Capítulo 8
La Aguda Sonrisa de la Estrella Villana
Caroline Simmons, la hija del Conde
Norn, tomó asiento en el sofá de la recepción, donde se le había ordenado
esperar. Jugó con el borde de su abanico, irritada. Su irritación era debido a
las amargas miradas que estaba recibiendo de sus dos amigas sentadas a su par. ¡Fue
el plan de todas, ¿recuerdan?! Pensó.
Todo lo que quería hacer era poner a
Monica Norton en su lugar— la chica que había aparecido recientemente. Sus
sórdidas miradas estaban lejos de lo que le esperaba a una joven noble y su
comportamiento fue simplemente vergonzoso. Aunque, por alguna razón, había sido
llamada al consejo estudiantil.
Y para hacerlo peor, había recibido
práctica de baile de Felix y Cyril— los dos chicos más populares en la
academia. Durante el último baile del festival escolar, Caroline había dado lo
mejor para tratar de acercarse a ellos, pero en vano. Siempre estaban rodeados.
No solo había sido incapaz de llegar acercarse para que bailaran con ella, si
quiera había sido capaz de hablar con ellos. Todo lo que podía hacer era
observarlos desde la distancia.
Aunque… esa pequeña— ¡¿Por qué?! Caroline apretó su abanico lo
suficiente para hacer que crujiera. Todo era la culpa de Monica Norton. Todo lo
que Caroline había hecho fue ofrecerle algo de té amargo. Pero ella había hecho
tal dama y avergonzó a Caroline en el proceso. ¡Qué horrible y asquerosa chica!
Sí. Ella es la culpable de todo. ¡De
todo!
Caroline oyó un golpe de sus manos.
Había rotó su abanico. Oh, y ahora he roto mi abanico favorito. Tendré que
hacer que mi padre me compre uno nuevo. Sabía que él— la ayudaría. La
adoraba y había donado mucho dinero a la academia. Nunca sería expulsada por
esto.
Hubo un golpe en la puerta. [Si nos
disculpan.] Una voz vino mientras dos estudiantes entraban al cuarto.
Uno tenía ondeante cabello rubio y
misteriosos ojos azules con un tinte de verde mezclado. El segundo príncipe,
Felix Arc Ridill, siempre mantenía un comportamiento gentil.
El otro tenía cabello plateado con un
poco de castaño, como una gota de miel en la nieve invernal. Sus ojos eran de
un azul oscuro. Cyril Ashley, el hijo del Marqués Highhown, también conocido
como el Vástago de Hielo.
Como el presidente y vicepresidente del
consejo estudiantil, respectivamente, estaban en la cima de la jerarquía social
de la academia.
Felix tomó asiento frente a Caroline,
luego abrió sus manos en su regazo. Cyril se mantuvo parado detrás de él, sus
ojos fríos miraban a las tres chicas. Su expresión era una de clara rabia,
mientras Felix retenía su usual gentil sonrisa.
¡Oh, sé que el príncipe lo entenderá! Caroline pensó, soltando un suspiro. ¡Sabe
que no tengo la culpa!
Felix le dio una suave sonrisa. [Lady
Caroline Simmons, ¿tiene algo que decir sobre su intento de asesinato a Lady
Norton vía envenenamiento?]
Las palabras asesinato y vía
envenenamiento eran suficientes para poner pálidos los rostros de Caroline y
sus amigas. El asesinato era severamente castigado en los círculos de nobles e
intentar tal crimen garantizaba una penal igualitaria, incluso si el asesinato
no llegaba a suceder.
[¡Me malentiende, Su Alteza Real! ¡Solo
fue una broma! Monica Norton hizo un drama… ¡Obviamente quería avergonzarme!]
[¿Envenenarías la taza de un compañero
como una broma?] Felix preguntó. Su voz era tan calmada como siempre— aunque
sus palabras no tenían piedad.
Lágrimas se formaron en los ojos de
Caroline mientras empezaba a rogar. [¡No era veneno! ¡Era medicina ocular! Es
muy amargo y oí que podría funcionar como un reconstituyente… ¡Es todo! Pensé
que podría hacerla temblar un poco…]
Inventó la última parte ahí mismo. El
vendedor quien le había vendido la medicina bromeó que era muy amarga, pero eso
no significaba que fuera un buen reconstituyente. Al mismo tiempo, se había
burlado de la absurda idea de poner medicina en su boca. Pero diría cualquier
cosa si eso le ayuda a salir de esa.
Mientras ideaba locas excusas, Cyril
sacó una pequeña botella envuelta en un pañuelo desde su bolsillo. Era la
botella de gotas para ojos que le habían confiscado antes cuando fue llevada a
este cuarto.
[De acuerdo a mi hermana menor,
Claudia, la medicina que tenías está manufacturada para uso durante cirugía.
Sin la licencia de un doctor o una certificación aprobada para uso medicinal,
no tienes permitido poseerla.] Había una luz deslumbrantes ojos azules mientras
observaba a Caroline. [No solo estabas en posesión de una droga ilegal y
peligrosa, sino se lo diste a comer a alguien más. Si eso no se llama intento
de asesinato, ¿cómo lo llamarías?]
La hermana de Cyril, Claudia Ashley,
era un descendiente directo del Linaje del Sabio. Su vasto conocimiento le
había ganado el apodo de la Biblioteca Andante e incluso superaba a los
adultos. Si ella había dicho eso, probablemente era cierto.
El color dejó el rostro de Caroline,
pero continuó su desesperada investigación para librarse. [Bueno, eso es… No
tenía idea que las gotas para ojos eran tan peligrosas. Me dijeron que eran
medicina para los ojos… ¡Ah, Príncipe, por favor créame!] Rogó, lágrimas
bajando de su rostro.
Felix sonrió levemente. [Entonces dices
que no sabías nada y pusiste las gotas para ojos en la taza de Monica Norton
como una simple broma.]
[¡Sí! ¡Eso es!]
[Para avergonzar a Lady Norton.] Felix
añadió, Caroline de inmediato mordió su labio y se silenció.
El príncipe recostó un codo en sostén
de su silla y colocó su mentón en su palma. Sus ojos azules se fruncieron. [Es difamación
a la persona además del resto.]
[…] Caroline sabía excusarse
hábilmente. Aunque, Felix la dejo sin palabras en su defensa. ¿Por qué lo hizo?
¿Por qué no la estaba ayudando? En el momento, creía fervientemente que podía
escapar al clamar total ignorancia.
Y luego llegó un toque en la puerta.
[Entra.] Felix respondió.
Una estudiante entró a la recepción y
se reverenció con gracia. Ella era una estudiante de primer año con curvado
cabello naranja, levemente seria, aunque de hermosos rasgos, y una digna
presencia.
[Soy Isabelle Norton de la Casa
Kerbeck. Su Alteza Real, le agradezco sinceramente por permitir que me reúna
con usted hoy.]
Monica Norton al parecer había sido
recibida por la Casa Kerbeck. En lo cual, Isabelle, la hija del Conde Kerbeck,
naturalmente vendría a preguntar sobre la situación.
Pero estaré bien, Caroline pensó. La hija del Conde
Kerbeck tiene un vehemente odio por Monica. La atormenta. De hecho,
había atestiguado a Isabelle regañarla en una o dos ocasiones. No la
criticará por algo que le pasé a Monica.
El príncipe señaló a la silla e
Isabelle tomó asiento, luego bajó sus ojos. [Oí que nuestra chica problemática
les ha causado problemas a todos. Como miembro de la Casa Kerbeck, permítanme
extenderles mis más sinceras disculpas.]
Felix y Cyril se quedaron callados.
Caroline, por otro lado, se alegró. ¿Ven? ¡Lo sabía! ¡Alguien bien podría
matar a Monica Norton y la Casa Kerbeck ni se inmutaría! Ella sonrió para
sí. Si Isabelle odiaba a Monica, entonces eso la haría el aliado de Caroline.
Isabelle la miró y ofreció una linda
sonrisa. [Sé que no será una disculpa… pero mi maid ha preparado algo de té
para todos. Estoy segura que todos están sedientos de hablar por tanto tiempo.
Por favor, recíbanlo.]
Ella llamó a la puerta. Su maid con
calma entró al cuarto y colocó una bandeja frente a Isabelle. No sirvió el té
de inmediato, aunque, fue extraño para Caroline.
Isabelle sacó una pequeña botella de su
bolsillo, tocándola y levantándola para que Caroline y los otros pudieran
verlo.
Y cuando lo hicieron, las tres se
acobardaron. Se veía como la botella de gotas para ojos que Caroline había
tenido.
[Oh sí, lo sé. Ya que estamos aquí,
quería que le dieran una probadita. Lo compré de un vendedor ambulante hace
poco… Es un producto de belleza muy efectivo.] Dijo, vertiendo gotas del
liquido en las tres copas. Su maid entregó esos sin las gotas a Isabelle, Felix
y Cyril— y el resto a Caroline y sus amigas.
Cuando Caroline miró a su taza,
Isabelle escondió su boca con su abanico y sonrió. A pesar de estar escondida,
su sonrisa estaba llena de odio y malicia. Eventualmente, dijo, [Bébanlo, ¿sí?]
Caroline miró su taza. No podía oler
nada de ello aparte del té negro. Pero sus gotas para ojos no tenían olor. ¿Esa
botella es la misma que la mía? ¿Por qué le hija del Conde Kerbeck tiene algo
como eso? Sería extraño para ella tener convenientemente las mismas gotas.
Esto tiene que ser una coincidencia.
Las amigas de Caroline observaban desde
su costado, esperando ver qué hacía. Ninguna de ellas había tocado sus tazas.
¡Detengan esto! Caroline pensó. ¡Básicamente estás
admitiendo que las gotas para ojos que tenía eran venenosas!
No podía haber sido la misma botella.
Isabelle estaba jugando. Caroline miró a su té, luego se hizo a la idea y tomó
un sorbo.
El brillante sabor del té llenaba su
boca y pupilas. Pero momentos después, una intensa amargura asaltó su lengua.
Caroline se ahogó, luego lo escupió de
inmediato. Continuó escupiendo, su saliva se salpicaba por todas partes, hasta
que se aseguro que ni una sola gota quedara en su boca. Luego, envió una mirada
asesina a Isabelle.
[¡Esto es veneno! ¡Esta mujer trató de
envenenarme!]
[¿Oh…?] Isabelle sonrió, abriendo la
tapa de la botella y vertiéndola en su propia taza. Luego, con una mirada fría,
se lo bebió todo y sonrió. [Como dije, esta medicina es del tipo de tratamiento
de belleza. Es un poco más amarga, aunque, estoy segura que debió sorprenderte.]
[¡P-Por qué, tú…!]
[Hee-hee.] Sonrió. [Y así, estoy muy
segura que no era tan amargo para que necesitaras hacer todo ese horrible drama
de escupir en todas partes… Y esa chica se bebió todo el té amargo que le
serviste, ¿verdad?]
“Esa chica” obviamente se refería
Monica Norton.
Isabelle sopesó un melancólico suspiro.
[Ella tiene una terrible educación— la vergüenza de nuestra familia. Sin
embargo, admitiré que al menos sabe cómo comportarse como invitada,
considerando que trató de terminar su té, no importa lo mal que supiera. Sin
embargo, parece que tú ni eso puedes hacer. Qué bochornosa cosa hecha frente a
un príncipe.] Terminó, inclinando su abanico para cubrir su boca otra vez y
soltar una risita.
Caroline trató de avergonzar a Monica
frente a todos— y ahora, Isabelle había avergonzado con éxito a Caroline frente
a Felix.
¿Qué ocurre? ¡Odio esto, lo odio!
Felix se mantuvo en silencio. Lo hacía,
sin embargo, observó el intercambio con casi una emocionada expresión.
Isabelle empezó su segunda taza de té,
saboreándola. [Oh, y otra cosa.] Dijo casualmente. [Me he tomado la libertad de
informarle a mi padre de este asunto. Ella aún posee el nombre de la familia
Norton y has intentado envenenarla. Asumo que no te importara.]
Fue entonces que los ojos de Caroline
se abrieron mientras se daba cuenta de la gravedad de lo que había hecho.
Isabelle podía odiar a Monica, pero
compartían el mismo apellido. Básicamente, Caroline se había peleado con la
Casa Kerbeck.
[Es una lástima…] Isabelle continuó.
[La Casa Kerbeck han mantenido una larga relación amistosa con la Casa Norn.]
La Casa Kerbeck era el dominio más
grande en la región este del Reino de Ridill. Era tan grande para que alguien
se burlara de ellos como nobles pueblerinos. Y con todos los dragones en la
región montañosa, esos con territorios en el este, como la Casa Kerbeck,
constantemente eran plagados por incursiones de dragones.
La capital real enviaría Caballeros
Dragón si se requería, pero tomaría tiempo para que viajaran al este, así que
todos los nobles del este mantenían a sus propios soldados. Y las fuerzas de la
Casa Kerbeck eran por mucho, las más grandes.
Era por eso que, cuando las incursiones
de dragones ocurrían y los Caballeros Dragón no podían llegar a tiempo, a
menudo los nobles del este pedían ayuda de la cercana Casa Kerbeck. La Casa
Norn— la familia de Caroline— no era la excepción. Cada vez que el territorio
del Conde Norn había enfrentado una incursión, serían ayudados por los soldados
de la Casa Kerbeck.
¿Qué pasaría si su hija fuera a pagar
esa amabilidad con hostilidad? ¿Qué si el Conde Kerbeck abandonaría al Conde
Norn? Con su escaso poder militar, Norn no sería capaz de soportar las
incursiones. Lo peor, todo el territorio podría caer.
[Oh, yo, uh…] Caroline balbuceó,
agitándose en su silla. [No, yo… Esto no es… Espera. No quería… yo no… yo…]
Isabelle le dio una fría mirada. Ella
era un año menor que Caroline, pero tenía una presencia intimidante que la
chica mayor carecía.
La hermosa chica quien había destrozado
el orgullo de Caroline continuó. [Tus insensatas acciones pueden llevar a la
ruina a tu tierra… Pero así es cómo funciona la sociedad, ¿no? ¡Ahora, quiero
que regreses al dormitorio… y le cuentes a tus amigos acerca de lo que pasará
si quieren de enemigos a la Casa Kerbeck!]
Luego Isabelle levantó su abanico y le
dio un ligero golpeteo. [¡Oh-ho-ho-ho-ho!]
✽✽✽✽✽
Luego de le exquisita actuación de
Isabelle Norton, un profesor vino a llevarse a Caroline Simmons y sus dos
amigos a otro cuarto. Cyril las despidió con una fría expresión.
Nada era oficial aún, pero el
movimiento más apropiado sería expulsar a Caroline como el perpetrador y forzar
a sus dos amigas a dejar la escuela por su cuenta.
Caroline nunca admitiría la culpa,
incluso hasta el amargo final. De hecho, había tratado de echarle la culpa a
Monica en un intento de evadir el castigo. Había hecho lo mismo cuando Monica
había caído de las escaleras.
Qué tontería, Cyril pensó.
Había observado lo mismo con el antiguo
contador, quien también tuvo que dejar la escuela— nadie parecía darse cuenta
que esta academia era parte del mundo social. Asumían que sus padres podrían
pagar más dinero y el problema desaparecería.
Qué fácil sería si la confianza podría
ser comprada con dinero… Menudos tontos.
Una vez Caroline había dejado el
cuarto, Isabelle se levantó e inclinó ante Felix y Cyril. [Siento que tuvieran
que ver eso, caballeros.]
La conducta de Isabelle cambió tanto
que era difícil creer que había estado soltando semejante risa hace unos
momentos. Las chicas son terroríficas, Cyril pensó.
Pero Felix respondió con una tranquila
sonrisa. [Fue bastante disfrutable, de hecho. ¿Crees que tu padre abandonaría
en serio al Conde Norn?]
Isabelle agitó su cabeza. [No. Estoy
segura que nunca abandonaría otro territorio por razones emocionales. Dañaría
al reino como un todo.]
Una ruta crucial de comercia pasaba por
el dominio del Conde Norn. Si fuera bloqueado por incursiones de dragones, eso
podría provocar un serio problema. Aunque, el Conde Kerbeck era un tipo duro.
Probablemente usaría este incidente a su favor en futuras negociaciones con el
Conde Norn.
El Conde Kerbeck era el noble más
influyente en el este, una región que no solo fronteriza con otras naciones,
incluyendo al Imperio, sino a menudo cae ante las incursiones de dragones.
Cuando un problema llegaba, el este estaría en primera línea. Por ello, el
poder militar de la región estaba igualado con el de la capital.
Una rebelión del este, entonces, sería
lo más difícil de manejar. Nobles centrales, temiendo esta posibilidad, querían
limitar las fuertes del este. Sin embargo, los nobles del este eran renuentes a
cualquier cambio, ya que constantemente estaban bajo ataque de los dragones y
países vecinos.
Oí que el Conde Kerbeck es un bando
neutral con la sucesión, sin respaldar al primer o segundo príncipe… Cyril observó a Isabelle de cerca.
Felix continuó. [Oh sí. Hablando de los
Kerbeck, oí del Dragón Negro de Worgan.]
[Sí y estamos agradecidos con la
capital por enviar a los Caballeros Dragon.] Isabelle dijo. [En serio, debemos
agradecerle a Su Majestad por su fineza y generosidad al responder ante la
situación.]
Aunque Isabelle mantuvo una actitud
apropiada, Felix tomó un tono más informal. [Parece que sus fuerzas fueron
suficientes incluso sin los Caballeros Dragon, ¿verdad?]
Las tropas del conde estaban
acostumbradas a matar dragones, así que a menudo lidiaban con el problema antes
que los Caballeros Dragón llegaran. Felix estaba insinuando de forma indirecta
que quizás no hubo necesidad de enviarlos.
Aunque, Isabelle exclamó. [¡Oh, para
nada! La Casa Kerbeck ha estado luchando contra dragones por siglos, pero solo
confrontamos a un dragón negro en otra ocasión, hace dos milenios. Fuimos
capaces de matar al Dragón Negro de Worgan gracias a la asistencia de los
Caballeros Dragón y la Bruja Silenciosa.]
La Bruja Silenciosa— uno de los Siete
Sabios. Cyril había oído del joven mago genio asignado a sus filas hace dos
años a la edad de quince. Nunca había visto a la Bruja Silenciosa, pero al
parecer siempre usaba una túnica con una capucha que cubría sus ojos, incluso
durante las ceremonias, así que nadie había visto su rostro.
Un mago que esconde su rostro…
La mano de Cyril inconscientemente
llegó a su broche. Algo estaba hirviendo dentro de él. Oyó a Isabelle seguir,
incapaz de contener su emoción.
[¡Yo la vi con mis propios ojos!] Dijo.
[¡Justo cuando derribaba a una horda de pterodragones en un instante!]
El corazón de Cyril empezó a latir.
¿Derribó una horda de pterodragones en
un instante…? Pensó.
Pero eso es imposible.
Los dragones eran débiles al frío, pero
sus cuerpos eran muy duros y resistentes al maná, así que la mayoría de magia
no les afectaba. Para matar a uno, tenías que apuntar entre sus ojos. Pero impactar
a un objetivo en movimiento de frente o entre los ojos era una hazaña
increíblemente difícil, incluso para grandes magos.
Y aunque…
Los eventos de esa noche de hace unas
semanas pasaron por su mente.
Recordó la terrorífica magia de alto
nivel que había derribado todas sus lanzas de hielo en un instante. Había sido
muy oportuno que recitar nunca habría funcionado. Aunque, la persona había
esperado a que Cyril disparara antes de usar su propio hechizo.
Un monstruo silencioso.
¿También podría la misma persona haber
logrado derribar a todos esos pterodragones a la vez, de la misma manera?
Cyril tranquilizó el tornado en su
corazón, dando lo mejor para escuchar la desapasionada historia de Isabelle
acerca de la Bruja Silenciosa.
✽✽✽✽✽
Luego de dejar la recepción, Isabelle
se llevó a su maid, Agatha, y caminaron por el pasillo. Los estudiantes
cercanos les lanzaron mriadas— la mayoría de ellas con miedo. Caroline debió
haber esparcido la noticia de su castigo.
[¿Está segura de esto, madam?] Agatha
preguntó.
[Lo estoy y estaba bastante preparada
para ello.] Isabelle respondió.
Pisotear a alguien te creaba enemigos.
Isabelle se había vengado igual. Si se aseguraba que todos supieran que es
mejor no jugar con la Casa Kerbeck, ya nadie interferiría con Monica.
La Bruja Silenciosa Monica Everett
había salvado la vida de todos residiendo en Kerbeck. Cuando el dragón negro
había aparecido en su territorio, las personas de Kerbeck, habían gritado en
desesperación.
Los dragones traían calamidad— y los
más temibles entre ellos era el dragón negro. Las escamas de un dragón negro
repelían toda la magia y exhalaba fuego desde su interior, capaces de incinerar
todas las barreras mágicas conocidas. Incluso había una leyenda acerca de cómo
un antiguo choque había llevado a un reino a ruinas.
Pero cuando las personas se habían
desesperado, la Bruja Silenciosa había entrado a las Montañas Worgan, en el
nido del dragón, sola. Y con éxito lo había derrotado. Si eso no fuera un
milagro, ¿qué era?
Para la Casa Kerbeck, la Bruja
Silenciosa era su salvadora. Aunque, el mago había rechazado su oferta a una
cálida bienvenida y dejó sus tierras.
Para cuando el Mago Barrera Louis
Miller les había pedido ser de su ayuda, Isabelle había tomado la decisión.
Usaría cualquier medio a su disposición para pagarle a la Bruja Silenciosa por
lo que había hecho por ellos.
Al regresar a su habitación privada y
cerrar la puerta, Isabelle tomó un largo vistazo alrededor del espacioso
cuarto, poniendo un dedo en su mejilla para pensar. [Agatha, podrías incluir
una cama aquí, ¿verdad?]
[Sí— podríamos.] Respondió la ingeniosa Agatha, inmediatamente dándose
cuenta para qué era el cambio.
Isabelle sonó orgullosa y apretó su
puño. [Prepara una de inmediato. Mi hermana necesitará tomar un descanso de las
clases por convalecencia. Pero no puedo ocuparme de ella en ese ático. Tráela
aquí, pero no dejes que ningún estudiante lo sepa.]
[Haré los arreglos de inmediato,
madam.]
[Gracias.] Isabelle sonrió. [Estar en
el mismo cuarto que la hermana mayor que tanto adoro… Ah, eso debió haberla
lastimado tanto en cuerpo y mente. ¡Tendré que confortarla! Me pregunto si
disfruta las novelas de romance. Me gustaría prestarle una de mis series
favoritas. Y luego podríamos hablar de los libros. Oh, qué maravilloso… ¡Oh y
pijamas! ¡También prepáralas, Agatha! ¡Unas que estén a juego con la mía— unas
lindas!]
Los ojos de Isabelle brillaron mientras
hacía sus peticiones, y Agatha, la talentosa maid, asintió firmemente. [Por
favor, déjemelo a mí.]
✽✽✽✽✽
Luego de discutir el proceso de
Caroline con la facultad, Felix se dirigió a la enfermería. Quería revisar a
Monica. Pero no estaba allí— al parecer, había regresado a su propio
dormitorio. Había estado preocupado si sería capaz de lograr la travesía en su
condición, pero Claudia había estado con ella, sí, y no habría dejado que la
chica hiciera algo tonto.
Ahora que lo pienso, oí que vive en un
ático en el dormitorio de chicas. Al
parecer, la hija del Conde Kerbeck lo había arreglado. Me habría gustado
advertirle que no molestara mucho a la chica.
Si Felix le preguntaba la razón a
Isabelle de molestar a Monica, claro, los otros lo verían como un miembro de la
familia real mediando con los asuntos internos de la Casa Kerbeck. Su familia
era muy influyente— y neutral. Incluso el segundo príncipe no podía interferir
con ellos fácilmente.
Como sea, si Monica llegaba llorando a
él en cómo Isabelle la estaba torturando, podría mimarla del mismo modo. Tener
a un obvio matón haría que la pequeña ardilla fuera fácil de domar.
Antes, esperaba que Cyril cumpliera con
ese papel… pero ha sido indulgente con ella últimamente.
Cyril había sido el primero en recoger
a Monica cuando necesitaba ser llevada a la enfermería— a pesar que se le había
acabado la fuerza en el camino. Era posible que hubiera empezado a ver a Monica
como una hermanita. Todos sabía cómo era su relación con Claudia.
Felix sonrió, recordando la divertida
interacción de los hermanos contradictorios. Mientras lo hacía, vio un rostro
familiar. Era Elliott Howard, parado contra la pared del pasillo con sus brazos
cruzados en su pecho. Estaba observando al príncipe.
[Hey, Elliott.] Felix dijo. [¿El asunto
de la Compañía Abbott se resolvió?]
Elliott se alejó del muro y asintió.
[Sí, y le he dicho a esos revisando a los visitantes en el campus fortalecer la
seguridad.]
Los ladrones pretendiendo ser de la
Compañía Abbott habían falsificado los documentos necesarios de permiso para
entrar a la academia. Fue por eso que entraron por la puerta frontal.
Elliott le había insinuado a la
verdadera Compañía Abbott que esos documentos pudieron haberse filtrado de su
lado, lo cual rápidamente obtenido el acuerdo en todas las demandas. Como una
de las pocas compañías que negocian con fuegos pirotécnicos y explosivos,
básicamente eran irremplazables, así que Felix estaba feliz de tener su
cooperación.
[Organizaciones criminales han estado
usando más y más métodos avanzados últimamente.] Felix dijo. [No hará año hacer
los procedimientos más estrictos.]
[Cierto.] Elliott accedió, los extremos
de su boca se levantaron en una vil sonrisa. [Claro, no importa cuánta
documentación o cuántas cartas lleguen a usar, y no importa cuánto intenten
hacerlas parecer legitimas, nada de ello importa si quienes las crean son
bufones.]
[¿Podrías enviar el resto en un reporte
luego? Me gustaría volver a mi cuarto.] Felix dijo, empezando a pasar a
Elliott.
[Hey.] El otro chico dijo,
deteniéndole. Felix se giró; Elliott de se detuvo un momento antes de
continuar. [Oí que Lady Norton hizo una escenita en una fiesta de té.]
[Ella es la víctima. La culpa yace en
la hija del Conde Norn. ¿O vas a decirme que un plebeyo como ella debería
conocer su lugar y nunca participar en una fiesta de té para empezar?]
Luciendo sorprendido, Elliott jadeó y
agitó su cabeza. [Envenenar el té de un invitado y humillarles son vergonzosos
actos que manchan a un noble. No estoy para defender al perpetrador.] Se bajó
de hombros, pero su tono parecía más indeciso mientras continuaba. [Aunque…
Habrá más quienes traten de hacerles cosas similares a Lady Norton. Ella es una
plebeya que fue escogida para el consejo estudiantil.]
Elliott pretendía ser una persona
inconsciente, pero en el fondo, él era el noble más confiable que Felix
conocía. Seguro que nunca menospreciaría a las personas comunes. La tenía
difícil tolerando a cualquiera que no estuviera cumpliendo con su papel—ya sea
un noble o no. Felix sabía que Elliott probablemente era el más enojado de
ellos con la malversación del antiguo contador.
[Elliott.] Felix dijo. [Dijiste algo
antes. Todos tienen sus papeles asignados desde su nacimiento— que los nobles
deberían actuar como nobles y plebeyos como plebeyos.]
[Sí, claro. Es por eso que quiero
preguntarte esto.] Elliott frunció sus ojos y agudizó su sonrisa. [¿Por qué
hizo a Monica Norton la contadora?]
[Porque no sé cuál es su valor. Y creo
que te has sentido de la misma manera, quizás inconscientemente.]
Elliott frunció el ceño y se silenció.
Con su usual sonrisa calmada, Felix
continuó. [Ella es demasiado extraordinaria para ser una persona común.
Asignarle el papel de contador puede revelar su verdadero valor.]
El razonamiento del príncipe parecía
lógico, pero Elliott no se veía convencido. Su rostro, el cual normalmente
lucía una frívola sonrisa, se retorció en una odiosa y amarga expresión. En voz
baja, dijo. [Admitiré que Monica Norton no es ordinaria. Pero no cambia el
hecho que no conoce su lugar.] Respiró y puso una sonrisa sarcástica. [¿Sabe
que odio aún más a esos que no conocen su lugar? Esos que no cumplen con sus
papeles. Eso va para todos— la realeza y plebeyos por igual.]
Su actitud pudo haber sido tomada por
irrespetuosa, ya que Felix era de la realeza, pero el príncipe no estaba
ofendido por ello. Con calma, respondió. [Tienes mi palabra que mientras me
llame Felix Arc Ridill, cumpliré con mi papel.] Entonces, más tranquilo, una
distante mirada en sus ojos, dijo. [Mientras me llame de esa manera.] Antes de
pasar por Elliott.
Esta vez, Elliott no trató de
detenerlo.
Una vez había regresado a su cuarto y
cerrado la puerta, un lagarto blanco salió del bolsillo de Felix. Arrastró su
cuerpo hasta que llegó al suelo. Una vez allí, su forma se difuminó,
transformándose en un sirviente de cabello negro y blanco— con tienes de azul.
El espíritu Wildianu, habiendo tomado
la forma de un humano, bajo su mirada y se inclinó. [Yo, bueno… Ha pasado por
mucho hoy, Maestro.] Dijo, tratando de ser considerado.
Felix asintió felizmente. [Sí, pero
estoy de buen humor ahora. Llegué a oír de ella otra vez. Ha pasado tanto
tiempo.]
[Ella… ¿Señor?] Wildianu preguntó,
perplejo.
Felix sonrió. Solo decir su hombre
hacía que su voz saltara, incapaz de contener su dicha. [La Bruja Silenciosa—
Lady Everett.]
En la recepción, Isabelle Noron había
hablado de ella con suma emoción.
¡La vi con mis propios ojos! ¡Justo
cuando derribaba una horda de pterodragones en un instante!
Fexli solo había asentido y la dejo
continuar, pero por dentro, estaba pensando, Sí, yo pude verlo…
Felix había encubierto sus asuntos en
los territorios del este esa vez. Pero el este era un caos debido al dragón
negro y las multitudes de personas evacuando sus villas y ciudades lo habían
frenado.
Se había mezclado con ellos para evitar
que cualquiera se diera cuenta quién era y en un golpe de mala suerte, se vio
metido en la hora de pterodragones.
Y ahí es cuando lo vio.
Los pterodragones cayendo del cielo.
Sus agudos y estridentes gritos eran hostiles, demostrando su furia. Si fueras
a pasar por debajo, un simple rasguño de sus talones sería suficiente para
derribar un enorme árbol.
La misma horda era como un desastre
natural con mente propia. Y eran pterodragones grandes— cada uno más grande que
una casa normal. El escenario de ellos juntándose en el aire en un grupo tan
grande fue una pesadilla.
Pero un momento después, una puerta se
abrió en el cielo— el gran hechizo para invocar a Sheffield, Rey de los
Espíritus de Viento. Los vientos salían de la puerta abierto, destellando su
blancura, transformándose en lanzas y perforando a cada uno de los
pterodragones entre los ojos.
Los cadáveres sucumbían hacia la
tierra, pero los brillantes vientos blancos los engullían, reteniéndoles, y
enviándolos a una pila en el suelo como copos de nieve.
Ah… Que hermoso hechizo.
Felix había visto a la Bruja Silenciosa
varias veces en ceremonias. Pero siempre mantenía la capucha de su túnica bajo
sus ojos, así que nunca había visto su rostro. Lo que es más, casi nunca
aparecía en público, por ello su reputación como un particular y sencillo
miembro de los Siete Sabios.
¡Aunque es capaz de usar tal increíble
magia!
Sus pensamientos pasaron con los
recuerdos de lo que había visto en el dominio de la Casa Kerbeck, Felix tarareó
una melodía y tomó una llave de su bolsillo. La usaba para abrir un cajón, del
cual sacó una pila de ensayos.
Viendo eso, Wildianu pestañó. [¿Son
ensayos escritos por la Bruja Silenciosa durante sus días de estudiante?]
[Sí.] Felix respondió. [Le pedí a una
tienda de libros usados que frecuento que las adquiriera. Este ensayo detalla
las coordinadas posicionales y sus cambios para la magia avanzada.] Él se
detuvo, frunció el ceño, luciendo un poco decepcionado. [Pero supongo que los
espíritus como tú no necesitan saber nada de la magia, ¿verdad?]
[No, señor. Podemos usar maná
intuitivamente, así que fórmulas mágicas están más allá de nuestro
entendimiento.]
Los espíritus pueden usar maná tan
naturalmente como las personas pueden estirarse y recoger algo de un
escritorio. Los humanos no eran tan talentosos por nacimiento, era por eso que
usaban hechizos— proceso por el cual creaban fórmulas mágicas.
Felix pasó sus dedos sobre la cubierta
del ensayo. [Lady Everett aún tiene que revelar los principios subyacentes
detrás de su magia silenciosa, pero no hay duda que posee una mente brillante.
Aunque escribió este ensayo mientras era un estudiante, una vez se publicó,
cambió por completo el entendimiento común de los hechizos de rango amplio.
Ella sola aumentó la exactitud y precisión de la magia por orden de magnitud.]
[Cuando los espíritus como yo atacan
algo con magia de ataque, solo apuntamos y expulsamos nuestro maná sin
pensarlo…]
[Los humanos no “pueden” usar maná.
Solo al entender su funcionamiento y juntarlo en una fórmula lógica las
personas pueden emplearlo en forma de hechicería.]
Considera, por ejemplo, cuando usas un
hechizo de fuego para atacar a un enemigo. Un mago primero tiene que determinar
la temperatura, tamaño, forma y duración del fuego. Luego se le lanza a un
enemigo, también tendrían que integrar la velocidad, ángulo y la distancia de
vuelo en sus cálculos, hacer leves ajustes para tomar en cuenta el clima y la
dirección del viento. Sin trabajar en todos esos precisos detalles en la
fórmula mágica, el mago no sería capaz de lanzar el hechizo apropiadamente. Y
si algo salía mal, el fuego podría terminar explotando trágicamente en su
rostro.
[La hechicería requiere una increíble
cantidad de cálculo. Los humanos recitan por la misma razón que las complejas
ecuaciones requieren ecuaciones intermedias para resolverse. Una vez te
acostumbras a ello, puedes abreviarlo a cierto punto, pero nunca podrías ver
una compleja ecuación e inmediatamente conocer la respuesta, ¿cierto? Pero hay
un humano que puede hacerlo…]
Un mago genio que puede llegar a la
solución óptima para una fórmula mágica compleja en un instante y no necesita
recitarla— la Bruja Silenciosa.
Cuando recordó su figura encapuchada de
las ceremonias, las mejillas de Felix se tiñeron y puso una sonrisa. [Me
gustaría verlo otra vez, si es posible— la hermosa y calmada hechicería.]
Cerró sus ojos, reproduciendo en su
mente la escena del gigante círculo mágico pasando por las nubes, la puerta
abriéndose en los cielos, y las brillantes lanzas blancas de viento. Esas
lanzas se habían impactado en las frentes de los pterodragones, enviándolos a
derrumbarse en el suelo, matándolos al instante, apenas derramando algo de su
sangre.
Fue carnicero, tan cruel y tan hermoso.
Le había robado el corazón a Felix.
Felix miró el ensayo de la Bruja
Silenciosa y suspiró. [Ahh. Cuando derribó a esos pterodragones, ¿cómo calculó
sus coordinadas? Incluso la actual fórmula de rastreo no sería capaz de apuntar
a un objetivo tan pequeño como sus frentes… No estaría sorprendido si la Bruja
Silenciosa habría desarrollado una nueva fórmula de rastreo, pero ya que los círculos
mágicos aparecieron directamente sobre las frentes de los pterodragones, no
creo que usara una. Lo que significaría que determinó las posiciones de
veinticuatro pterodragones y al instante lanzó su hechizo, invocando a un Rey
Espíritu y perforó sus frentes. Pero tener un completo entendimiento de la
posición de veinticuatro objetivos y atacarlos a todos simultáneamente con un
hechizo tan poderoso es simplemente absurdo. Quizás la Bruja Silenciosa tiene
un sentido espacial increíblemente agudo—]
Mientras Felix seguía, olvidando
respirar, un preocupado Wildianu lo interrumpió. [Disculpe, Maestro… Su té ya
está…]
[Oh sí, cierto. Gracias. Solo déjalo
allí, por favor.]
Wildianu bajó la taza de acuerdo con
las ambiguas instrucciones de su maestro. Luego, en la seriedad, añadió. [Mis
más sinceras disculpas, Maestro. Mis insuficientes estudios me han dejado
incapaz de entender sus palabras.]
[No, soy el que debería disculparse.]
Felix dijo. [No hay nadie más con el que pueda hablar de esto, así que tiendo a
emocionarme un poco.]
Hojeó por las páginas del ensayo,
revisándolo. Era una tesis completamente avanzada y compleja, pero la había
leído tantas veces que incluso sabía dónde estaban los más pequeños pliegues de
papel. Un simple vistazo a las palabras era suficiente para regresarlo a su
mente. Lo había leído las veces suficientes que prácticamente había memorizado
todo. Una y otra, y otra vez.
[Aunque siento como si pudiera llevarme
bien con Lady Isabelle, como un compañero fan de la Bruja Silenciosa…] El
príncipe fue directo a llamarse un fan.
A ello, el rostro de Wildianu se
preocupó. [Maestro, no debería hablar de hechicería con alguien más…]
[Sí, claro. Estoy muy consciente. Al
público, necesito parecer ignorante de ello.] Felix sonrió, luciendo levemente
solitario mientras presionaba el ensayo en sus manos hacia su pecho. Era como
si estuviera apretando una carta de su amada— tristeza brotaba en sus fruncidos
ojos.
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