duda.
Tomó un profundo respiro.
Fortaleciéndose, desdobló el papel y empezó a leerlo.
Luego de un breve silencio, lágrimas
fluían desde sus ojos. Mientras la fuerza deja sus pulmones, se recostó contra
el muro cercano y bajo su cabeza, sus cálidas lágrimas mojan su pecho.
[Lakish…] Levemente murmuro el nombre
de la chica. [Ya veo. Así que fuiste la primera…]
La mujer sollozó. [Soy tan
irremediable, ¿verdad? Esas cosas pasan. Debí haber estado lista para eso, pero
ha pasado tiempo. Aún es difícil de aceptar…]
Como si tratara de dar excusas, como si
buscara simpatía y entendimiento de alguien, siguió hablando. No había nadie a
su lado, sin respuesta esperando a salir. Sola en este lugar, sin nadie que la
confortara, solo podía quedarse allí.
________________________________________
[¡Hey, Naigrat! ¡¡Dónde estás?!]
Sus hombros saltaron con sorpresa. El
tenue sonido de pisadas estaba acercándose a ella desde el frente a mitad del
camino. Difícilmente algo de tiempo pasaría antes que llegaran a ella.
Estabilizándose, limpió sus ojos con sus mangas y tomó un respiro, conteniendo
las ganas de llorar.
[¡Aaah! ¡Ow ow ow!]
A un pelo de romperse, de alguna forma
pudo fingir calma.
[Nos quedamos sin papel, voy a comprar
más. Vuelvo pronto.] El franco discurso vino de una niña luciendo por sus 10
años— una chica con poca figura y una marimacha forma de hablar. Sin mostrar
señales de haber notado las dificultades de la mujer (aunque, claro, había sido
un poco problemático si lo hubiera notado), la chica paso por delante de la
mujer y salió.
[Eudea…]
[¿Hm?] Mientras la mujer decía su
nombre, la chica vio atrás.
[¿Estás… bien? No te sientes algo
perezosa o así, ¿verdad?]
[¿Huh? Nah, no te preocupes. ¡Estoy
perfecta de salud!] La chica sonrió y tocó sus bíceps. [¡Bueno, me voy
entonces!]
Empezó a correr, saltando a una pierna
mientras arreglaba el tacón de su zapato, luego siguió corriendo a la ciudad. A
primera vista, no se veía sombría en nada.
Pero la mujer lo sabía bien. Esa chica
ya había tenido el sueño especial. El sueño que marca el final de la niñez de
las hadas. Hadas, seres cuya existencia fue hecha de las almas perdidas de
niñas, que desaparecieron antes de volverse adultas. Esa chica, también,
probablemente tenía al menos seis meses. Para más o menos prevenir ese final,
necesitaban ir a una facultad especial y pasar por un procedimiento.
Sin embargo, la actual Guardia Alada no
lo permitiría. Con la aparente amenaza eterna de la invasión del Teimerre
habiéndose vuelto distante, la Guardia no reconocía la necesidad de mantener
una fuerza de lucha de hadas soldadas adultas durante tiempos de paz.
[Tiat… Collon… Panival…]
La mujer murmuró los tres nombres
restantes de las cuatro amigas que habían partido. Habrían querido probar que
las hadas adultas se mantendrían útiles incluso más allá de batallas contra los
Teimerre— un objetivo que podían alcanzar al arrojar sus vidas luchando contra
el Croyance. No quería perder la oportunidad dada a ellas por los mandos de la
Guardia Alada.
Diciendo tales cosas, esas chicas se
dirigieron a la 38ª Isla Flotante. Naigrat se opuso rotundamente hasta el
final, pero quitaron todas sus objeciones hasta el día que se subieron a una
aeronave y se fueron.
Si todo iba con el plan y se
sacrificaban con éxito, Eudea— y el resto de las hadas más jóvenes— podía ser
salvadas. O, al menos, eso podía crear un brillante futuro para ellas. Y
aunque…
[Oh… eliminarlas…]
No podía mostrar su sollozante rostro a
las chicas. No quería que la escucharan sollozar. Y así, metería todas sus
emociones dentro de su corazón y las bloquearía.
La espalda de Eudea se metió en la
distancia.
La mujer, la Troll, una de las
cuidadoras de la facultad, silenciosamente la despidió con un rostro empapado y
deprimido.
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